RELIGION CRISTIANA

Unción: desearla, buscarla y adquirirla ¿Qué es?

¿Qué es la unción? Busca y consigue este bautismo

Tengo la firme convicción de que todo lo que tiene relación a Dios y sus proyectos, cuando se comunican, salen de su corazón con el propósito de alcanzarnos y transformarnos. En este artículo, hablaremos sobre la unción. Sé que sería una pretensión poco responsable de mi parte sintetizar y hasta agotar este tema en un solo artículo, pero el objetivo principal es ocasionar en ti un despertar para que quieras, busques y adquieras la unción.

“La unción, en la simbología bíblica y vieja, es signo de abundancia” (CIC 1293). Con base en esta afirmación, del Catecismo, se comprueba que la unción siempre fué una parte de la crónica de la humanidad, es un beneficio divino para todo hombre y mujer sometidos a la voluntad de Dios con una misión en esta tierra: “Id por todo el planeta y predicad el Evangelio a toda criatura» (cf. Mt 16,15).

Fotografía ilustrativa: Fichero CN

Este orden de Jesús, en el Nuevo Testamento, fue igualmente comprendido y cumplido en el Antiguo Testamento por los patriarcas, reyes y profetas constituidos por Dios.

Es posible que haya escuchado la oración: «Dios no llama a los calificados, pero da poder a los elegidos». Dar poder a los seleccionados es ungirlos.

La unción es el “documento” de aprobación celestial en la vida de un individuo, de un grupo, para, a través de los ungidos, inmiscuirse de manera directa en la naturaleza humana, en el curso de la narración de un pueblo, de una localidad y de una nación.

Hay un sendero por recorrer para recibir la unción

Es verdad que, en el bautismo sacramental, recibimos la unción que nos hace reyes, sacerdotes y profetas, pero la unción que rebosa, que influye en el planeta, sólo se adquirirá a un “precio” muy alto, y la moneda que “ compra” esta unción lleva por nombre renuncia.

En las Sagradas Escrituras podemos encontrar la crónica de hombres y mujeres que pagaron tal precio, que renunciaron a sus sueños personales, negaron sus proyectos meramente humanos, abdicaron de un sendero antes placentero, para ocuparse al fascinante ejercicio de la voluntad del Uno. quien los llamó: Dios.

La pequeña María Helena Kowalska, que más tarde se transformaría en Santa Faustina, Apóstol de la Divina Misericordia, fue llamada cuando solo tenía siete años, aun antes de recibir la primera comunión; y el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, nuestro amado Papa Francisco, que recibió una exclusiva misión, una exclusiva unción a los 77 años, son 2 ejemplos extremos de cuánto Dios quiere ungir y usar a los hombres y mujeres, ya sea en la niñez o en la vejez .

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Nuestro mundo necesita hombres y mujeres, jóvenes e inclusive pequeños dispuestos a ser abundantemente de Dios y ser utilizados ​​por Él.

Déjate ungir por Dios

Amado hermano o hermana, Dios quiere ungirte. Desea ser ungido asimismo, pague el precio y reciba Su porción.

“Los ungidos participan mucho más intensamente en la misión de Jesús y en la plenitud del Espíritu Santo, tal es así que toda su vida exuda el buen fragancia de Cristo” (CIC 1294).

No cabe duda de que los ungidos son los que marcan la diferencia en su generación. Si Dios te dio alas para volar, ¿por qué razón gatear?

Es muy común, en el campo de la evangelización, decir: “Ese siervo tiene unción”. Pero como nos asegura el Apóstol Pablo que “absolutamente nadie puede decir que Jesucristo es Señor, si no es por el Espíritu Santurrón” (cf. 1 Cor 12,3), solo los que tienen la unción pueden verlo.

Sé tú donde Dios plantó la Palabra ungida a los que Él encomendó, deja el ámbito de admiración y sé personaje principal en tu barrio, en tu ciudad, en tu casa, en tu entorno profesional – “Tú, tú recibiste la Unción del Espíritu.» (cf. 1 Jn 2,20).

No poseas miedo de lo que vas a perder gracias a la unción. Dios no destituye a los que le dan prioridad. Por el contrario, cree esperanzas en lo que va a tocar gracias a la unción recibida. Sabe premiar a los decididos.

Las Sagradas Escrituras nos afirman: “Él ya ha reservado la victoria para su ungido, su siervo”. (cf Sal 20,7).

Más que leer, deseo ser llevado por el propósito de este artículo: ¡bendecirte!

Evandro Nunes

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