Pues en este tiempo de Cuaresma, un tiempo tan particular que Dios nos proporciona, podemos tener una experiencia mucho más profunda del amor de Dios, que está que se encuentra en los instantes más bien difíciles.
La Vía-Sacra misma representa los últimos pasos de Jesús.
Son los últimos instantes de lo que consideramos la culminación de una vida que fue un obsequio.
Al mirar la Vía-Sagrada debo identificarme con Aquel que se entregó y en esa identificación, dejarme tocar asimismo el amor de Dios.Allí por el 2015, el Papa Francisco nos dio ocho causas para rezar la Vía-Sacra.
Como primera razón nos dice: “el martirio nos ayuda a poner nuestra confianza en Dios.
No estamos solos, en nuestros instantes de mal, en nuestros momentos de sufrimiento.
Y en el momento en que aprendemos a confiar en ese Dios, adquirimos considerablemente más fuerza”.
Como segunda razón, el Pontífice nos comunica: “el Vía Crucis nos muestra nuestro lugar en la historia.
Jesús escogió vivir con nosotros, asumir nuestro dolor y pagó el valor por este motivo.
La luz vino a relucir y las tinieblas no aceptaron la luz.
Aceptar nuestro sitio en la historia significa darnos cuenta de que nosotros también.
Podemos y debemos contribuir a fin de que el Reino de Dios se lleve a cabo presente.
Entonces, al ver la Vía Sagrada, ganamos esta mayor fuerza”.
Una tercera razón, dice el Papa Francisco: “el Vía Crucis nos recuerda que Jesús padece con nosotros.
Qué duro es en el momento en que el que padece está solo.
El que padece se encuentra descuidado.
El que padece se ve a sí mismo en su pobreza.
Viendo la Vía Sacra, podemos descubrir a un Dios que nos quiere, hasta el punto de padecer con nosotros, caminar con nosotros, tomar sobre sí nuestro mal”.
Un cuarto fundamento, “la Vía-Sagrada nos invita a la acción.
De alguna manera debemos estar tocados con lo que allí está pasando y quién sabe, en el ejemplo de las mujeres, en el ejemplo de los cirineos, en el ejemplo de la madre, en el ejemplo del mismo Cristo es encontrar una mayor acción de Dios en nosotros para que nosotros también podamos actuar en este mundo”.
Una quinta razón, “el Camino de la Cruz nos asiste a tomar una decisión a favor de Jesús, o tal vez aun en oposición a Jesús.
Pues la cruz revela un juicio y ahí elegimos caminar con Él o proseguir burlándonos de Él, burlándonos de Él”.
Una sexta razón, “el martirio revela la contestación de Dios a la maldad de todo el mundo.
Y tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo.
Y es interesante que Jesús pasando por todo este padecimiento, por todo este mal, desde lo alto de la cruz nos mira y dice: “¡Padre, perdónalos! No saben lo que hacen”.
Una séptima razón, “el Vía Crucis nos ofrece la certeza del amor de Dios por nosotros.
Los que, viendo la cruz, despiertan, reciben la gracia.
Es el cariño fiel, es el cariño que nos salva”.
Y como octavo punto, “el Vía Crucis nos guía de la Cruz a la Resurrección.
Hay una vieja oración en latín que nos comunica: “Per crucem ad lucem”, es decir, “Por la cruz va la luz”.
Que el padecimiento no nos destroce, que el sufrimiento no nos derrote, que el padecimiento sea un instante y que dentro del padecimiento nos entreguemos a nuestro mal, nos coloquemos junto a Jesús, el que sufre, que vence al mundo para estar con Él.
¡Por eso, hermanos y hermanas, recemos este vía crucis y pongámonos en este sendero de salvación!
* Artículo del P.
Romeu Leite Izidório (coordinador de la Pastoral Presbiteral de la Diócesis de Beato André/ párroco de la Paróquia Santa Teresinha, en São Bernardo, y gestor parroquial de la Paróquia Nossa Senhora da Salete, en Santurrón André)