Misa de Navidad: fija tu mirada en el pesebre de Belén,

Misa de Navidad: fija tu mirada en el pesebre de Belén,

Misa de Navidad: fija tu mirada en el pesebre de Belén, no en el pesebre de la vanidad

En este hartazgo sin fin de tener, dijo el Papa, “nos arrojamos en pesebres de vanidad, olvidándonos del pesebre de Belén”.

El Papa Francisco celebró la Misa de Navidad en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, concelebrada por cardenales y con un reducido número de fieles. El gobierno italiano dictaminó el confinamiento en estos días festivos. En su homilía recordó que el pesebre de Belén, pobre en todo y rico en amor, enseña que el alimento de la vida es dejarse querer por Dios y por el resto.

Bianca Fraccalvieri – Localidad del Vaticano

Un hijo nos fué dado: la homilía del Papa Francisco en la Nochebuena viró cerca de esta frase tomada de la profecía de Isaías.

Esta es la Navidad, ha dicho el Pontífice, el nacimiento de Jesús es la noticia que nos deja renacer dentro de todos los años, encontrando en Él la fuerza para enfrentar todas y cada una de las pruebas. “Sí, porque Jesús ha nacido para nosotros”: para cada uno de nosotros.

Que la misericordia convierta nuestras miserias

Dios viene al mundo como hijo para hacernos hijos de Dios: somos hijos amados, pese a nuestros errores y descalabros. Y el amor de Dios por nosotros no es dependiente ni va a depender jamás de nosotros: es amor gratis, pura felicidad. El corazón indestructible de nuestra esperanza es reconocernos hijos de Dios, recordó Francisco.

No obstante, puede aparecerr la duda de si el Señor hizo bien en ofrecernos tanto. Pero de este modo está hecho, dijo el Papa: no puede dejar de amarnos, tan diferentes a nosotros. Nos quiere con un amor preciso hasta tocar nuestra peor miseria, poniendo toda nuestra salvación en el pesebre de un establo, sin tener miedo nuestras miserias.

“¡Que su misericordia transforme nuestras miserias!”, exhortó el Pontífice.

“Dios nació descartado para decirnos que cada individuo descartada es un hijo de Dios”.

pesebre de la vanidad

Pero cuántas veces, se percató Francisco, hambrientos de diversión, de éxito y de mundanalidad, alimentamos la vida con alimentos que no sacian y dejan vacíos por dentro.

En esta saciedad sin fin de tener, “nos echamos en pesebres de vanidad, olvidándonos del pesebre de Belén”.

Ese pesebre, pobre en todo y abundante en amor, enseña que el alimento de la vida es dejarse querer por Dios y por el resto. Jesús nos ofrece el ejemplo: Él, el Verbo de Dios, es un niño; no charla, pero proporciona vida. “Nosotros, por otra parte, charlamos mucho, pero de forma frecuente somos iletrados en bondad”.

Dios, prosiguió el Papa, nació niño para impulsarnos a proteger del resto. “Su amor desarmado y que desarma nos ten en cuenta que el tiempo que poseemos no es para quejarnos, sino para consolar las lágrimas de los que padecen”. Sirviendo a los pobres, amamos a Dios.

El Beato Padre concluyó con esta oración:

“Eres Tú, Jesús, el Hijo que me haces hijo. Me amas como soy, no como me sueño. Abrazándote, Pesebre, vuelvo a abrazar mi vida. Acogiéndote, Pan de vida, asimismo yo quiero ofrecer mi vida. Tú que me salvas, enséñame a ser útil. Tú que no me dejas solo, ayúdame a consolar a tus hermanos, porque desde esta noche todos son mis hermanos”.

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