San Esteban, primer mártir

San Esteban, primer mártir

San Esteban, primer mártir

La frente dolorida se inclinó,

Ahora mal herido, el mártir de la tierra:

Puertas al cielo sus ojos se volvieron,

Pidiéndole a Dios, en esa horrible guerra,

Que excusaría a sus perseguidores:

Risa piadosa le abren los ojos. (Purgatorio, XV)

En la Divina Comedia, Dante cuenta haber presenciado una escena impresionante: la lapidación de un joven que, al morir, invoca el perdón para sus perseguidores. El poeta florentino se sintió conmovido por la mansedumbre de Esteban, que, de hecho, surge con su fuerza en el relato de los Hechos de los Apóstoles, donde encontramos este acontecimiento. “Señor, no les culpes por este pecado”, clama Esteban, arrodillándose poco antes de expirar.

El joven Esteban, lleno del Espíritu Beato, fue entre los primeros en continuar a los Apóstoles. Se piensa que era heleno o judío, educado en la civilización helénica. Pero precisamente fue muy estimado en la comunidad de Jerusalén, tanto que su nombre aparece en los Hechos como el primero, entre los siete, que fueron seleccionados para ayudar en la misión de los Apóstoles. “Un hombre lleno de fe y del Espíritu Santurrón”, efectuó prodigios y milagros. Pero algunos en la sinagoga incitaron al pueblo, a los jubilados ahora los redactes, diciendo que le habían oído charlar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. Era el período articulo-pentecostal.

Esteban fue arrastrado frente al Sanedrín, donde falsos presentes lo acusaron de haber escuchado sus declaraciones de que Jesús Nazareno habría destruido ese sitio y cambiado las costumbres transmitidas por Moisés.

lapidación y perdón

Esteban pronunció el alegato mucho más largo de los Hechos de los Apóstoles, un poderoso alegato en el que cubrió la historia de la salvación. Dios había listo la venida del Justo, pero ellos se opusieron al Espíritu Santurrón, tal como sus progenitores persiguieron a los profetas. Y Esteban concluyó: “Hete aquí, veo los cielos libres y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios”. Tales expresiones le costaron costoso. Pero ellos chillaron a gran voz y, abalanzándose sobre él, han comenzado a apedrearlo. Entre aquéllos que aprobaron su muerte estaba Saulo, quien después se convertiría en San Pablo, pasando de un feroz perseguidor de los cristianos a un Apóstol de los gentiles. A sus pies pusieron el mantón de Esteban. Mientras lo apedreaban, el joven le pidió a Jesús que recibiese su espíritu y perdonara a sus asesinos.

Gran devoción al Protomártir

El lugar del calvario de San Esteban, en Jerusalén, está, según la Tradición, en las afueras de la Puerta de Damasco, donde el día de hoy se encuentra la iglesia de Saint-Étienne. En el cristianismo, la devoción a San Esteban era muy fuerte. Las noticias sobre sus reliquias se remontan por año 400 dC Su historia, en especial su martirio, tuvo un profundo encontronazo en el arte. La mayoria de las veces se le representa con la palma o con piedras decorativas.

Fuente: Vaticano

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