Reflexión para el XI Domingo del Tiempo Ordinario
Reflexión para el XI Domingo del Tiempo Ordinario
La liturgia de este domingo explora esta hermosísima imagen que compara a la Iglesia con un enorme árbol, prominente y cubierto. En sus ramas anida toda clase de pájaros, porque allí se sienten seguras.
Padre César Augusto dos Santos – Localidad del Vaticano
Hay una imagen muy hermosa que equipara la Iglesia con un gran árbol, alto y cubierto. En sus ramas anida toda clase de pájaros, porque allí se sienten seguras.
La liturgia de este domingo explora esta imagen, comenzando con Ezequiel profetizando sobre un cedro que va a tener su brote más prominente trasplantado a una montaña alta y se convertirá en un árbol majestuoso. En el Evangelio, Marcos nos habla de la mostaza como la más grande de las verduras y se originó desde la más pequeña de las semillas.
La profecía de Ezequiel desea aliviar el dolor del pueblo, tras una gravísima derrota donde el rey fue deportado, diciendo que el Señor va a levantar un heredero en el extranjero que restaurará la monarquía en Israel con una excelencia nunca antes vista. Pasa que pasan los años, y esta restauración no sucede pronto. De hecho, no Ezequiel tenía un concepto completa de lo que se encontraba profetizando. Charló de Jesucristo, la restauración del hombre completo a través de su resurrección. Lógicamente, hablaba asimismo de su Cuerpo Místico, ¡charlaba de la Iglesia!
El Evangelio de Marcos nos recuerda la realidad de que la semilla crece sola, en silencio y en la clandestinidad, y se transforma en un gran árbol. La Palabra de Dios sembrada en nuestra vida crece asimismo silenciosamente y sólo lo realizaremos con la transformación de una vida estéril o incluso mediocre en una vida fecunda, llena de frutos que atraigan y satisfagan a todos.
En la parábola, Jesús da un mensaje: la semilla del Reino medra por sí misma. No importa el tamaño de la semilla, lo que se sembró, importa la calidad de la semilla, si acepta morir y brotar como una planta novedosa, dando más vida.
La Carta de São Paulo a los Corintios nos asiste a acabar la reflexión de este domingo. Él nos dice cuándo vamos a ser trasplantados al cielo para vivir juntos con el Señor. “Andamos en fe y no en visión clara”, leemos en 2Cor 5,7. Mientras que no seamos trasplantados, debemos trabajar para que nuestra vida sea hermosa y propensa a volverse extraordinaria en el momento en que hayamos ido a vivir en la gloria del Padre. En ese instante vamos a poder decir al Señor: “Tú me diste la vida y, con la Redención de Tu Hijo, con Su Felicidad, pude vivirla bien, aun en los sufrimientos y persecuciones, y llevarla con alegría. como señal de Tu Presencia en mi caminar”.
De esta manera, una vida vivida en la tierra en unión con Cristo sólo puede tener un feliz desenlace cuando es trasplantada en Vida plena en el seno de la Trinidad.
Como esto:
Cargando…
Entrada archivada bajo: Reflejo de la Palabra. Etiquetas: Undécimo Domingo del Tiempo Ordinario.
Esperamos que le gustara nuestro articulo Reflexión para el XI Domingo del Tiempo Ordinario
y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
Cosas interesantes de saber el significado : Dios