Papa Francisco: el Señor perdona nuestros pecados
El Pontífice celebró Misa en la mañana de este martes (12/10) en la capilla de Casa Santa Marta y comentó las lecturas del día, que presentan al Señor como un tierno pastor con sus ovejas.
Alessandro Di Bussolo – Ciudad del Vaticano
El Señor guía a su pueblo, lo consuela, pero asimismo lo corrige y lo castiga con la ternura de un padre, de un pastor, que “lleva en su seno a los corderitos y conduce mansamente a la madre oveja”.
De esta forma se expresó el Papa Francisco en su homilía en la misa de la mañana en Casa Santa Marta, respondiendo a las cuestiones que expone la liturgia de hoy: “¿De qué forma consuela el Señor, de qué forma corrige?”
La primera lectura, en verdad, es un extracto del consuelo del profeta Isaías para Israel y se abre con una “proclamación de esperanza”, explicó Francisco.
“¡Consolad a mi pueblo, consoladlos! Hablad al corazón de Jerusalén y decid a enorme voz que terminó su servidumbre y se ha cumplido la expiación de su culpa”, reza el pasaje de Isaías.
El Señor consuela a quien se deja consolar
“El Señor siempre nos consuela –comentó Francisco– en la medida en que nos dejamos consolar”.
Dios “corrige con el consuelo, pero ¿cómo?”, preguntó el Papa, que leyó otro pasaje de Isaías, que charla del Señor, el buen pastor, que con su brazo reúne al rebaño, “transporta en su seno a los corderitos” y suavemente conduce “la madre oveja”.
“¡Pero o sea un tramo de inocencia! ¿Cómo consuela el Señor? Con inocencia. ¿Cómo soluciona el Señor? Con ternura. ¿Cómo castiga el Señor? Con ternura”.
“¿Te imaginas en el seno del Señor tras pecar?”, preguntó el Papa:
El Señor guía, el Señor guía a su pueblo, el Señor soluciona; y yo afirmaría asimismo: el Señor castiga con inocencia.
La ternura de Dios, las caricias de Dios.
No es una actitud didáctica o diplomática de Dios: viene de dentro, es el gozo que Él siente en el momento en que se acerca un pecador.
Y la alegría lo regresa tierno.
La alegría que se convierte en inocencia
El Papa Francisco recordó la “parábola del hijo pródigo” y el padre que “ve de lejos a su hijo”: porque lo se encontraba esperando, “fue a la terraza a conocer si su hijo volvía.
Corazón de padre”.
Y en el momento en que llega, y comienza “ese discurso de arrepentimiento”, le tapa la boca y festeja.
“La tierna cercanía del Señor”, añadió el Papa.
En el Evangelio vuelve el pastor que tiene cien ovejas y una se le pierde.
“¿No deja las noventa y nueve en las montañas para buscar la que se había perdido?” citó a Francisco.
Y “si la encuentra, va a ser más feliz con ella que con las noventa y nueve que no se perdieron”.
Este es “el gozo del Señor ante el pecador”, “ante nosotros en el momento en que nos dejamos perdonar, nos acercamos a Él a fin de que nos perdone”.
Una alegría que “se hace ternura, y esa inocencia que nos consuela”.
No nos lamentemos: el Señor excusa nuestros pecados
“Tantas veces, explicó el Pontífice, nos quejamos de las dificultades que tenemos: el demonio quiere que caigamos en el espíritu de tristeza”, “desengañados por la vida” o “por nuestros propios errores”.
Y recordó: “Conocí a una persona consagrada a Dios que se llamaba ‘Lamentación’, pues no podía realizar otra cosa que lamentar: era ‘el premio Nobel de las lamentaciones’.
Pero cuantas ocasiones nos quejamos, nos arrepentimos y en tantas ocasiones creemos que nuestros pecados, nuestras restricciones no pueden ser perdonadas.
Y allí, la voz del Señor viene y afirma: “Yo los consuelo, estoy cerca de ustedes”, y nos toma con ternura.
El Dios poderoso que creó los cielos y la tierra, el Dios-héroe, por así decirlo, nuestro hermano, que se dejó llevar a la cruz para fallecer por nosotros, es con la capacidad de acariciarnos y decir: “No lloréis.
“
“Con qué inocencia – prosiguió el Papa Francisco – el Señor acarició a la viuda de Naín en el momento en que le dijo: ‘No llores’.
“Quizás, frente al ataúd de su hijo, él la acarició antes de decirle “no llores”.
Por el hecho de que “hubo un desastre”.
“Hay que opinar en este consuelo del Señor” por el hecho de que después “tiene la gracia” del perdón.
“Padre, tengo muchos pecados, tantos fallos he cometido en la vida” – Pero déjate consolar – “¿Pero quién me consuela?” – El Señor – “¿Y adónde voy a ir?” – Pedir perdón: ¡vete, vete! Sé valiente.
Abre la puerta y Él te acariciará”.
Se acercará con la inocencia de un padre, de un hermano: tal como el pastor apacienta a su rebaño y lo recoge con el brazo, lleva los corderos sobre su pecho y conduce suavemente a las ovejas madres, de este modo el Señor nos consuela.
Esperamos que le gustara nuestro articulo Papa Francisco: el Señor perdona nuestros pecados
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