Reflexión para el Decimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario
El Evangelio trata de la misión de los acólitos de comunicar la Buena Nueva (AFP o licenciantes)
En la reflexión del P. Cesar Augusto dos Santos, el comentario al Evangelio de Jesucristo según Lucas 10,1-12.17-20, en el momento en que Jesús manda a sus 72 discípulos a predicar la Buena Novedosa por todo el mundo.
Pie. César Augusto dos Santurrones
El Evangelio de Lucas proclamado en la liturgia de este domingo nos charla del envío, hecho por Jesús, de 72 acólitos para elaborar su llegada a cada ciudad y sitio anunciando la Buena Nueva.
A sabiendas de que en la concepción rabínica de la temporada había 72 naciones en el planeta, podemos comprender que el Señor manda a sus acólitos al mundo entero para elaborar, con su predicación, su propia llegada, Él la enorme señal de la presencia del reino entre los hombres.
Tan sublime misión exige de ellos actitudes exclusivas, como no perder el tiempo en saludar a la gente en el sendero, confiar solo en la Providencia, no llevar nada consigo, sino más bien ser libres para realizar bien la tarea y no tener otras preocupaciones.
Pese a la grandeza de la misión, el Señor advierte que pueden no ser bien recibidos y que van a ser como corderos entre lobos. Tienen que confiar solo en la Divina Providencia y en el Amor del Padre.
Irán de dos en dos, para cumplir con el requisito formal de que testifiquen 2 personas a fin de que una declaración sea válida, además de ofrecer visibilidad al espíritu comunitario, y deberán hacer todo con urgencia.
El don de la paz es el don de Dios mismo. Como mensajeros de Dios, los discípulos deben traer paz a todos los que los reciben. ¡Son mandados del Señor! Jesús no los envía a predicar obligaciones y desgracias, sino más bien a anunciarles que son hijos amados del Padre, que les da el don mucho más bello: ¡la paz!
Los discípulos vuelven con la tarea cumplida y le cuentan a Jesús de qué forma la cumplieron. Son portadores de la alegría, de los signos de la victoria y Jesús les dice que vio a “Satanás caer del cielo como un rayo”. Esto es, el planeta se volvió mucho más hermoso, mucho más justo, sin violencia, sin padecimiento.
También somos enviados por el Señor para preparar su llegada a la vida de la gente. Esto debe tener prioridad en nuestra vida y nada debe entorpecer nuestra acción. Nuestra misión va a ser llevar la Paz, la seguridad de la Presencia y el Amor de Dios.
Nuestra obra de evangelización debe implicar la predicación de la justicia, del perdón, de la victoria de la vida. Esto nos convertirá en exorcistas, no de Satanás encarnado, sino más bien de lo que causa el infierno y la desgracia en la vida de las personas, todas y cada una de las injusticias, de la carencia de amor.
Por otro lado, debemos entender que ser anunciador de la llegada de Jesús en modo alguno nos privilegia, eximiéndonos de sufrimientos y intranquilidades. Somos compañeros del Señor en su “Vía Crucis”.
Al final del Evangelio de hoy, el Señor nos dice cuál debe ser la causa de nuestra alegría, la alegría del misionero, del discípulo. ¡Deberíamos alegrarnos de que nuestro nombre esté escrito en el cielo!
Esperamos que le gustara nuestro articulo Reflexión para el Decimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario
y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
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