Mensaje del Papa para la IV Jornada Mundial de Oración por
“Mi deseo es que las comunidades cristianas contribuyan cada vez más en concreto para que todos logren disfrutar de este recurso indispensable, en el precaución respetuoso de los dones recibidos del Constructor, en particular de los tutoriales de agua, mares y océanos”, escribe el Papa Francisco en el mensaje en que llama la atención sobre el agua, elemento tan simple como bello.
localidad del Vaticano
Este 1 de septiembre es la Jornada Mundial de Oración por el Precaución de la Creación. Hete aquí el mensaje del Santo Padre para esta ocasión:
¡Estimados hermanos y hermanas!
En esta Día de oración, primeramente, quisiese dar merced al Señor por el don de nuestra casa común y por todos y cada uno de los hombres de buena intención que se comprometen a protegerla. También les agradezco los varios proyectos que buscan fomentar el estudio y la protección de los ecosistemas, los esfuerzos dirigidos a desarrollar una agricultura más sostenible y una alimentación más responsable, las distintas iniciativas educativas, espirituales y rituales que involucran a muchos cristianos de todo el planeta en el cuidado de la creación.
Debemos aceptarlo: no supimos proteger responsablemente la creación. La situación medioambiental, tanto a nivel global como en varios lugares específicos, no puede considerarse satisfactoria. Con razón brotó la necesidad de una renovada y sana relación entre la raza humana y la creación, la convicción de que sólo una visión genuina y también integral del hombre nos dejará cuidar mejor nuestro mundo en beneficio de las presentes y futuras generaciones, puesto que “nosotros no probablemente halla ecología sin una adecuada antropología» (Carta Enc. laudato si‘, 118).
En esto Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creaciónque la Iglesia Católica celebra desde hace algunos años en unión con los hermanos y hermanas ortodoxos, y con el acompañamiento de otras Iglesias y Comunidades cristianas, quisiese llamar la atención sobre la cuestión de agua, un factor tan simple y hermoso, cuyo ingreso es tristemente bien difícil para muchos, si no irrealizable. Sin embargo, “el acceso al agua bebible y segura es un derecho humano fundamental, primordial y universal, pues determina la supervivencia de la gente y, por consiguiente, es una condición para el ejercicio de otros derechos humanos. Este planeta tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua bebible, por el hecho de que esto es negarles el derecho a la vida arraigado en su dignidad inalienable» (ibídem., 30).
El agua nos sugiere ir a pensar sobre nuestros orígenes. La mayor parte del cuerpo está compuesto de agua; y muchas civilizaciones, en la historia, surgieron en la vecindad de grandes cursos de agua que marcaron su identidad. Es sugerente la imagen utilizada al comienzo del Génesis, en la que diríase que al principio el espíritu del Creador «se movía sobre las aguas» (1,2).
Pensando en su papel primordial en la creación y el avance humano, siento la necesidad de dar gracias a Dios por la “hermana agua”, sencilla y útil sin igual para la vida en el planeta. Precisamente de ahí que, cuidar las fuentes y cuencas de agua es un imperativo urgente. El día de hoy más que nunca se necesita una observación que vaya alén de lo inmediato (cf. Carta Enc. laudato si‘, 36), aparte del «método utilitarista de eficacia y eficacia para el beneficio individual» (ibídem., 159). Urgen proyectos conjuntos y acciones concretas, sabiendo que es inaceptable cualquier privatización del recurso natural del agua que vaya contra el derecho humano a acceder a él.
Para nosotros cristianos, el agua es un factor fundamental de purificación y de vida. Mis pensamientos se vuelven inmediatamente al Bautismo, el sacramento de nuestro renacimiento. El agua santificada por el Espíritu es la materia por la cual Dios nos da vida y nos moderniza; es la fuente bendita de una vida que nunca muere.
El bautismo representa también, para los cristianos de diversas confesiones, el punto de inicio real e indispensable para vivir una fraternidad poco a poco más auténtica en el camino de la unidad plena. Jesús, durante su misión, prometió agua con la capacidad de saciar para toda la vida la sed del hombre (cf. Jo 4:14), y presagió: “Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba” (Jo 7.37). Ir a Jesús, tomar de él significa encontrarlo personalmente como Señor, sacando el sentido de la vida de su Palabra. Que resuenen con fuerza en nosotros las palabras que pronunció en la cruz: “Tengo sed” (Jo 19, 28).
El Señor sigue pidiendo ser saciado en su sed, porque tiene sed de amor. Nos solicita que le demos de tomar entre los muchos que el día de hoy tienen sed, para que nos afirme: “Tuve sed y me disteis de beber” (monte 25.35). Ofrecer agua, en la aldea global, no implica sólo gestos caritativos personales, sino elecciones específicas y un deber constante para garantizar a todos el bien primario del agua.
Asimismo me gustaría tocar el tema de los mares y océanos. Debemos agradecer al Constructor el don imponente y fantástico de las considerables aguas y cuanto poseen (cf. generación 1.20-21; SL 146,6), y alabadle por haber cubierto la tierra de océanos (cf. SL 104.6). Regentar nuestro pensamiento hacia las inmensas extensiones del mar, en incesante movimiento, representa asimismo, en cierto sentido, una ocasión para pensar en Dios, que acompaña regularmente a su creación, haciéndola seguir, manteniéndola en existencia (cf. S . Juan Pablo II, Catecismo7 de mayo de 1986).
Proteger cada día este bien inestimable representa el día de hoy una compromiso imperativa, un verdadero desafío: se necesita una cooperación eficaz entre los hombres de buena voluntad para ayudar en la obra permanente del Creador. Desafortunadamente, muchos esfuerzos fracasan gracias a la carencia de regulación y controles efectivos, singularmente en lo que respecta a la protección de áreas marinas alén de las fronteras nacionales (cf. Enc. laudato si‘, 174).
No tenemos la posibilidad de dejar que los mares y océanos se llenen de extensiones inertes de plástico flotante. También para esta emergencia nos encontramos llamados a comprometernos, con mentalidad activa, orando como si todo dependiese de la divina Providencia y actuando tal y como si todo dependiera de nosotros.
Oremos a fin de que las aguas no sean signo de separación entre los pueblos, sino de encuentro para la comunidad humana. Oremos a fin de que se resguarde a aquellas personas que exponen su historia en la mitad de las olas en busca de un futuro mejor. Solicitemos al Señor y a quienes ejercen el alto servicio de la política que los temas mucho más delicados de nuestro tiempo, como los relacionados con las migraciones, el cambio climático, el derecho de todos a gozar de los bienes primarios, se afronten con compromiso, con previsión. viendo al mañana, con generosidad y espíritu de cooperación, singularmente entre los países que tienen mayor disponibilidad.
Oremos por quienes se ocupan al apostolado del mar, por quienes ayudan a pensar sobre los problemas que enfrentan los ecosistemas marinos, por quienes contribuyen al desarrollo y app de normas internacionales sobre los mares que tienen la posibilidad de resguardar a la gente, los países, bienes, elementos naturales –pienso, por poner un ejemplo, en la fauna y la flora marinas, tal como en los arrecifes de coral (cf. ibídem., 41) o en el fondo del mar- y garantizando un desarrollo integral en la visión del bien común de toda la familia humana y no de intereses particulares.
Debemos recordar asimismo cuántas personas se ocupan de la protección de los espacios marítimos, por la protección de los océanos y su biodiversidad, a fin de que logren efectuar esta tarea con responsabilidad y honestidad.
Preocupémonos, por último, por las generaciones más jóvenes y recemos por ellas, para que crezcan en el conocimiento y el respeto de nuestra casa común y en el deseo de cuidar el bien esencial del agua en beneficio de todos. Mi deseo es que las comunidades cristianas contribuyan poco a poco más concretamente a fin de que todos logren gozar de este recurso indispensable, en el precaución respetuoso de los dones recibidos del Constructor, en particular de los cursos de agua, mares y océanos.
Vaticano, 1 de septiembre de 2018
FRANCISCO
Esperamos que le gustara nuestro articulo Mensaje del Papa para la IV Jornada Mundial de Oración por
y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
Cosas interesantes de saber el significado : Dios