Texto completo de la Homilía en la Solemnidad de la Epifanía
HOMILÍA DEL SANTO PADRE
Santa Misa en la Celebración de la Epifanía
(Basílica de San Pedro, 6 de enero de 2022)
Los Reyes Magos van de camino a Belén. Y su peregrinaje nos interpela también a nosotros: estamos llamados a caminar hacia Jesús, por el hecho de que él es la estrella polar que ilumina los cielos de la vida y guía los pasos hacia la verdadera alegría. Pero, ¿cuál fue el punto de partida de la peregrinación de los Reyes Magos para conseguir a Jesús? ¿Qué impulsó a estos hombres del Este a emprender un viaje?
Tenían excelentes disculpas para no irse: eran sabios y astrólogos, tenían fama y riquezas; en posesión de tal seguridad cultural, social y económica, podían acomodarse en lo que tenían y sabían, permitiéndose estar relajados. Pero no; dejarse inquietar por una pregunta y una señal: “¿Dónde se encuentra [Aquele] que nació? Sierra [despontar] Tu estrella…” (monte 2, 2). Su corazón no se deja empapar en la choza de la apatía, pero tiene sed de luz; no se arrastra pesadamente por la pereza, pero está encendido por la nostalgia de nuevos horizontes. Sus ojos no están vueltos hacia la tierra, sino son ventanas abiertas al cielo. Como afirmaba Benedicto XVI, eran “personas de corazón alterado (…); hombres en espera, que no estaban satisfechos con sus ingresos asegurados y una posición popular (…); eran buscadores de Dios” (Homilía06/I/2013).
Pero, ¿de dónde viene esta sana inquietud que los llevó a la peregrinación? Del deseo. Este es su secreto interior: comprender querer. Meditemos en esto. Desear significa mantener vivo el fuego que arde en nosotros y nos impulsa a buscar más allá de lo inmediato, más allá de las cosas visibles. Significa admitir la vida como un secreto que nos supera, como una puerta siempre abierta que nos invita a mirar mucho más allá, pues la vida no es “toda aquí”, asimismo está “en otra parte”. Es como un cuadro en blanco que necesita ser coloreado. Un gran pintor, Van Gogh, escribió que la necesidad de Dios lo impulsaba a salir a la noche a pintar las estrellas. Esto es porque Dios nos hizo de esta forma: empapados de deseo; destinado, como los Reyes Magos, hacia las estrellas. Somos lo que deseamos. Por el hecho de que son los deseos los que ensanchan nuestra mirada y empujan la vida mucho más allí: alén de las barreras de la costumbre, más allá de una vida limitada al consumo, más allá de una fe repetitiva y fatigada, alén del temor a correr peligros, a comprometernos por los demás y por el bien. «Nuestra vida – afirmaba san Agustín – es una gimnasia del deseo» (Tratados sobre la Primera Carta de JuanIV, 6).
Hermanos y hermanas, como en el caso de los Reyes Magos, nuestro sendero de vida y nuestro camino de fe asimismo necesitan deseo, impulso interior. Necesitamos esto como Iglesia. Sería bueno preguntarnos: ¿dónde estamos en el viaje de fe? ¿No llevamos bastante tiempo bloqueados, atrapados en una religión usual, externa, formal, que ya no excita el corazón y por el momento no cambia la vida? ¿Nuestras expresiones y ritos despiertan en el corazón de las personas el deseo de caminar hacia Dios, o son un “lenguaje muerto”, que habla solo de sí mismo y para sí mismo? Es triste cuando una comunidad de fieles ya no tiene deseos, arrastrándose, cansados, en la administración de las cosas, en lugar de dejarse llevar por Jesús, por la alegría explosiva y también inquietante del Evangelio.
En nuestra vida y en nuestras sociedades, la crisis de fe tiene que ver también con la desaparición del deseo de Dios. Tiene que ver con la somnolencia del espíritu, con el hábito de contentarnos con vivir al día, sin cuestionarnos qué quiere Dios de nosotros. Nos detenemos bastante en los mapas de la tierra y nos olvidamos de alzar los ojos al cielo; estamos llenos de varias cosas, pero sin la nostalgia de lo que nos falta. Nos enfocamos en las pretensiones, en qué comer y qué vestir (cf. monte 6, 25), dejando desvanecer el anhelo de lo que lo supera. Y nos enfrentamos a la bulimia de comunidades que lo tienen todo y frecuentemente no sienten nada en el corazón. Pues la falta de ganas lleva a la tristeza y la indiferencia.
Con la mirada puesta sobre todo en nosotros, preguntémonos: ¿de qué forma es el sendero de mi fe? La fe, para partir constantemente, necesita ser disparada por el detonador del deseo, para ponerse en juego en la aventura de una relación sentida y viva con Dios. Pero, ¿está todavía mi corazón animado por el deseo de Dios? ¿O dejo que el hábito y las decepciones lo borren? Hoy es un buen día para hacernos estas preguntas. El día de hoy es el buen día para volver a alimentar las ganas. ¿Como realizar? Vamos a la “escuela del deseo” de los Reyes Magos. Arreglemos los pasos que toman y saquemos algunas lecciones.
En primer lugar, salir cuando hace aparición la estrella: nos enseñan que siempre y en todo momento es necesario regresar a emprender cada día, tanto en la vida como en la fe, por el hecho de que la fe no es una coraza que inmoviliza, sino un viaje impresionante, un movimiento continuo y también alterado, siempre en busca de Dios
Entonces los Reyes Magos en Jerusalén ellos preguntan: preguntan dónde se encuentra el Niño. Se nos enseña que requerimos cuestiones, a escuchar atentamente las cuestiones del corazón, de la conciencia; porque frecuentemente así habla Dios, que se dirige a nosotros más con preguntas que con respuestas. Pero dejémonos inquietar por las cuestiones de los pequeños, por las inquietudes, esperanzas y anhelos de los hombres de nuestro tiempo. Déjate cuestionar.
también los magos desafío Herodes. Nos enseñan que requerimos una fe intrépido, profética, que no tema retar la lógica oscura del poder, convirtiéndose en semilla de justicia y fraternidad en una sociedad donde, aún el día de hoy, muchos “héroes” siembran muerte y masacran a los pobres y inocente. , en la indiferencia de la multitud.
Finalmente, los magos devolver “por otro sendero” (monte 2, 12): nos incitan a arrancar caminos nuevos. Es la creatividad del Espíritu, que siempre y en todo momento hace novedades. Es también una de las tareas del Sínodo: caminar en la escucha juntos, a fin de que el Espíritu nos sugiera nuevos caminos, caminos para llevar el Evangelio al corazón de los que son indiferentes, viven aislados, de los que tienen perdido la promesa pero buscan lo que sintieron los Reyes Magos: una “enorme alegría” (monte 2, 10).
En la culminación del viaje de los Magos, no obstante, hay un instante crucial: habiendo llegado a su destino, vieron al Niño y “se postraron y lo adoraron” (2,11). querer. Debemos recordar esto: el sendero de la fe solo encuentra impulso y plenitud en la presencia de Dios. Sólo si recobramos el gusto por la adoración se moderniza el deseo. Porque el deseo de Dios crece con sólo estar delante de Dios. Por el hecho de que solo Jesús cura los deseos. ¿De que? De la dictadura de las necesidades. En efecto, el corazón se enferma cuando los deseos coinciden solo con las necesidades; mientras que Dios eleva los deseos; purifícalos, sánalos, curándolos del egoísmo y abriéndonos al amor por Él y por nuestros hermanos. De ahí que, no olvidemos la Adoración: detengámonos frente a la Eucaristía, dejémonos transformar por Jesús.
Aquí, como los Reyes Magos, vamos a estar seguros de que, aun en las noches mucho más oscuras, reluce una estrella. Es la estrella de Jesús, que viene a cuidar de nuestra frágil humanidad. Emprendamos el sendero hacia Él. No le dimos a la apatía ya la resignación la fuerza para hundirnos en la tristeza de una vida mediocre. El planeta espera de los fieles una carrera renovada hacia el Cielo. Como los Reyes Magos, levantemos la cabeza, escuchemos el deseo del corazón, sigamos la estrella que Dios hace relucir sobre nosotros. Como buscadores incansables, permanezcamos libres a las sorpresas de Dios. Soñemos, procuremos, adoremos.
Esperamos que le gustara nuestro articulo Texto completo de la Homilía en la Solemnidad de la Epifanía
y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
Cosas interesantes de saber el significado : Dios