Santa Escolástica se festeja este 10 de febrero.
Hermana gemela de São Bento, es recordada y conocida como la fundadora de la rama benedictina de mujeres en la monarquía.
Los dos nacieron en 480, en Nursia, Umbría, Italia.
Como asegura Dante Aragón, máster de psicología y especialista en antropología cristiana en un producto de la página web A12 (21/09/21), “Santa Escolástica empezó muy pronto a seguir a Jesús.
Mujer de oración, siempre y en todo momento acompañó a su hermano por medio de la intercesión.
Entonces, en el momento en que sus padres fallecieron, ella dio todo a los pobres.
Junto con una criada, amiga de confianza y asimismo seguidora de Cristo, fue a conocer a São Bento, que salió del claustro para recibirla.
Con ciertos monjes charlaron y ella expresó su deseo de proseguir a Cristo mediante las reglas benedictinas”, afirma.
Y añade: “San Benito discernió su vocación hasta el punto de pasar la regla a su hermana y ella se transformó en la creadora de la rama femenina: las benedictinas.
No pasó mucho tiempo a fin de que muchas mujeres jóvenes prosiguieran a Cristo en los pasos de San Benito y Santa Escolástica”.
Para entender más sobre la vida de Santa Escolástica, lea este hermoso artículo publicado por Vatican News:
“Quien más quiere, mucho más puede”!
Este desafío se hizo con Bento de Nursia, pero la ganadora fue su hermana gemela, Escolástica, quien se consagró al Señor desde muy joven.
Viviendo a la sombra de su hermano, el padre del monacato occidental, fue siempre y en todo momento un leal intérprete de su Regla.
Se presume que Escolástica, la primera monja benedictina, vivió entre 480 y 543.
Natural de Nursia, en la región italiana de Umbría, fue una dócil alumna de Bento, de quien recibió la sabiduría del corazón, hasta el punto de superando a su maestro: es lo que narra San Gregorio Magno en sus “Diálogos”, único artículo de referencia, con pocas mientes de la vida de este Santo; incluso describe un episodio especial, en el que ella revela una marcada personalidad humana y una enorme hondura espiritual.
Vocación religiosa, después de las huellas del hermano
Según la crónica de Escolástica, se dice que era hija de Eutropio, descendiente de una antigua familia de miembros del senado romanos, los Anici, y de Claudia, que murió poco después de ofrecer a luz a los mellizos; a los 12 años fue enviada a Roma, adjuntado con su hermano Bento, donde han quedado intensamente escandalizados por la vida desmandada de la ciudad.
Bento primero se realizó ermitaño, al tiempo que Escolástica, heredera del patrimonio familiar y mostrándose alejada de los bienes terrenales, pidió a su padre que se dedicara a la vida religiosa.
Antes ingresó en un monasterio, cerca de Nursia, y luego se trasladó a Subiaco, siguiendo a su hermano, que había fundado la Abadía de Monte Cassino, al este de Nápoles.
Allí, a sólo siete km, creó el monasterio de Piumarola, donde, con sus hermanas, siguió la Regla de San Benito, que dio origen a la rama femenina de la Orden de las Benedictinas.
la regla del silencio
Era normal que Escolástica recomendara la observancia de la regla del silencio y evitar las diálogos con extraños en el monasterio, si bien fuesen visitantes devotos.
Ella repetía: “Cállate o charla de Dios, por el hecho de que ¿de qué puede hablarse tanto en este planeta si no es de Él?” A Escolástica le gustaba charlar de Dios, singularmente con su hermano Bento, con quien se reunía una vez por año.
El sitio donde mantenían los diálogos espirituales era una pequeña casa, ubicada en medio del camino entre los 2 monasterios.
El milagro que desafió a Benedicto
San Gregorio Magno cuenta que, en la última de sus reuniones, fechada el 6 de febrero de 543 –poco antes de su muerte–, Escolástica solicitó a su hermano que prolongara la conversación hasta la mañana del día después, pero Benedicto se opuso para no violar la regla.
Entonces Scholastic rogó al Señor que no dejase proceder a su hermano, rompiendo en llanto.
Entonces, una tormenta inopinada y violenta forzó a Bento a quedarse con ella, lo que los llevó a charlar toda la noche.
La primera reacción de Bento ante la tormenta improvisada fue, sin embargo, de molestia: “Que Dios Todopoderoso te perdone, hermana.
¿Que hiciste?”.
Y Escolástica respondió: “Te rogué que te quedaras y no me escuchaste; Le pregunté a Dios y Él me respondió.
Ahora puedes irte si deseas; déjame y vuelve a tu monasterio.
Era una especie de venganza por la parte de la hermana, que no podía plañir por su amado hermano; por el hecho de que él mismo le había enseñado a volverse a Dios con todas sus fuerzas durante las adversidades.
De esta manera se recalcaron las talentos femeninas de Escolástica: docilidad, perseverancia y asimismo audacia para hallar lo que tanto deseaba.
Unidos en Dios, en la vida y en la muerte
Tres días tras este encuentro, según San Gregorio, Benito recibió la novedad de la desaparición de su hermana con una señal divina: vio el alma de su hermana ascender al cielo con apariencia de paloma blanca.
Conque quiso enterrarla en la tumba que él mismo había preparado, donde también fue sepultado poco después.
“Puesto que sus pensamientos estaban siempre dirigidos hacia Dios, convenía que también sus cuerpos estuvieran unidos en exactamente el mismo sepulcro”.
El día de hoy, cualquier persona que visite la majestuosa Abadía de Monte Cassino, tras 15 siglos de historia, puede experimentar la emoción de estar ante la tumba de los Santurrones Hermanos, los vanguardistas de un elevado número de seguidores de Dios.
¡Santa Escolástica, ruega por nosotros!
*Con información de Vatican News y A12