Papa Francisco: las situaciones ‘covid’ y las tres soledades
Papa Francisco: las ocasiones ‘covid’ y las tres soledades de mi vida

Publicamos un extracto del libro “Ritorniamo a sognare” (Volvamos a soñar) escrito por el Pontífice con el periodista Austen Ivereigh, que se publicará en diciembre
PAPA FRANCISCO
En mi vida he tenido tres situaciones de “Covid”: la patología, Alemania y Córdoba.
A los 21 años contraje una patología muy grave, tuve mi primera experiencia de restricción, mal y soledad.
Cambiaron mis coordenadas.
Durante meses no supe quién era, si iba a fallecer o vivir.
No los médicos sabían si subsistiría.
Recuerdo que un día le pedí a mi madre, abrazándola, que me afirmara si me iba a fallecer.
Estaba en el segundo año del seminario diocesano en Buenos Aires ¡Escucha y comparte!
Recuerdo la fecha: era el 13 de agosto de 1957.
Lo llevaron al hospital, cuando confirmaron que no tenía el tipo de gripe que se habla con aspirina.
Al comienzo me sacaron un litro y medio de agua de los pulmones, luego luché entre la vida y la muerte.
En noviembre, me operaron para extirpar el lóbulo superior derecho de mi pulmón.
Sé de primera mano de qué forma se sienten los pacientes con coronavirus en el momento en que luchan por respirar con un ventilador.
De esos días recuerdo a 2 enfermeras en particular.
Una era la enfermera jefe, una hermana dominica que había sido profesora en Atenas antes de ser enviada a Buenos Aires.
Luego supe que, después de que el médico salió de la habitación después de realizar el primer examen, les ha dicho a las enfermeras que duplicaran la dosis del régimen que él había recetado, a base de penicilina y estreptomicina, por el hecho de que su experiencia le decía que me estaba muriendo.
Sor Cornelia Caraglio me salvó la vida.
Merced a su contacto regular con los pacientes, sabía más que el médico lo que precisaban los pacientes y tuvo el coraje de emplear esa experiencia.
Otra enfermera, Micaela, hizo lo mismo cuando yo tenía bastante dolor.
Ella secretamente me daría dosis plus de tranquilizantes después de horas.
Lucharon por mí hasta el final, hasta que mejoré.
Me enseñaron lo que significa usar la ciencia y el saber para ir más allá, para dar contestación a pretensiones concretas.
De esa experiencia aprendí algo mucho más: lo esencial que es eludir las comodidades superficiales.
La multitud vino a verme y me dijo que estaría bien, que jamás mucho más volvería a sentir todo ese dolor: palabras sin sentido y vacías, dichas con buenas intenciones, pero que jamás llegaron a mi corazón.
La persona que mucho más me conmovió, con su silencio, fue una de las mujeres que marcó mi vida: Sor María Dolores Tortolo, mi maestra de niña, quien me preparó para la Primera Comunión.
Vino a verme, tomó mi mano, me dio un beso y se quedó en silencio por un largo rato.
Entonces me ha dicho: “Estás imitando a Jesús”.
No precisaba decir mucho más.
Su presencia, su silencio, me brindaron un profundo consuelo.
Tras esa experiencia, tomé la decisión de charlar lo menos viable en el momento en que visitaba a los enfermos.
Solo tomo tu mano.
[…]
Podría decirse que el periodo alemán, en 1986, fue el “Covid del exilio”.
Fue un exilio voluntario, pues fui a estudiar el idioma y buscar material para terminar mi tesis, pero me sentía como pez fuera del agua… Daba algunos paseos hasta el cementerio de Frankfurt y desde allí se podía ver el aviones que despegan y aterrizan; Tenía melancolia de mi patria, de regresar.
Recuerdo el día que Argentina ganó la Copa del Planeta.
No quería ver el partido y descubrí que ganamos solo al día siguiente, leyendo los jornales.
En mi clase de alemán absolutamente nadie charlaba de eso, pero cuando una joven de Japón escribió en el pizarrón “Viva Argentina”, los demás se rieron.
Entró el profesor, mencionó que lo borrara y cerró el tema.
Era la soledad de una victoria sola, porque no había con quien compartirla; la soledad de no ser parte de nada, lo que te transforma en un extraño.
Te saca de tu lugar y te pone en un espacio que no conoces, y en ese rincón te das cuenta que lo que verdaderamente importa es el lugar que dejaste.
A veces, el desarraigo puede ser una cura o una transformación extremista.
Este fue mi tercer “Covid” en el momento en que fui enviado a Córdoba de 1990 a 1992.
Las raíces de este periodo se remontan a mi forma de liderar, primero como provincial y después como rector.
Ciertamente había hecho algo positivo, pero a veces era bastante duro.
En Córdoba me hicieron el favor y tenían razón.
Pasé un año, diez meses y trece días en esa vivienda jesuita.
Festejaba Misa, se confesaba y ofrecía dirección espiritual, pero jamás salía de casa salvo para ir al correo.
Fue una suerte de cuarentena, de aislamiento, como lo hemos sido varios de nosotros en los últimos meses, y me hizo bien.
Esto me llevó a madurar ideas: escribí y oré bastante.
Hasta entonces había llevado una vida organizada en la Compañía, fundamentada en mi experiencia primero como maestra de novicios y después en el gobierno desde 1973, cuando fui nombrado provincial, hasta 1986, en el momento en que terminé mi orden como rector.
Me había vuelto cómodo con esa forma de vida.
Pero un desarraigo de este modo, en el que te envían a un espacio recóndito y te ponen como profesor suplente, lo sacude todo.
Tus hábitos, tus reflejos de comportamiento, tus líneas de referencia cristalizadas transcurrido el tiempo, todo eso ha desaparecido y tienes que estudiar a vivir nuevamente, a poner de nuevo en orden tu existencia.
De aquella época, el día de hoy, tres cosas me llaman la atención.
Primero, la habilidad de orar que me fue dada.
Segundo, las tentaciones que sentí.
Y tercero, y esto es lo mucho más extraño, que leí en ese momento, por al azar, los treinta y siete volúmenes de la “Historia de los Papas” de Ludwig Pastor.
Podría haber elegido una novela, algo mucho más interesante.
Pensando en dónde estoy en este momento, me hago una pregunta por qué razón Dios me inspiró a leer ese trabajo en ese momento.
Con esa vacuna, el Señor me preparó.
Una vez que conoces esa historia, no hay mucho que te sorprenda sobre lo que sucede en la Curia romana y en la Iglesia el día de hoy.
¡Me asistió bastante!
El “Covid” de Córdoba fue una verdadera depuración.
Me dio mucho más tolerancia, entendimiento, aptitud de perdonar.
Asimismo me dejó con una nueva empatía por los débiles y también indefensos.
Y paciencia, mucha paciencia, es decir, el don de entender que las cosas importantes precisan tiempo, que el cambio es orgánico, que hay límites y que hay que trabajar dentro de ellos y al mismo tiempo sostener la mirada en el horizonte, como Jesús lo logró.
Aprendí la importancia de ver lo grande en lo pequeño y llevar cuidado con lo pequeño en las cosas grandes.
Fue un periodo de desarrollo en varios sentidos, como volver a brotar después de una poda cuidadosa.
Pero debo estar atento, pues cuando caes en algunas faltas, en determinados errores, y tú mismo los corriges, el diablo, como dice Jesús, vuelve, ve la vivienda “barrida y adornada” (Lc 11, 25) y llama otros siete espíritus peores que él.
El fin de ese hombre, ha dicho Jesús, se regresa mucho peor que antes.
Esto es lo que debo preocuparme ahora en mi tarea de gobernar la Iglesia: no caer en exactamente los mismos defectos que en el momento en que era superior religioso.
[…] Estos fueron mis platos primordiales personales de “Covid”.
Aprendí que padecí mucho, pero si te dejas cambiar, mejorarás.
Por contra, si pones barreras, saldrá peor.
Como esto:
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Etiquetas: Papa Francisco.
Esperamos que le gustara nuestro articulo Papa Francisco: las situaciones ‘covid’ y las tres soledades
y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
Cosas interesantes de saber el significado : Dios