Tercer Domingo de Adviento: Domingo de Alegría
Tercer Domingo de Adviento: Domingo de Alegría
¿Cómo ser feliz en medio de tanta injusticia, con tantos enemigos y traiciones? ¿Cómo ser feliz en una sociedad desechable, donde las personas valen lo que tienen? En cualquier caso, el profeta Isaías insiste: “¡Alégrate!”.
Pie. Rafhael Silva Maciel – Presbítero de la Arquidiócesis de Fortaleza y Maestro en Liturgia
Llegamos al Tercer Domingo de Adviento, conocido como Domingo Gaudete, o Domingo de la Alegría. Desde el comienzo, nos hacemos el interrogante: ¿qué alegría nos sugiere ir a vivir la liturgia de el día de hoy? La 1ª lectura nos ofrece una clave de comprensión: “Que la tierra que estaba desierta y también infranqueable se regocije, se regocije en la soledad y florezca como un lirio. Germinar y exultar con alegría y alabanzas (…); sus pobladores verán la gloria del Señor, la majestad del Dios nuestro” (Is 35,1-2).
Sus pobladores van a ver la gloria de Dios, ¡ahí está mis hermanos! Puesto en tiempo futuro, el verbo nos presenta una promesa de Dios de que su gloria será vista en la tierra. La liturgia nos invita, pues, a una alegría de realización, una alegría de promesa, vivida en el Señor. Es la espera de la venida del Señor la que crea una alegría diferente en la vida de quien espera, como dice exactamente el mismo profeta Isaías: “Fortaleced las manos desgastadas y afirmad las rodillas debilitadas. Di a la gente deprimidas: “¡Ánimo, no tengáis miedo! Mirad, es vuestro Dios, es la venganza que viene, es la recompensa de Dios; él es quien viene a salvaros» (Is 35,3-4).
En este Domingo de Alegría, en el tiempo de Adviento, pienso que 2 cuestiones son importantes para nuestra meditación. Uno es sobre el género de alegría que nuestro pueblo ha estado viviendo y intentando encontrar, el otro es sobre la venganza de Dios.
Ciertamente, en medio de tantas crisis y muchos dramas vividos por la raza humana, charlar de alegría semeja hasta contradictorio; por una parte, por el hecho de que los motivos de alegría parecen languidecer ¿de qué forma ser feliz en medio de tanta injusticia, con muchos contrincantes y traiciones? ¿De qué manera ser feliz en una sociedad desechable, donde las personas valen lo que tienen? Por otra parte, la oferta de falsos disfrutes, siempre fugaces y también ilusorios, forman una parte del día a día de tantas personas: el poder, la acumulación de bienes, la lujuria, el sentimiento de “alivio” de las drogas, el alcohol, el “no poder”. volantes «fiestas. reglas» – vivir sin reglas y según con los deseos particulares, esa es la gran patraña de una alegría pasajera, superficialidades y también ilusiones creadas. En todo caso, el profeta Isaías insiste: “¡Alégrate!”.
Un segundo punto de nuestra meditación es el de la venganza de Dios, la respuesta al dilema del falso gozo y el verdadero gozo, que Isaías proclama en su profecía. Esta profecía se cumplió en Jesucristo. En el Evangelio Jesús nos responde: “Id y haced comprender a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven, los paralíticos andan, los leprosos son curados, los suecos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados” (Mt 11). , 4-5).
Así se venga Dios, realizando la obra de Salvación. El Papa emérito Benedicto XVI, en su homilía dijo: “De manera fácil podemos intuir de qué manera la gente piensa esta venganza. Pero exactamente el mismo profeta revela más tarde exactamente en qué consiste: en la amabilidad restauradora de Dios. La explicación determinante de las palabras del profeta la podemos encontrar en Aquel que murió en la Cruz: en Jesús, el Hijo de Dios encarnado que aquí nos mira con tanta insistencia. Su ‘venganza’ es la Cruz: el ‘No’ a la violencia, el ‘amor hasta el extremo’” (09.10.2006).
Hermanos míos, esta es la realidad que alegra nuestros corazones: comprender que nuestro Dios vino una vez en la carne y efectuó la obra determinante de nuestra redención. Que nos sobran causas para opinar que el planeta en que vivimos no tiene la última palabra sobre nosotros, sino la última palabra siempre y en todo momento será de Dios. Lo escuchamos de Santiago Apóstol, en la 2ª lectura: “Estad firmes hasta la venida del Señor. Mira al labrador: espera el fruto bello de la tierra y continúa firme hasta la lluvia de otoño o de primavera” (Tg 5,7). Esta es la esperanza a la que nos invita el Adviento, a aguardar en Dios que no nos deja, sino que cosecha su promesa; la esperanza de un Dios que sale al encuentro del hombre: ¡Emanuel, el Mesías, Dios con nosotros!
Mis amados hermanos y hermanas, en este Adviento estamos llamados a vivir esta verídica alegría, no sólo esperando la Santa Navidad, sino más bien esperando la venida determinante del Señor. Estamos convidados a aguardar con alegría a Aquel que sana nuestras lesiones, calma nuestro dolor, nos mantiene en nuestras debilidades.
No podemos ser cristianos tristes y sin corazón. En el momento en que eso pasa, el Enemigo nos engaña con sus falsas promesas de felicidad y entramos en un círculo de secularización, relativismo y desesperanza. Todos y cada uno de los días observamos que nuestra fe es ridiculizada por unos y otros, vemos surgir “nuevas religiones” en la idolatría de los mandatarios políticos, el dinero y el poder. ¡Pero el católico debe estar labrado por la fe, la promesa y la caridad en el Dios que nos amó, nos ama y nos amará siempre y en todo momento!
Benedicto XVI, en esa homilía, todavía insistía: “Este es el Dios que requerimos. No nos falta el respeto a las demás religiones y culturas, ni el respeto profundo a su fe, si confesamos en voz alta y sin recurrir a ese Dios que opone su padecimiento a la violencia; que frente al mal y su poder levanta, como límite y superación, su clemencia. Le dirigimos nuestra súplica, a fin de que esté entre nosotros y nos asista a ser sus testigos creíbles”.
Estimados hermanos y hermanas, esta semana que cerramos nos ha recordado varias veces la memoria de la Virgen María. Ella es un signo vivo de que “la promesa no defrauda” (Rm 5,5). Pidámosle a nuestra buena Madre del Cielo que nos enseñe a aguardar en la alegría. El Adviento, por consiguiente, nos prepara para la celebración de la Natividad del Señor, pero nos invita, al tiempo, a reconocer que “Él está en medio de nosotros” en su venida a nuestras vidas, y a aguardarlo con alegre afán y compromiso. fraterna tu venida determinante! Por eso, insistimos: “¡Alégrate! ¡Regocijaos en el Señor siempre y en todo momento!”
Esperamos que le gustara nuestro articulo Tercer Domingo de Adviento: Domingo de Alegría
y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
Cosas interesantes de saber el significado : Dios