¿Qué significa incircunciso en la Biblia?

La palabra “incircunciso” tiene relación a alguien que no ha sido circuncidado. No obstante, el concepto de “incircunciso” en la Biblia es dependiente del contexto en el que se emplea este término, ya que esta palabra puede emplearse así o figurativamente. En sentido figurado, en la Biblia la persona incircuncisa suele ser aquella que no forma parte al pueblo de Dios o que lleva una vida de pecado.
Para comprender mejor el significado de incircunciso en la Biblia, primero se debe comprender la importancia del ritual de la circuncisión en la historia bíblica. En el Antiguo Testamento, básicamente la circuncisión servía como una señal externa que identificaba a un hombre como parte de la familia del pacto.
La circuncisión fue establecida por Dios en el contexto de su pacto con Abraham y sus descendientes. En la antigüedad, un pacto firmado entre 2 partes acostumbraba a ir acompañado de algún símbolo que apuntaba a su oficialización.
Por eso, en el momento en que Dios hizo el pacto con Abraham, determinó que todos y cada uno de los hombres de su descendencia fueran circuncidados como señal de que formaban una parte del pueblo escogido, herederos de la promesa divina. Aunque otros pueblos del antiguo Próximo Oriente asimismo usaban la circuncisión, esta práctica tenía un significado especial en Israel, en tanto que tenía que ver con el pacto de Dios con su pueblo; y cualquiera que no tuviera esta señal del pacto en su carne se identificaba como incircunciso, aun si había sido circuncidado en otras etnias.
El concepto figurativo de incircunciso
Aparte del significado así de incircunciso en referencia al procedimiento físico que servía para distinguir al pueblo de Israel de otros pueblos viejos que no temían a Dios, en la Biblia se encuentra extensamente el uso figurativo de esta palabra. En este sentido, ser incircunciso significaba ser incrédulo o rebelde en frente de los principios divinos.
En el Antiguo Testamento, por servirnos de un ejemplo, en múltiples pasajes los mismos israelitas que estaban físicamente circuncidados son clasificados como incircuncisos por su desobediencia y apego a una vida de pecado. Es así que el profeta Jeremías profetizó contra los israelitas impenitentes diciendo que tenían corazón y oídos incircuncisos pues rechazaron la Palabra del Señor (Jeremías 6:10; 9:25).
Algo afín asimismo se puede notar en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, en su Carta a los Romanos, el apóstol Pablo explicó que un judío físicamente circuncidado que vivía en desobediencia era, en realidad, espiritualmente incircunciso, y su circuncisión física no servía de nada. Por otro lado, un gentil piadoso obediente a los preceptos del Señor, aunque no estuviese circuncidado físicamente, de todos modos estaba circuncidado espiritualmente (Romanos 2).
¿Tiene la circuncisión algún concepto religioso para el fiel?
La Biblia dice que en Cristo no hay distinción entre circuncisos e incircuncisos (Romanos 10:12). De hecho, la circuncisión jugó un papel fundamental en el Antiguo Pacto. Pero a la luz de la revelación progresiva de Dios que culminó en la Novedosa Coalición inaugurada por Cristo, la circuncisión resultó ser una señal transitoria que apuntaba a algo superior y permanente.
Incluso el mismo Nuevo Testamento arroja luz sobre el origen de la circuncisión en la alianza entre Dios y Abraham, y resalta que la persona no es justificada por la circuncisión, sino más bien por la fe, puesto que Abraham fue objeto de la justificación en el momento en que aún no estaba circuncidado. De esta manera, Abraham se transformó espiritualmente en padre de todos los que creen y caminan en exactamente la misma fe demostrada por él, ya sean circuncidados físicamente o incircuncisos (Romanos 4:9-12). En el Nuevo Testamento, lo más importante no es la circuncisión física, sino más bien la circuncisión del corazón (Romanos 2:29).
En los primeros años de la Iglesia Primitiva, había un conjunto de individuos que se conocían como «judaizantes». Estas personas trataron de imponer ciertos requisitos de la ley judía a los fieles gentiles, siendo el principal de ellos la circuncisión. Este grupo fue poderosamente opuesto, singularmente por el apóstol Pablo.
Por consiguiente, muchas veces en sus cartas Pablo se preocupó de instruir que en Cristo, judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, están todos unidos en la única familia de Dios. Además de esto, el apóstol dejó en claro que la obra salvadora de Cristo no requiere complemento.
El día de hoy, el pueblo de Dios está circuncidado por la «circuncisión de Cristo». Los creyentes fueron enterrados con Cristo en el bautismo y resucitaron con Él a través de la fe en el poder de Dios a una exclusiva vida (Colosenses 2:11,12). En este sentido, en vez de la circuncisión, el bautismo en agua se transformó en la señal exterior que identifica públicamente a los que pertenecen al Nuevo Pacto.
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