Papa en el Ángelus: Jesús nos pide una fe que cambie la vida,

Papa en el Ángelus: Jesús nos pide una fe que cambie la vida,

En el alegato que antecedió a la oración mariana del Ángelus, Francisco empleó la parábola de “los dos hermanos” del Evangelio de este domingo (27), ejemplo que aflora en las familias, para exhibirnos el sendero de la conversión, que “a veces es dolorosa”, exige renuncia y combate espiritual “para no caer en tentación”.

La vida cristiana “no está llevada a cabo de sueños y bellas aspiraciones, sino más bien de compromisos específicos para abrirnos cada vez más a la voluntad de Dios y al amor a nuestros hermanos y hermanas”.

Pero esto, advirtió el Pontífice, “no se puede llevar a cabo sin la gracia” de ser un óptimo cristiano.

Andressa ColletVatican News

Un domingo lluvioso, propio de principios de otoño en el hemisferio norte, no sorprendió a los peregrinos que asistieron a la Plaza de San Pedro para rezar el rezo del Ángelus Mariano junto al Papa Francisco.

“En mi país dicen: ‘con mal tiempo, buen chico’.

Con esta ‘cara de buena’ les digo: ¡buenos días!”, dijo el Pontífice al saludar a los leales que enfrentaron la fuerte lluvia, entre una colorida selección de paraguas y banderas.

Comentando el Evangelio del día (cf.

21, 28-32), el Papa empleó la parábola de los dos hijos para enseñarnos sobre la conversión, para estudiar a pasar de la palabra a la acción.

Al tiempo que uno negó el trabajo en la viña y luego se arrepintió; el otro hijo rápidamente mencionó que sí, pero de todos modos no cumplió con el pedido del padre.

“La obediencia no consiste en decir ‘sí’ o ‘no’, sino siempre en accionar, en cultivar la viña, en efectuar el Reino de Dios, en llevar a cabo el bien.

Con este simple ejemplo, Jesús quiere superar una religión entendida sólo como una práctica exterior y habitual, que no interfiere a la vida y las actitudes de las personas, una religiosidad superficial, sólo ‘ritual’, en el feo sentido de la palabra”.

Los privilegiados de la felicidad

El Pontífice, pues, al comentar la parábola, mencionó que los publicanos y las prostitutas, “esto es, los pecadores”, preceden, en el Reino de los Cielos, “a los exponentes de esa religiosidad ‘testera’, que Jesús rechaza, que, en entonces eran ‘los sumos sacerdotes y los jubilados del pueblo’ (Mt 21,23).

“Esta afirmación no debe llevarnos a meditar que los que hacen el bien son los que no siguen los mandamientos de Dios, los que no prosiguen la ética, y decir: ‘en todo caso, los que van a la iglesia son peores que nosotros’.

No, esa no es la enseñanza de Jesús.

Jesús no señala a los publicanos ahora las rameras como modelos de vida, sino como ‘privilegiados por la Felicidad’.

Y me gustaría subrayar esa palabra ‘gracia’, felicidad, porque la conversión es siempre una felicidad.

Una gracia que Dios ofrece a todo aquel que se abre y se convierte a Él.

En verdad, estas personas, al oír su predicación, se arrepintieron y modificaron de vida”.

La clemencia sin límites de Dios

El Papa animó de esta manera a la conversión, pues “Dios es tolerante con nosotros: no se cansa, no se rinde ante nuestro ‘no’” y ni siquiera en el momento en que nos distanciamos o cometemos fallos.

El Señor siempre y en todo momento nos acoge para “llenarnos de su sin limites clemencia”.

“La fe en Dios nos solicita que renovemos cada día la elección del bien sobre el mal, la elección de la verdad sobre la falsedad, la decisión del amor al prójimo sobre el egoísmo.

Quien se transforma a esta elección, tras haber experimentado el pecado, hallará los primeros sitios en el Reino de los Cielos, donde hay más alegría por un solo pecador que se transforma que por 99 justos (cf.

Lc 15,7)».

El proceso de purificación de conversión.

Francisco, entonces, al acabar su mensaje al pueblo de Dios este domingo (27), solicitó la intercesión de la Virgen María para que nos asista en este desarrollo de conversión, por la acción del Espíritu Beato, que “derrite la dureza de los corazones y los dispone al arrepentimiento”.

“La conversión, cambiar el corazón, es un proceso que purifica las incrustaciones morales.

Y a veces es un proceso doloroso, porque no hay camino de santidad sin alguna renuncia y combate espiritual.

[…] El evangelio de hoy cuestiona el modo de vivir la vida cristiana, que no se constituye de sueños y preciosas pretensiones, sino de compromisos específicos para abrirnos cada vez más a la intención de Dios y al amor a los hermanos.

Pero esto, incluso el mucho más pequeño esfuerzo preciso, no puede hacerse sin la gracia.

La conversión es una felicidad que debemos soliciar siempre: ‘Señor, dame la gracia de prosperar, la felicidad de ser un buen católico.

Esperamos que le gustara nuestro articulo Papa en el Ángelus: Jesús nos pide una fe que cambie la vida,
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