¿Quién creó a Dios? ¿Cómo surgió Dios?

Nadie creó a Dios, porque Él es eterno y siempre y en todo momento ha existido. La doctrina de la autoexistencia de Dios pertence a los fundamentos de la fe cristiana. Él es el Constructor y Sustentador de todas y cada una de las cosas, pero nunca necesitó ser creado o sostenido por absolutamente nadie.
La restricción del razonamiento humano frente a la inescrutabilidad de la naturaleza de Dios en su plenitud, torna imposible que nadie entienda de forma plena la presencia de Dios por sí solo. Si bien la Biblia asegura precisamente la autoexistencia de Dios, no quiere explicarla pormenorizadamente.
El interrogante de quién creó a Dios la hacen niños y adultos por igual, incultos y eruditos por igual. Pero si bien la mayoría de las ocasiones esta es una pregunta sincera, eso no significa que tenga sentido. Esto se origina por que nos encontramos acostumbrados a pensar en las nociones de espacio-tiempo, pero Dios es el creador del espacio y el tiempo.
Es fácil para nosotros entender la existencia de algo o alguien que tiene un principio y también un final. Por eso nos cuesta comprender la existencia de Dios que no posee principio ni fin. Así como Dios nunca necesitó ser desarrollado para existir, Él tampoco puede dejar de existir. La autoexistencia de Dios para siempre en una forma inalterable es una parte de Su naturaleza. Aseidad, eternidad, inmutabilidad e inmensidad son ciertos de sus atributos. Aprende acerca de los atributos de Dios.
Los nombres divinos revelan que Dios siempre existió
La autoexistencia de Dios está tan marcada que se expresa en Su beato nombre. Cuando Dios se descubrió a Moisés en una teofanía en la mitad de la zarza ardiente, el líder hebreo buscó comprender cuál era Su nombre. La contestación del Señor fue: «YO SOY LO QUE SOY» (Éxodo 3:14). Este nombre proclama directamente la autoexistencia eterna y soberana de Dios. Además de esto, la misma figura de la zarza ardiente apunta a esta situación. La zarza ardía y no se consumía, lo que significa el autosustento de Dios, es decir, Su historia insaciable.
Otras partes de la Biblia también le dan a Dios nombres y títulos que anuncian su autoexistencia. En Génesis 21 leemos acerca de de qué manera Abraham invocó el nombre del Señor, el Eterno Dios, del hebreo el olam. (Génesis 21:33).
Además de esto, cuando la Biblia habla de la autoexistencia de Dios, por supuesto incluye a las tres personas de la Trinidad Divina. Padre, Hijo y Espíritu Beato son del mismo modo eternos. Por poner un ejemplo, en el momento en que el profeta Isaías presagió acerca del Mesías, lo llamó “Padre de la Eternidad” (Isaías 9:6). Indudablemente este título se encuentra dentro de los mucho más llamativos acerca de la autoexistencia de Dios. ¿Quién es con la capacidad de medir y contar la existencia de aquel que es el Padre de la Eternidad?
En el Nuevo Testamento Jesús asegura esta verdad revelada en las Escrituras. Varias ocasiones se aplicó a sí mismo la designación «Yo soy». Una vez declaró a los judíos: “Antes que Abraham fuera, Yo Soy” (Juan 8:58; cf. Colosenses 1:17). Note que Él no dice: «Yo era»o: «Fui»; pero afirma: «Yo soy». Esto indica que la presencia de Dios no está sujeta a los límites del espacio-tiempo, si bien Él se revela al hombre en el espacio-tiempo.
La Biblia dice que nadie creó a Dios.
La primera oración de la Escritura afirma: “En el principio creó Dios […]” (Génesis 1:1). Este versículo apunta la verdad de que solo Dios es eterno y que todas las otras cosas tuvieron un comienzo, incluyendo el tiempo.
Por lo general, la autoexistencia de Dios lleva por nombre en teología «divinidad». Esta expresión que proviene del latín significa que Dios existe por sí solo, sin depender de ninguna causalidad y efecto.
Esto está en completa armonía con el testimonio bíblico de que nadie creó a Dios. La Biblia dice que Dios tiene vida en sí mismo (Juan 5:26). Conque Él es suficiente en Sí mismo y no es dependiente de ninguna de Sus proyectos construídas.
El Apóstol Pablo presentó al verdadero Dios a los atenienses al argumentar que el Creador de todas las cosas no es servido por manos humanas, “como si necesitara algo; pues Él mismo es el que da vida y aliento y todo lo demás a todos.” (Hechos 17:23-25). Más tarde, escribiendo a los creyentes de Roma, exactamente el mismo apóstol concluye: “Pues de él, por él y para él son todas las cosas” (Romanos 11:36).
En el Salmo 90, Moisés asimismo brinda entre las afirmaciones bíblicas mucho más enfáticas sobre este tema. Él afirma: “Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Antes que nacieran los montes y se formaran la tierra y el planeta, desde la eternidad y hasta la eternidad, tú eres Dios […] Pues mil años a tus ojos son como el ayer en el momento en que salió y como una vigilia en la noche.” (Salmo 90:1,2,4; cf. Salmo 102:27; Isaías 40:28-31).
Tal como nadie creó a Dios, tampoco nadie le sirvió de consejero. La Biblia afirma que Él es completamente libre, sin dependencia y soberano en todo cuanto hace (cf. Salmo 33:11; Isaías 40:13; Isaías 46:10; Romanos 11:34-36). Él gobierna todas y cada una de las cosas según el beneplácito de su intención, para alabanza de su gloria (Efesios 1:5-12).
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