Una historia de dos países, una elección entre dos culturas

El primer ministro irlandés, Leo Varadkar, anuncia el 29 de enero que el gobierno realizará un referéndum sobre la liberalización de las leyes del aborto a fines de mayo. (Foto del CNS/Clodagh Kilcoyne, Reuters)

En un país, el presidente se dirigió recientemente a la Marcha pro-vida anual y ampliamente apoyada, calificándola de ‘un movimiento nacido del amor’.

Al otro lado del Atlántico, el líder del principal partido de oposición en otro país acaba de ceder ante lo que la mayoría de los medios nos harían creer que es el sentimiento predominante dentro de esa jurisdicción, y con ello la inevitabilidad del aborto legalizado. Con el Primer Ministro y el establecimiento político de varios matices ideológicos presionando fuertemente por un voto ‘Sí’ en un próximo referéndum sobre la legalización del aborto, uno se pregunta de dónde vendrá la voz de la opinión opuesta en esa tierra.

El primer país, por supuesto, es Estados Unidos. El segundo es Irlanda. El primero ha sido testigo de los efectos mortales del aborto desde la decisión de la Corte Suprema de 1973. Roe contra Wade; el segundo ha olvidado o se ha vuelto ciego ante cuánto bien se ha hecho desde que se consagró en su constitución en 1983 una protección para la madre y el niño por nacer.

Con un referéndum a la vista, la mayoría de los políticos irlandeses están, incluso ahora, oficialmente ‘indecisos’. Sin duda desean ver de qué lado sopla el viento de la opinión popular irlandesa para asegurar la supervivencia de sus escaños parlamentarios.

Los medios irlandeses son liberales hasta la médula. Su actitud hacia el movimiento pro-vida irlandés es desdeñosa ya menudo abiertamente hostil; presenta la posición pro-vida, siempre, como una opinión minoritaria. Periódicos como Los tiempos irlandeses se han convertido en casi activistas a favor de la derogación de la Constitución irlandesa de 8el Enmienda: la salvaguardia constitucional para el niño por nacer y el tema del próximo referéndum. La palabra ‘compasivo’ ha sido secuestrada por los medios de comunicación irlandeses, sin desafío, para caracterizar a aquellos que desean introducir las fábricas de abortos en suelo irlandés. Mientras que los medios retratan a un lado como centrado en la ‘elección’, el otro no es marginado como ‘pro-vida’ sino como ‘anti-aborto’; una posición fuertemente asociada con una mentalidad negativa y mezquina, y un retroceso a una Irlanda ahora relegada a los libros de historia hace mucho tiempo.

Por supuesto, los pro-vida están en contra del aborto. La mayoría de las personas familiarizadas con los hechos de lo que implica el aborto están en contra del aborto, incluso el lado pro-elección no desea ser identificado como ‘pro-aborto’. Entonces, si el procedimiento médico no es la cuestión esencial, ¿entonces qué lo es? La palabra ‘elección’ da una pista. ¿Elegir qué? ¿Y para quién?

El debate en curso sobre si abolir la 8ª Enmienda de la Constitución irlandesa no se trata solo de ética y filosofía, o de una disposición de salud pública. Se trata de si existe una vida en el útero y si alguien tiene derecho a jugar a ser Dios con esa vida. Uno no puede dejar de pensar que cada persona que ahora vive fue una vez ese niño en el útero. Hoy en día, muchos se autodeclaran ‘antiguos embriones de por vida’.

Irlanda aún no tiene el legado sangriento de la posguerra.Roe contra Wade Estados Unidos. Tampoco ha sido testigo de primera mano de los efectos de la agenda eugenésica de otros países europeos como Islandia y Dinamarca, donde los niños con síndrome de Down han sido prácticamente erradicados. Sin embargo, muchos en Irlanda parecen reacios a mirar o escuchar otra cosa que no sean sus propios medios sesgados, que incansablemente miente con que el aborto es de alguna manera progresista y un ‘derecho humano’. A la luz de las experiencias de otros países, muchos en Irlanda simplemente están cerrando los ojos ante las consecuencias y la naturaleza del aborto, prefiriendo en cambio creer en los estereotipos construidos de desagradables ‘anti-abortistas’ y ‘compasivos’ a favor del aborto. Lamentablemente, siempre es más fácil ir con la multitud, incluso si es directo al abismo.

Que así sea. Solo que quede claro que en el próximo referéndum no es un cambio legislativo lo que Irlanda está votando sino una revolución cultural, una revolución cultural descrita tan bien por San Juan Pablo II como “la cultura de la muerte”, una cultura que está “activamente fomentado por poderosas corrientes culturales, económicas y políticas que fomentan una idea de sociedad excesivamente preocupada por la eficiencia”. La introducción del aborto en Irlanda cambiará el país y sus ciudadanos en formas que aún no se han imaginado, para las generaciones venideras, y en formas que las generaciones futuras verán con amargo pesar.