¿Sabes qué es la parresia? Has escuchado de

¿En algún momento has oído hablar de la parresia? Para ti puede ser una palabra excepcional, sin embargo, ha acompañado a la Iglesia desde su fundación; es esencial en la evangelización y en el apostolado católico. Descubramos juntos, en este artículo, qué es la parresía y entendamos su valor para la Iglesia.
La palabra Parrhesia procede del heleno: parresia –, que en traducción libre significa “independencia para decirlo todo”, puede entenderse como debilidad, valentía y una libertad confiada. Se comprende también como la fuerza que procede del Espíritu Santo que impulsa al cristiano a afrontar con audacia la misión encomendada por Dios, es decir, es un método de vivir con relación a los demás y un modo de ser y de accionar. Monseñor Jonas Abib dice que la valentía y la intrepidez asimismo se comprenden con la palabra Parrhesia y es este don extraordinario que Dios quiere darnos a cada uno de nosotros.
Fotografía ilustrativa: Zu_09 por Getty Images
Parresia en las Sagradas Escrituras
El Catecismo de la Iglesia Católica sitúa a la parresía como la fuerza que nos introduce en la oración del Señor y la define como «franca sencillez, confianza filial, jubilosa seguridad, humilde audacia, certeza de ser amado» (CIC § 2778). La manifestación de esta fuerza hace aparición incontables ocasiones en las Sagradas Escrituras, en las que señala su mucho más variado concepto y efecto en la vida cristiano-misionera.
En la carta a los Efesios, el gran evangelizador São Paulo redacta desde la prisión a sus hijos espirituales recién transformados con el fin de hacer mas fuerte la espiritualidad y testimoniar a los demás miembros de esa red social, el Apóstol dice: “por quien nos atrevemos a aproximarnos con toda seguridad en el camino de la fe en Cristo” (Ef 3,12). En este pasaje, São Paulo aclara que es audacia acercarse a Cristo, pero que lo realiza por medio de la confianza y la fe, hete aquí una característica de la parresía.
Está también, en la carta a los Hebreos, la manifestación de la confianza en Dios, en el momento en que lo expresa el sagrado escritor: “Esta casa somos nosotros, si mantenemos la confianza y el prominente motivo de la promesa” (Hb 3,16). En otro momento, se nos presenta la libertad cristiana, hurto de la parresía: “Así que, hermanos, tenemos plena libertad para entrar en el Santuario por la sangre de Jesús” (Hb 10,19). De esta forma, con estos pocos pasajes citados aquí, ya podemos ver que la parresía es, al tiempo, independencia y confianza, ambas peculiaridades de quien prosigue a Cristo.
Aparte del Apóstol Pablo, el Amado Discípulo João nos muestra algunos pasajes que están en la línea de lo que Pablo escribió sobre la confianza, fruto de esta Parrhesia: “Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza en Dios disponemos; y todo cuanto le solicitemos lo recibiremos de el […](1Jn 3,21). En otro momento, San Juan nos escribe que “Esta es la confianza que disponemos en Dios: si pedimos alguna cosa de conformidad con su intención, él nos oye” (1 Jn 5,14). Así, el acólito amado nos muestra la parresía asimismo como independencia y confianza, especificaciones de quien está íntimamente ligado al dador de su don, Nuestro Señor Jesucristo.
El Testimonio de los Hombres de Dios y los Apóstoles
A medida que avanzamos en las páginas de la Biblia, encontraremos innumerables hombres que fueron movidos y usados por Dios durante la crónica de la salvación. Desde el Antiguo Testamento hasta las últimas páginas del Nuevo Testamento, apreciamos personas llenas de Parrhesia que marcaron la diferencia en la vida de un pueblo. Desde Abraham hasta Moisés y también los profetas, tal como los acólitos de Jesús y los primeros cristianos de la Iglesia incipiente, fueron ejemplos de franqueza, hombres verdaderamente libres, valientes y confiados, ya que estaban imbuidos de un espíritu de parresía.
Se narra en los Hechos de los Apóstoles la fuerza que impulsó a estos hombres a llevar la Palabra de Dios sin temor, siendo audaces hasta el punto de dar su historia por Cristo, como tenemos la posibilidad de leer: “En este momento, Señor, considera sus amenazas y otorga a tus siervos que charlan tu palabra con todo denuedo […](A las 4,29). Estos hombres eran incultos, la mayoría pescadores, que tenían poco conocimiento de las letras, pero que, impactados por el don de Dios, se transformaron en ejemplos de hombres llenos del Espíritu de Dios e intrépidos en la evangelización.
Pablo y Bernabé supieron ofrecer testimonio con su historia, que estuvo marcada por la audacia proveniente de un espíritu de parresía, como afirman las Sagradas Escrituras: “Entonces Bernabé lo tomó, lo llevó a los apóstoles y les contó cómo, en el sendero Saúl vio al Señor, que le charlaba; y con denuedo en Damasco había hablado en el nombre de Jesús. Desde entonces iba y venía entre ellos en Jerusalén, hablando con denuedo en el nombre del Señor” (Hechos 9:27-28). El ejemplo de los dos continúa: “En lo que se refiere a Pablo y Bernabé, se quedaron allí mucho tiempo, llenos de seguridad en el Señor, quien daba testimonio de la palabra de su gracia y concedía que se hicieran señales y prodigios a través de sus manos” (En 14.3). Y además de esto consta que Pablo proclamaba el Reino de Dios y enseñaba las cosas de Cristo con toda seguridad y sin óbices (cf. Hch 28, 31).
Parrhesia, el fruto de Pentecostés
Es innegable que hay un abismo en la vida de esos hombres, esos apóstoles antes y después del acontecimiento de Pentecostés. Era preciso que el Espíritu Beato se derramara sobre ellos, sobre la Iglesia que nacía en ese momento, para que hubiera una diferencia en la forma de anunciar a Cristo. Esto pasa por el hecho de que, junto a la felicidad increada, que es el Espíritu Santo, está asimismo el don de la Parresía, que hace de estos apóstoles, hombres miedosos, hombres sin miedo alguno, no a la muerte a la que se encararían.
La parresía es el fruto de Pentecostés, en el momento en que se derramó el Espíritu del Señor, y de este modo se cumplió la promesa hecha por exactamente el mismo Cristo, cuando dijo: “Pero recibiréis poder, el del Espíritu Santo que vino sobre vosotros, y seréis mis presentes” (Hch 1,8). No hay evangelismo efectivo sin este don. Ningún apostolado, especialmente en nuestro tiempo, va a poder sobrevivir sin la Parresía, como remamos un pequeño bote contra una tormenta, pero no debemos olvidar que Jesús está en el bote con nosotros.
Cierro esta reflexión nuestra con una palabra de Michel Foucault. Si bien es ateo, nos muestra una síntesis de lo que podemos entender por parresía: “Parresía es, ya que, en dos palabras, el coraje de la verdad en quien habla y se arriesga a decir, pese a todo, toda la verdad que piensa, pero es asimismo la valentía del interlocutor que admite aceptar como verídica la verdad hiriente que escucha”.
Queridos lectores, seamos hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo; y llevemos la Palabra de Dios llena de Parrhesia donde Dios nos envíe.
Bibliografía: ABIB, J. Reavivar el carisma. Cascada Paulista: Nuevo Canto, 2010.BIBLIA. Portugués. Traducción de Jerusalén. São Paulo: Paulus, 2002. 2206p. CATECISMO de la Iglesia Católica. São Paulo: Loyola, 2000. FOUCAULT, M. El valor de la realidad: el gobierno de sí y de los demás II. São Paulo: Martins Fontes, 2014.
fabio nunes
Francisco Fábio Nunes Nacido en Fortaleza (CE), es misionero de la Comunidad Canção Nova y candidato a las Órdenes Sagradas. Graduado en Filosofía por la Faculdade Canção Nova, Cachoeira Paulista (SP), Fábio Nunes también es Licenciado en Teología por la Canção Nova, Cachoeira Paulista (SP). Trabaja en el Departamento de Internet de Canção Nova, en el Santuario Pai das Misericórdias y en los Confesionarios.