Oración, limosna y ayuno, “compañeros de viaje” de la Cuaresma

La Cuaresma es un itinerario que conduce al Triduo Pascual. Para São Paulo, es “el momento propicio” para llevar a cabo “un sendero de verdadera conversión”. Para San Agustín, es el símbolo de la vida del hombre. Este tiempo, que comenzó con el Miércoles de Ceniza, reta a los cristianos a vivir mucho más intensamente la culminación del Año Litúrgico, el Misterio Pascual.

ruta de conversión

“Oremos, ayunemos y hagamos proyectos de clemencia en este tiempo de felicidad –escribió el Papa en el tuit del pasado 27 de febrero– a fin de que el Señor halle nuestros corazones dispuestos a llenarlos con la victoria de su amor”. El camino de la Cuaresma, explicó el Pontífice en el mensaje de Cuaresma de 2019, es un itinerario de conversión mediante la oración, la limosna y el ayuno.

“Ayunar, es decir, aprender a cambiar nuestra actitud hacia los demás y las criaturas: pasar de la tentación de “comer desaforadamente” todo para satisfacer nuestra voracidad, a la aptitud de padecer por amor, que puede atestar el vacío de nuestro corazón. Rezar, para saber abandonar la idolatría ahora la autosuficiencia de nuestro ego, y declararnos necesitados del Señor y de su clemencia. Dar limosna, para salir de la tontería de vivir y amontonar todo para nosotros mismos, con la ilusión de confirmarnos un futuro que no nos forma parte”. (Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2019)”

Invierte en un tesoro que perdure

La Cuaresma es un “viaje de regreso a lo esencial”. La limosna, la oración y el ayuno –nos recordó en la Misa en la Basílica de Santa Sabina, el 6 de marzo de 2019– son tres etapas que el Señor nos solicita proseguir sin hipocresía. ¿Para qué exactamente son?

“La limosna, la oración y el ayuno nos devuelven a las tres únicas realidades que no se disipan. La oración nos conecta con Dios; caridad, a el resto; ayuno, nosotros. Dios, los hermanos, mi vida: tales son las realidades, que no se quedan en nada y en las que hay que invertir. Aquí es donde la Cuaresma nos sugiere ir a ver: hacia arriba, con la oración, que nos libera de una vida horizontal y reptante, donde encontramos tiempo para nosotros mismos pero nos olvidamos de Dios. Y después por el otro, con la caridad, que libera de la nulidad del tener, de pensar que las cosas están bien si me van bien. Al final, nos invita a mirarnos en nosotros, con el ayuno, que nos libera del apego a las cosas, de la mundanalidad que anestesia el corazón. Oración, caridad, ayuno: tres inversiones en un tesoro duradero. (Santa Misa del 6 de marzo de 2019, homilía del Papa Francisco)”

Limosna libre de codicia

“Cada limosna es una ocasión de formar parte en la Providencia de Dios para sus hijos”, y escribe el Papa en su mensaje para la Cuaresma de 2018, indicando la verdadera riqueza del compartir:

“La práctica de la limosna nos libera de la avaricia y nos ayuda a descubrir que el otro es nuestro hermano: lo que tengo jamás es solo mío. ¡De qué forma quisiese que la limosna se transformara en una auténtica forma de vida para todos! De qué manera me agradaría que, como cristianos, prosiguiéramos el ejemplo de los Apóstoles y vieramos en la oportunidad de comunicar nuestros recursos con los demás un testimonio concreto de la comunión que habitamos la Iglesia. (Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2018)”

Oración y “agonismo espiritual”

La Cuaresma es también tiempo de prueba, de resistencia a la tentación. En el Ángelus del 18 de febrero de 2018, el Beato Padre nos recuerda que la oración, con la ayuda del Señor, es el arma para vencer al Malvado.

“La Cuaresma es un tiempo de “agonismo” espiritual, de pelea espiritual: nos encontramos llamados a enfrentar al Malvado a través de la oración para poder, con el apoyo de Dios, vencerlo en nuestra vida cotidiana. Entendemos que el mal tristemente actúa en nuestra vida y en nuestro ambiente, donde actúa la crueldad, el rechazo al otro, los encierros, las guerras, las injusticias. Todas y cada una estas son proyectos del malvado, del mal. (Ángelus, 18 de febrero de 2018)”

el verdadero ayuno

La Cuaresma es, por consiguiente, un tiempo privilegiado de ayuno. Pero, ¿qué ayuno desea el Señor del hombre? Esta es el interrogante que guió, el 16 de febrero de 2018, la meditación matinal del Papa Francisco en la capilla de la “Domus Sanctae Marthae”. El verdadero ayuno, subraya el Papa, es el que se hace con coherencia, para no ser visto. El auténtico ayuno requiere la felicidad de la perseverancia. Es exactamente la Primera Lectura, tomada del Libro del Profeta Isaías (Is 58,1-9a), la que resalta qué género de ayuno quiere el Señor: “es romper las cadenas injustas, desatar las cuerdas del yugo, poner independencia a los oprimidos y rompid toda especie de yugo”.

“¿Mi ayuno contribuye a otros? Si no llega, es fake, es incoherente y te transporta por el camino de una doble vida. Pretendo ser católico, justo… como los fariseos, como los saduceos. Pero por la parte interior, no lo soy. (Misa en Casa Santa Marta, 16 de febrero de 2018)”

conversión del corazón

La Cuaresma es “el tiempo propicio para ofrecer cabida a la Palabra de Dios”. De este modo lo recuerda el Papa Francisco en la Audiencia General del 26 de febrero, añadiendo que es “el momento de apagar la televisión y abrir la Biblia”, el instante de “separarse del móvil y conectarse al Evangelio”. “Es hora de renunciar a las palabras inútiles” y ocuparse a “una sana ecología del corazón”. El sentido del sendero de Cuaresma, 40 días hacia la Pascua, está relacionado al sentido espiritual del desierto: “El desierto es el sitio donde puedes alejarte del ruido que te rodea. Es la sepa de expresiones para dar paso a otra Palabra, la Palabra de Dios, que acaricia nuestro corazón como una brisa rápida. El desierto es el lugar de la Palabra, con mayúscula”:

“Que la Cuaresma reavive en nosotros el deseo de vivir en la Palabra de Dios y en la esperanza de la Resurrección. Que la oración, el ayuno y la limosna os asistan a convertir vuestro corazón y les preparen para vivir el Triduo Pascual: misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. (Audiencia general, 26 de febrero de 2020)”

Fuente: Noticias del Vaticano