¿Quién fue Caifás?

Caifás era el supremo pontifice a lo largo del tiempo que Jesús fue juzgado y crucificado. Su nombre era José Caifás, y era yerno de Anas, con quien aparentemente se encontraba poderosamente asociado. Se estima que Caifás ocupó el cargo de sumo sacerdote durante unos dieciocho años, aproximadamente entre el 18 y el 36 d.C.

La narración de Caifás, el Sumo Sacerdote

José Caifás fue el sucesor de Anás, su suegro, depuesto como supremo pontifice precisamente en el año 15 dC Caifás fue designado por el procurador romano Valerio Grato, el hombre que precedió a Poncio Pilato.

Caifás era todavía el sumo sacerdote en el momento en que tuvieron lugar las primeras persecuciones contra los cristianos registradas al comienzo del libro de los Hechos de los Apóstoles. Finalmente fue depuesto por Vitelio.

Cronológicamente, Caifás hace aparición por vez primera en la Biblia en Lucas 3:2. En este artículo el evangelista charla del comienzo del ministerio de Juan el Bautista, y hace una cita inusual. El escribe: “Siendo Anás y Caifás Sumos Curas”. Obviamente esto no fue un fallo por la parte del escritor bíblico.

Esta frase simplemente refleja la verdad de la época. Anás había sido depuesto años antes, pero “permaneció” supremo pontifice al lado de Caifás. Esta estancia, no obstante, no fue oficial, pero sí real. Mientras que Caifás ocupaba el cargo de sumo sacerdote, su suegro continuó ejerciendo una autoridad igual, tal vez incluso mayor, que la suya. Algunos piensan que Caifás era el supremo pontifice, pero Anás lo dirigió detrás de escena.

Caifás y el complot para matar a Jesús

En los pasajes bíblicos donde se le menciona, es viable ver quién era verdaderamente Caifás. Caifás era una persona perversa y manipuladora. No escatimó esfuerzos para hallar lo que deseaba. No le importaba hacer justicia y derramar sangre inocente mientras sus intereses estuvieran protegidos (Mateo 26:3,57; 18:13-28; Hechos 4:6).

El accionar astuto, oportunista y atroz de Caifás es claro en la manera en que defendió la condenación de Jesús. Dijo que Jesús debería ser sacrificado por el bien de la nación (Juan 11:49,50). Pero Caifás no pensó en el bienestar del pueblo, sus artimañas tenían un fin demasiado egoísta.

Es posible que temiese que Jesucristo pudiera precipitar una revolución donde Roma se volvería contra Jerusalén y amenazaría su tranquilidad. Ante la discusión del Sanedrín, Caifás básicamente afirmó que si Jesús continuaba viviendo, la nación perecería. Sin embargo, si lo mataban, entonces la nación se salvaría.

Pero el apóstol Juan afirma que las palabras de Caifás tenían un concepto que ni siquiera él conocía. W. Hendriksen dice que Caifás le dio a sus expresiones un concepto, pero Dios le dio otro. En labios de Caifás sus expresiones fueron pronunciadas con un tono perverso, y no fue absuelto de la culpa de ser uno de los responsables directos de crucificar al Hijo de Dios.

Pero en la providencia divina estas mismas palabras expresaron la esencia del glorioso plan de redención. Por eso escribe el apóstol que aun sin saberlo, Caifás “presagió que Jesús moriría por la nación. Y no solo para la nación, sino también para reunir en un solo cuerpo a los hijos de Dios que estaban desperdigados.” (Juan 11:52).

Lo que le sucedió a Caifás retrata muy bien la relación entre la soberanía divina y la compromiso humana. Ha dicho lo que verdaderamente quería decir. Actuó libremente según su naturaleza pecaminosa. No obstante, por medio de sus expresiones Dios se encontraba cumpliendo sus decretos eternos.

Caifás y el juicio de Jesús

El consejo de Caifás fue efectivo y fue seguido por los líderes judíos. Comenzaron a conspirar contra la vida de Jesús. Su deseo era que lo arrestaran y finalmente matarlo. En cierto modo, temían la reacción habitual frente a un eventual arresto de Jesús. Pero en ese sentido, Judas Iscariote encajaba como anillo al dedo en el momento en que se planteaba traicionarlo en secreto.

Tras haber aparecido preliminarmente frente Anás, Jesús fue llevado ante Caifás (Juan 18:24). Caifás presidía el Sanedrín, que en aquella ocasión buscaba cualquier fundamento para acusar a Jesús. Así que el Sanedrín fundamentó su juicio en falso testimonio armado con el propósito de dar muerte a Cristo (Mateo 26:59).

Jesús se negó a contestar a las falsas acusaciones de los líderes judíos. Entonces Caifás lo interrogó sobre su situación como Mesías. Jesús respondió a Caifás aplicándose a sí mismo un pasaje del libro del profeta Daniel (Daniel 7:13). Entonces, sin perder tiempo, Caifás lo acusó de blasfemia. Toda la hipocresía de Caifás se descubrió en el momento en que al final del juicio rasgó sus vestiduras tal y como si estuviera profundamente entristecido, cuando de todos modos estaba contentísimo de haber logrado la base para la condenación de Jesús.

Habiendo sido encontrado digno de la pena capital ante el Sanedrín, Jesús fue conducido frente Pilato, el gobernador de roma de la provincia. En esa ocasión quedó claro que Caifás y los otros líderes judíos estaban recelosos de Jesús (Mateo 27:18).

El sumo sacerdote Caifás es mencionado por última vez en la Biblia en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Estuvo involucrado en la persecución de los apóstoles, y hace aparición en el interrogatorio de Juan y Pedro frente al Sanedrín (Hechos 4:6).

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