VALENCIA, 21 de julio. 21/09:57 am (ACI).- El libro “Rescates del Beato Cáliz en la Guerra de Independencia. Valencia-Alicante 1809-1810” revela el papel “heroico” del sacerdote Pedro Vicente Calbo, que en tres ocasiones logró salvar el cáliz de las tropas napoleónicas que invadieron España en el siglo XIX. El Santurrón Cáliz es un cáliz de piedra calcedonia del siglo I, según datación de los arqueólogos, colocado sobre un pie con asas de oro de fecha posterior. La tradición española lo considera el cáliz empleado por Jesús en la última cena. La Iglesia no posee una situación oficial al respecto.
El libro, escrito por el abogado César Evangelio, cuenta de qué forma el padre Pedro Vicente Calbo se ocupaba de la custodia del Beato Cáliz y del resto del tesoro de la catedral. Dejó todas y cada una de las transferencias registradas en un manuscrito y en otros archivos en el archivo de la Catedral de Valencia que luego fueron estudiados por César Evangelio a lo largo de más de cinco años.
El Santo Cáliz tuvo que ser llevado desde Valencia por mar hasta Alicante en el año 1809. Entonces fue movido a Ibiza y Mallorca entre 1810 y 1813.
El padre Calbo fue director del seminario de Valencia y hombre de confianza del canónigo Alcedo, a quien se hizo cargo el traslado del Beato Cáliz a Alicante, en el momento en que Valencia sufría el primer asedio de las tropas napoleónicas en 1809.
Con la desaparición del canónigo Alcedo, el padre Calbo se hizo cargo del precaución de las reliquias, llevándose incluso la reliquia consigo.
Una nota de la archidiócesis de Valencia enseña que el Santo Cáliz, junto con el tesoro de la catedral, continuó en Alicante a lo largo de 10 meses, en 1809. Luego, fue trasladado a Ibiza en 1810, donde continuó 1 año y medio , antes de partir a Mallorca, donde continuó hasta 1813, año en el que concluyó la ocupación francesa de Valencia.
En su instante, nuestro padre Calbo notificó sobre los traslados completados y sus distintos peligros: “el peligro francés; el riesgo español, de apropiarse de riquezas no esenciales para el culto; el mar, por el hecho de que los trasbordos se hacían en los peores instantes de la navegación; y de corsarios enemigos, que se suponía que estaban al tanto. A esto se sumaba el riesgo de una población que parecía querer manejar, con acusaciones sobre el contenido del cargamento sustraído, quizás con la intención de emplear el episodio para provocar cambios en el poder político local. Teniendo en cuenta los numerosos retos, incluida una navegación con serios incidentes, puede considerarse un auténtico prodigio que el Santo Cáliz haya superado ese momento”.
Según enseña el creador del libro, César Evangelio, el estudio histórico fue posible por el hecho de que el padre Calbo, uno de los “héroes de aquel episodio”, escribió una “crónica impecable, redactada con gran sabiduría y gran sentido analítico”. También fue posible gracias a las facilidades de orientación y estudio proporcionadas por el personal responsable del fichero de la catedral.
Para César Evangelio, en todos estos traslados “hay algo providencial, prodigioso, en dado que al final el beato cáliz sobreviviera a toda esa etapa, sencillamente por traslados marítimos, en los que hubo instantes muy peligrosos, de mucha tempestad, aun en los instantes de combate con las tropas francesas”.
Verifique asimismo:
85 años después, 16 hostias consagradas continúan íntegras
— ACI Digital (@acidigital) 15 de julio de 2021