Reflexión para el 30º Domingo del Tiempo Ordinario
El evangelio de este domingo es la parábola del fariseo y el publicano que oran en el templo
“Jamás seremos excelentes y todo el bien que hagamos se va a hacer con la ayuda de la gracia de Dios”.
ciudad del Vaticano
La parábola que nos cuenta el Señor este domingo charla de dos hombres que van a rezar al Templo de Jerusalén.
Los dos son hijos de Dios y ambos sintieron un llamado a la oración, por lo que tenemos la posibilidad de decir que fueron llamados a hallarse con Él.
Pero, ¿quiénes son estos hombres? Uno es fariseo, un individuo enfocada en cumplir la Ley, haciendo un esfuerzo colosal para cumplir siempre con lo que Dios le solicitaba.
El otro, un publicano, uno correspondiente a un grupo de mala reputación, un hombre de mala reputación.
El primero era una persona honesta y recta.
Incluso hizo mucho más de lo prescrito.
No obstante, esto provocó en él cierto orgullo, cierta vanidad y, al mismo tiempo, desprecio por los pecadores.
El segundo, el publicano, era un hábil recaudador de impuestos, oprimía a los pobres y, para redimirse, tenía que abonar una suma exagerada, prácticamente imposible.
Sin embargo, el Señor afirma que la oración del publicano fue escuchada y la del fariseo no.
¿Por qué?
Con esta parábola el Señor no desea dar una lección moral, enseñar quién lleva razón o quién está equivocado, sino el Profesor desea instruirnos en la relación con Dios.
La gran falta del fariseo fue atribuirse su historia sincera y sus actos justos a sí mismo, como su mérito, y presentarlos como dignos de justificación.
Dios no debe llevar a cabo mucho más que loar las acciones del fariseo y ofrecerle la recompensa que merecía por su actitud de hombre de bien.
Ese fue el pensamiento del fariseo.
No le pide a Dios justificación, redención, sino reconocimiento.
Olvidó que fue Dios quien lo condujo por el camino correcto y le permitió hacer el bien y vivir con dignidad.
En lo que se refiere al publicano, se presenta humildemente, conociendo sus deficiencias y confiando en la clemencia y la gracia de Dios.
No pide disculpas, pero sabe que Dios tiene un corazón enorme, que es Padre, que es Amor.
Jesús quiere que purifiquemos nuestra visión de Dios.
Él no es un contador de banco y él no es un dador de premios.
Jesús no desea que seamos orgullosos o que tengamos situaciones egocéntricas, poniendo el énfasis en Nosotros y no en el Padre.
Si somos buenos, si guardamos los mandamientos y hacemos lo que nos pide el Evangelio, es pues Dios nos ha dado su gracia.
Jesús está contra el grupo bueno contra el conjunto malo.
Murió por todos y no le agrada que nos sintamos destacables y menospreciemos a los demás.
Y hablando de la muerte de Jesús, escogió fallecer entre 2 ladrones.
Alguien consciente de ser pecador y culpable de sus crímenes, se reconoce en deuda con Dios, pero absolutamente confiado en la misericordia divina.
El otro, no solo no se arrepintió, sino que desafió a Jesús a permitir que caiga la cruz y salvarlos.
Tengamos siempre y en todo momento la actitud humilde de entender que por más que nos esforcemos jamás seremos perfectos y que todo el bien que hagamos va a ser con el apoyo de la felicidad de Dios.
Reflexión del Padre Cesar Augusto dos Santurrones
Esperamos que le gustara nuestro articulo Reflexión para el 30º Domingo del Tiempo Ordinario
y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
Cosas interesantes de saber el significado : Dios