San Alonso de Orozco – 19 de septiembre
Los sermones de Cuaresma de 1520 predicados en la catedral por el profesor agustino Tomás de Villanova sobre el Salmo “In exitu Israel GIPTO” maduró su vocación a la vida consagrada y, poco después, atraído por el ámbito de santidad del convento de San Agustín, ingresó en él, realizando su profesión religiosa a través de Beato Tomás de Villanueva en 1523.
Una vez ordenado sacerdote en 1527, los superiores vieron en Alonso una espiritualidad tan profunda y tal aptitud para anunciar la Palabra de Dios que próximamente fue designado al ministerio de la predicación. Desde los 30 años también ocupó diversos cargos, pero a pesar de su austeridad de vida, en la manera de gobernar se encontraba lleno de entendimiento. Impulsado por el deseo del martirio, en 1549 se embarcó para México como misionero, pero durante el viaje a Canarias sufrió un fuerte ataque de artritis y los médicos, temiendo por su vida, le impidieron continuar el viaje.
En 1554, estando ante el convento de Valladolid, localidad de hace décadas vivienda de la Corte, fue nombrado real predicador por el emperador Carlos V y, al trasladarse a la Corte de Madrid en 1561, tuvo que trasladarse también a la nueva capital de la Corte. Unido, fijando su vivienda en el convento de San Felipe el Real.
A pesar de cualquier cargo que estuviese exento de la jurisdicción directa de su religión y dotado de mayores ingresos, otorgándose privilegios, quiso vivir como monje, en la pobreza y bajo la obediencia instantánea de sus superiores. Una sola comida, durmió tres horas como máximo, pues mencionó que era suficiente para llevar a cabo el nuevo día y una mesa a la noche, con tentáculos por colchón. En su celda no había solamente que una silla, una lámpara, una escoba y algunos libros. La eligió al lado de la puerta para servir mejor a los pobres que acudían a él en busca de asistencia. Sin la asistencia diaria va a ser obstáculo, además de vuestros deberes de real predicador, conocer a los enfermos en los centros de salud, a los presos en las prisiones ya los pobres en las calles y en sus viviendas. El resto del tiempo lo pasaba en oración, componiendo sus libros y mejorando sus sermones. Predicados con enorme sinceridad de palabras, pero con enorme hondura espiritual, furor y cariño, a veces con lágrimas en los ojos, expresando la inocencia de Dios, incluso en el tono de la voz, como en el palacio ante el Rey y en la Corte en las iglesias para que fue llamado.
Disfrutó de enorme popularidad entre los más diversos ambientes sociales. En el proceso de canonización testimoniaron individuos de la alta sociedad y la cultura, como la infanta Isabel Clara Eugenia, el duque de Alba y Lerma, los autores Lope de Vega, Francisco de Quevedo y Gil González Dávila. El trato con las clases altas no se desvió de su simple modo de vida. Su fama se extendió por todo Madrid. El pueblo que lo llamó, a pesar de sí, “el Santo de San Felipe “, lo amaban, apreciando su excepcional sensibilidad para abordar todo sin distinción.
Compuso numerosas obras tanto en latín como en castellano. La sencillez de los títulos indica la intención pastoral del autor: regla de vida cristiana (1542), Oración del Vergel y contemplación del monte (1544), Memoria del Amor Beato (1545), compromiso espiritual (1551), competencia de bonificación (1562), arte de querer a Dios y al prójimo (1567), Libro de la dulzura de Dios (1576), Tratado de la Corona de Nuestra Señora (1588), lengua guardiana(1590). Como su acción, los escritos nacieron de su espíritu contemplativo y de la lectura de la Sagrada Escritura. Devoto de María, fue persuadido a redactar por orden de ella.
Cultivó también un ferviente amor por su propia Orden, componiendo obras sobre su crónica y espiritualidad con la intención de avanzar hacia la imitación de sus mejores hombres. En la misma línea, inducido por un deseo de reforma interior, que luego confluiría con el movimiento de la colecta en la misma Orden, hizo varias fundaciones tanto de los conventos religiosos agustinos como de la vida contemplativa agustiniana.
En el mes de agosto de 1591 enfermó de fiebre, sin faltar un día a la celebración de la Misa, puesto que jamás, ni en el curso de sus diversas patologías, había dejado de celebrar el santo sacrificio, como repetía con determinada gracia. qué “Dios no hace daño a absolutamente nadie” . Durante su enfermedad fue visitado por el Rey Felipe II, el Príncipe Felipe con la Princesa Isabel, el Cardenal y Arzobispo de Toledo, Gaspar de Quiroga, quien le dio comida de su mano y le solicitó su bendición.
La novedad del fallecimiento el 19 de septiembre de 1591 en el Instituto de la Encarnación, fundado hace dos años, de hoy sede del Senado español, conmocionó a la localidad. Por la capilla pasaban los madrileños, que, como menciona Quevedo, se precipitaron a la iglesia del instituto a derribar las puertas, todo lo que desearon ser con reliquias, cama chips, fragmentos de sus ropas, zapatos y cilicios. El cardenal arzobispo se reservó la cruz de madera que durante varios años “el Santurrón de San Felipe” había traído consigo.
Fue beatificado por León XIII el 15 de enero de 1882.
Las vicisitudes históricas hicieron que sus restos fuesen trasladados a distintas sitios. Hoy día reposan en la madrileña iglesia de los Agustinos hasta ahora llamada Beato Orozco.
Homilía del Santurrón Padre Juan Pablo II
Esperamos que le gustara nuestro articulo San Alonso de Orozco – 19 de septiembre
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Cosas interesantes de saber el significado : Dios