Salmo 139 Estudio Bíblico

El Salmo 139 se encuentra dentro de los más hermosos del Salterio. Una investigación bíblico del Salmo 139 revela cómo el salmista piensa sobre quién es Dios. Este salmo es una oración personal con apariencia de poesía donde el salmista medita sobre los atributos de Dios. Trae una hermosa exposición que contrasta la excelencia del Señor y la pequeñez del hombre.
Ciertos críticos intentan fechar este salmo en el periodo posterior al exilio de Babilonia, aun atribuyendo su autoría a Zacarías. Pero se acepta ampliamente que David es el autor del Salmo 139. El mismo título del salmo apunta a la autoría de David, pero se desconoce el instante exacto de su vida en el momento en que fue escrito.
Bosquejo del Salmo 139
El Salmo 139 está organizado en 4 partes que resaltan centralmente algunos atributos de Dios.
- En la sección primera el salmista habla de la omnisciencia de Dios (Salmo 139:1-6).
- En la segunda parte el salmista habla de la omnipresencia de Dios (Salmo 139:7-12).
- En la tercera parte el salmista habla de la omnipotencia de Dios (Salmo 139:13-18).
- En la cuarta parte, el salmista habla de la santidad de Dios y destaca el resultado práctico y experiencial que este atributo ética de Dios provoca en su historia.
Omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia son atributos incomunicables. Esto quiere decir que solo Dios los tiene. La santidad es un atributo comunicable. Dios comparte esta santidad con nosotros y por ende requiere que seamos santos. Él dice: “Sed santos, pues yo soy beato” (Levítico 19:2).
El Salmo 139 transporta un mensaje aterrador para el pecador, puesto que revela la soberanía de Dios sobre todas y cada una de las cosas. Pero al mismo tiempo también trae un mensaje demasiado reconfortante al descubrir que el Dios soberano gobierna todas las cosas según su sin limites sabiduría, santidad y justicia. Mientras que el Salmo 139 charla de un Dios soberano y trascendente, también charla de un Dios íntimamente personal y también inmanente.
El Dios omnisciente (Salmo 139:1-6)
Señor, tú me examinas y me conoces. Tú sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; de lejos percibes mis pensamientos. Tú sabes realmente bien cuándo trabajo y cuándo descanso; mis caminos os son muy conocidos. Incluso antes que la palabra toque mi lengua, ya lo sabes completamente, Señor. Me rodeas por detrás y por enfrente, y me pones la mano encima. Tal conocimiento es demasiado maravilloso y está más allá de mi alcance, es tan prominente que no puedo alcanzarlo.
En los primeros seis versículos el salmista nos presenta al Dios omnisapiente. Empieza su oración diciendo que el Señor es quien lo busca y lo conoce. Sondear en este artículo transmite la iniciativa de “cavar”, “penetrar” o “llegar como mucho profundo”.
Diciendo: “Señor, tú me escudriñas y me conoces”; el salmista afirma que Dios sabe mucho más sobre su historia que él mismo. Admite que el conocimiento de Dios llega como mucho profundo de su ser, donde ni siquiera él puede llegar.
Desde el versículo 2, el salmista charla de de qué manera Dios conoce cada instante de tu vida cotidiana. Pero el salmista va aún mucho más lejos. Afirma que Dios percibe sus pensamientos desde lejos.
En la antigüedad, la multitud tenía una comprensión territorial de sus deidades. Cada ciudad tenía su dios; creyeron que en los límites de ese territorio tal deidad reinaba, conocía y resguardaba a sus fieles.
Pero en el Salmo 139 el salmista rompe y desdeña este pobre y arruinado término. Presenta un Dios que no está sujeto a fronteras territoriales. Este Dios no solo conoce lo que está dentro de los límites de un cierto reino. El salmista charla de un Dios que percibe de lejos cada pensamiento del hombre.
El padre no conoce el pensamiento del hijo; el hijo no conoce el pensamiento del padre. El marido no conoce los pensamientos de su mujer, ni la mujer los pensamientos de su marido, por mucho que se amen. Pero Dios conoce nuestros pensamientos.
Se cree que alrededor de diez mil pensamientos se elaboran diariamente en nuestra cabeza. Varios de estos pensamientos suceden en un nivel del que ni siquiera somos conscientes. Esto significa que Dios conoce los pensamientos que ni siquiera nosotros conocemos. Por eso el salmista dice que Dios también conoce todas nuestras expresiones, antes de que lleguen a nuestro idioma.
El Dios omnipresente (Salmo 139:7-12)
¿Dónde podría huír de tu Espíritu? ¿Adónde podría huir de tu presencia? Si subo al cielo, allí estás tú; si hago mi cama en la tumba, allí también estás tú. Si subo sobre las alas del alba y habito al otro lado del mar, aun allí tu diestra me guiará y me sostendrá. Aunque diga que las tinieblas me cubrirán, y que la luz se convertirá en noche a mi alrededor, veré que ni siquiera las tinieblas son oscuras para ti. La noche relucirá como el día, por el hecho de que las tinieblas son luz para ti.
La primera reacción del pecador a la grandeza y santidad del Dios omnisapiente es intentar huír. Este sentimiento de escapada se puede observar desde la Caída del hombre en el Edén (Génesis 3).
Pero en el Salmo 139 el escritor entiende cuán inútil es esto. Nunca podemos escapar del Dios omnipresente. El salmista afirma que los ojos de Dios lo encuentran dondequiera que va, ya sea en el cielo mucho más alto, o en el abismo más profundo. ¡Ni siquiera la muerte puede esconder al hombre de los ojos de Dios!
El salmista también dice que si se levantara con las alas del alba y habitara en los confines de los mares, la mano de Dios lo guiaría y lo sustentaría. La idea en esta expresión es que incluso si el hombre pudiese llegar a los confines del planeta con la agilidad de la luz, no estaría alén del poder de Dios.
Si el hombre trata de recurrir a las tinieblas para ocultarse de Dios, el salmista también dice que esto es imposible. Absolutamente nadie podría nunca ocultarse en la obscuridad de aquel que en el principio dijo: «¡Que se lleve a cabo la luz!» (Génesis 1:2). A través del profeta Isaías Dios afirma: “Yo formo la luz y creo la oscuridad” (Isaías 45:7).
Dios Todopoderoso (Salmo 139:13-18)
Tú creaste mi ser más íntimo y me entretejiste en el vientre de mi madre. Te alabo por el hecho de que me hiciste particular y admirable. Tus trabajos son maravillosos! De eso estoy bastante seguro. Mis huesos no os fueron ocultos en el momento en que en misterio fui formado y entretejido como en las profundidades de la tierra. Tus ojos han visto mi feto; todos los días señalados para mí se escribieron en tu libro antes que alguno de ellos. ¡Qué hermosos son para mí tus pensamientos, oh Dios! ¡Qué grande es su suma! Si los contara, serían más que granos de arena. Si terminaras de contarlos, todavía estaría contigo.
Siguiendo el Salmo 139 el salmista habla de de qué manera el Dios omnisciente y omnipresente muestra su omnipotencia en la creación del hombre. Exhibe a Dios como un artesano especial que edifica su obra de arte en los sitios más poco probables. Dios forma al hombre en misterio en las tinieblas del seno materno, y allí lo ve clara y con perfección.
El salmista dice que Dios lo tejió en el vientre de su madre. Como un tejedor perfeccionista que protege al aspecto cada hilo que se teje, de esta manera Dios forma al hombre. Tres mil años una vez que se escribiera el Salmo 139, la ciencia descubrió que el cuerpo humano está tejido con billones y billones de células.
Algunos científicos charlan de algo mucho más de treinta billones de células. ¡El valor es estimado porque absolutamente nadie pudo contarlo! El núcleo de cada célula tiene unos 2 metros de código genético dispuesto como una cinta que increíblemente logra encajar en un espacio tan pequeño que hay que medirlo en millonésimas de metro. Pero aun de esta manera, ¡ni un milímetro de esa hebra genética se enreda!
La ciencia no sabe exactamente cómo esto puede ser posible, pero la Biblia sí. El Salmo 139 declara que esto es posible por el hecho de que ¡Dios mismo es quien teje al hombre!
En el versículo 16, los intérpretes se han dividido en cuanto a su interpretación. Básicamente hay 2 posibilidades. El primero dice que el salmista asegura que sus integrantes fueron escritos en el libro de Dios antes de que tenga existencia ninguno de ellos. La iniciativa sería algo tal como un arquitecto que planea, registra y ejecuta cada aspecto de su emprendimiento. En ese sentido, cada detalle de cada integrante de nuestro cuerpo fue planeado y conocido en concordancia al propósito soberano de Dios antes de su avance.
La otra posibilidad mantiene que son nuestros días los que fueron registrados en el libro de Dios antes que existieran. La iniciativa es que el Dios que con esmero nos formó asimismo planeó nuestros días hasta el desenlace desde el principio. El contexto estimula ambas interpretaciones, y bíblicamente las dos hipótesis son verdaderas. Reflexionando sobre la vida humana, Job una vez declaró: “Puesto que sus días están ciertos, el número de sus meses está contigo; y lo pones límites, y no pasará más allá de ellos.” (Job 14:5).
Frente algo tan fantástico, el salmista no se ofende, sino se distribución a la grandeza de Dios. Si por un lado Dios conoce pormenorizadamente sus pensamientos, por otra parte el salmista declara que no es con la capacidad de enumerar los hermosos pensamientos de Dios. ¡Procurar contarlos sería delirante!
Después, el apóstol Pablo estaba tan embelesado como David por los decretos eternos de Dios. Por ello concluyó: “Pues de él, por él y para él son todas las cosas; gloria, ya que, a Él para toda la vida. ¡Amén!» (Romanos 11:33-36).
El Dios Muy santo y la Sumisión del Hombre a Él (Salmo 139:19-24)
¡Esperemos mataras a los impíos, oh Dios! ¡Aléjense de mí, asesinos! Por el hecho de que hablan de ti con maldad; en vano se rebelan contra ti. ¿No odio a los que te odian, Señor? ¿Y no aborrezco a los que se rebelan contra vosotros? ¡Tengo un odio inexorable hacia ellos! ¡Los considero mis enemigos! Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame, y conoce mis preocupaciones. Mira si hay algo en mi conducta que te ofenda, y dirígeme por el camino eterno.
Algunas personas no tienen la posibilidad de entender la última parte del Salmo 139. Algunos piensan que esta última parte no armoniza con el resto del salmo. Pero es simple ver que esta última parte es la única conclusión posible una vez que el salmista reflexiona sobre la excelencia de Dios.
Primero, revela su indignación contra aquellos que se atreven a menospreciar a un Dios tan enorme y fantástico. Con esto afirma que detesta a los impíos. Aquí es esencial entender que no hay contradicción con la enseñanza de Jesús en el Nuevo Testamento de que debemos querer a nuestros contrincantes. El salmista no está declarando su ira contra sus enemigos, sino más bien contra los contrincantes de Dios.
El odio que el salmista siente y registra al final del Salmo 139 no se apoya en el egoísmo. Esta santa ira es la reacción esperada de esos que conocen al verdadero Dios y no admiten que absolutamente nadie lo blasfeme. En el Salmo 139, el escritor bíblico no se preocupa por su honor, sino por el honor de Dios. Este es el consejo del apóstol Pablo: “Vas a ir y no pecarás” (XX).
Pero el salmista asimismo revela que no es un hipócrita. No dirige su indignación sólo contra los impíos, sino más bien también contra sí mismo. Sabe que en el fondo, por su propia naturaleza, no es preferible que ellos. Por eso siente temor ante la santidad de Dios. Entonces, naturalmente, cierra su oración con una petición franca de que Dios lo busque, lo pruebe, lo busque y vea si hay algo malo en él.
El salmista reconoce que ni él mismo es capaz de discernir absolutamente su corazón. El profeta Jeremías redacta que el corazón del hombre es engañoso (Jeremías 17:9). El salmista temía que algún mal escondido pudiese estar dentro de él. La palabra hebrea traducida como “mal” es bastante gran. Aun transmite una sensación de idolatría. En este sentido es tal y como si el salmista dijera: “Dios, búscame y mira si hay algo escondido en mí que pecaminosamente desee intentar rivalizar con tu grandeza y ofender tu presencia”. Al final pregunta: “Guíame por el sendero eterno”.
Aplicaciones de estudiar el Salmo 139
Por supuesto hay muchas enseñanzas que aprendemos del estudio del Salmo 139. Aquí citaremos 4 apps centrales de este salmo.
Primero, el Salmo 139 nos enseña que es realmente difícil mentir o pasar desapercibido ante el Dios omnisapiente. Él conoce cada aspecto y momento de nuestras vidas; él conoce nuestros pensamientos exhaustivamente. Él sabe más de nosotros que nosotros.
Aquí tenemos la posibilidad de recordar el episodio en el que el profeta Samuel fue a la vivienda de Isaí para ungir al nuevo rey de Israel. Quedó impresionado con el aspecto de Eliab, el hermano mayor de David, pero Dios le ha dicho: “No miréis su apariencia ni lo grande de su estatura, por el hecho de que yo lo he desechado; porque el Señor no ve como ve el hombre. Porque el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón”. (1 Samuel 16:7).
Segundo, el Salmo 139 nos enseña que es realmente difícil huír del Dios omnipresente. El profeta Jonás fue alguien que pensó que podía escapar de Dios. Tal vez pensó que yendo en dirección opuesta a la que le habían mandado, podría huír del Señor. No podría estar mucho más equivocado.
Tercero, el Salmo 139 nos enseña que es imposible ocultarse del Dios omnipotente. Todavía en el ejemplo de Jonás, el profeta no solo trató de huir de Dios, sino que también trató de esconderse de él. Se acostó en la bodega de un barco en medio del mar, pero el Dios omnipresente lo encontró allí. ¿De qué forma podría alguien esconderse en la mitad del mar precisamente del que creó el mar y la tierra seca? Cuán inútil y sin ningún sentido fue el plan de Jonás (Jonás 1:9).
Cuarto, el Salmo 139 nos enseña que es imposible permanecer igual tras comprender al Dios grande y verdadero; el Muy santo Constructor y Sustentador de todas las cosas. Si mencionamos que conocemos a Dios, pero no estamos indignados por la rebelión del pecador contra Él; si admitimos como algo normal la transgresión de su Ley; y si vivimos nuestras vidas coqueteando con el pecado, entonces hay algo malísimo en nosotros.
Que la oración del salmista en el Salmo 139 sea también nuestra oración mucho más sincera en todos y cada uno de los días de nuestra vida: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame, y conoce mis preocupaciones. Mira si hay algo en mi conducta que te ofenda y dirígeme por el camino eterno”. (Salmo 139:23,24).
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