Papa Francisco: Abrazar al Señor para abrazar

Papa Francisco: Abrazar al Señor para abrazar

Frente al inédito escenario de la Plaza de San Pedro vacía con el Papa Francisco frente a la Basílica Vaticana, el Pontífice dijo que es “frente al sufrimiento que se mide el verdadero desarrollo de los pueblos”.

Francisco asimismo habló de la ilusión de pensar que permaneceríamos siempre y en todo momento sanos en un planeta enfermo”.

Bianca Fraccalvieri – Localidad del Vaticano

Abrazar al Señor para abrazar la promesa: este es el mensaje del Papa Francisco a los leales de todo el mundo que, ahora mismo, se encuentran en medio de la tormenta causada por la pandemia del coronavirus.

Frente a una Plaza de San Pedro absolutamente vacía, pero en sintonía con millones de personas mediante los medios de comunicación, el pasaje escogido para la oración de los fieles fue la tempestad calmada por Jesús, extraído del Evangelio de Marcos.

Y fue este pasaje bíblico el que inspiró la homilía del Santurrón Padre, que empieza con “tarde…”.

“Desde hace semanas, parece que ha caído la tarde.

Densas tinieblas cubrieron nuestras plazas, calles y ciudades; se adueñaron de nuestras vidas, llenándolo todo de un silencio ensordecedor y un vacío desolador… Nos encontramos asustados y perdidos”.

Todos estamos en exactamente el mismo barco

Estos sentimientos, sin embargo, añadió el Papa, nos hacen comprender que todos nos encontramos en el mismo barco, “llamados a remar juntos”.

En este barco, ya sea con los acólitos o con nosotros ahora, está Jesús.

En medio de la tormenta, Él duerme – el único relato en el Evangelio de Jesús que duerme – apuntó Francisco.

Al ser despertado, pregunta: “¿Por qué razón tienes tanto temor? ¿Aún no tienes fe?” (4, 40).

“La tormenta desenmascara nuestra vulnerabilidad y muestra la falsa y innecesaria seguridad con la que construimos nuestros programas, nuestros proyectos, nuestros hábitos y preferencias.

Nos enseña cómo dejamos adormecido y descuidado lo que nutre, mantiene y fortalece nuestra vida y nuestra red social”.

La ilusión de meditar que nos mantendríamos sanos en un mundo enfermo

Con la tormenta, ha dicho el Papa, nuestro “yo”, siempre y en todo momento preocupado por nuestra imagen, cae y sale a la luz la bienaventurada pertenencia común que no tenemos la posibilidad de ignorar: la pertenencia como hermanos.

“En nuestra avidez de ganancias, nos dejamos absorber por las cosas y trastornarnos por la prisa.

No nos detuvimos frente vuestros llamados, no amanecíamos ante las guerras y las injusticias planetarias, no oímos el lamento de los pobres y de nuestro planeta dificultosamente enfermo.

Seguimos adelante, sin miedo, pensando que permaneceríamos siempre sanos en un planeta enfermo.

En este momento, sintiendo que nos encontramos en el mar, te imploramos: «¡Despierta, Señor!»”

El Señor entonces nos hace un llamamiento, un llamamiento a la fe.

Nos llama a vivir este tiempo de prueba como un tiempo de decisión: el tiempo de escoger lo que cuenta y lo que pasa, de dividir lo preciso de lo que no es así.

“El tiempo de reajustar el camino de la vida hacia el Señor y hacia los demás”.

La heroicidad del anónimo

Francisco cita el ejemplo de personas que dieron su historia y están escribiendo el día de hoy los instantes decisivos de nuestra historia.

No son personajes conocidos, pero son “médicos, enfermeras, trabajadores de supermercados, personal de limpieza, transportistas, policías, voluntarios, sacerdotes, religiosos y muchos –muchos– otros que han entendido que nadie se salva solo”.

“Es contra el padecimiento que se mide el verdadero avance de nuestros pueblos”, dijo el Papa, quien recordó que la oración y el silencio son nuestras “armas vencedoras”.

La tormenta nos demuestra que no somos autosuficientes, que nos hundimos solos.

De ahí que, debemos invitar a Jesús a viajar en nuestra vida.

Con Él a bordo, no nos hundimos, por el hecho de que esta es la fuerza de Dios: convertir en bien todo lo que nos pasa, aun lo negativo.

Con Dios, la vida jamás muere.

disponemos una esperanza

En medio de la tormenta, el Señor nos interpela y nos solicita despertar.

“Disponemos un ancla: en su cruz fuimos salvados.

Poseemos un timón: en su cruz fuimos redimidos.

Tenemos una esperanza: en su cruz fuimos sanados y abrazados, a fin de que nada ni nadie nos pueda separar de su amor redentor”.

Abrazar su cruz, explicó el Papa, significa localizar el valor para abrazar todos y cada uno de los incidentes del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro deseo de omnipotencia y posesión, para dejar espacio a la imaginación que sólo el Espíritu es capaz de suscitar.

“Abrazar al Señor, abrazar la esperanza”.

Aquí está la fuerza de la fe y que libera del miedo.

Francisco luego concluyó:

“Desde este lugar, que atestigua la fe rocosa de Pedro, quisiese esta tarde encomendar a todos al Señor, por intercesión de la Virgen, la salud de su pueblo, una estrella de mar en medio de la tempestad.

Desde esta columnata que abraza a Roma y al planeta, que la bendición de Dios descienda sobre vosotros como un abrazo consolador”.

Al final de la homilía, el Pontífice adoró al Muy santo Sacramento y le concedió la bendición Urbi et Orbi, con la Indulgencia Plenaria anexa.

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