Mensaje del Papa para la 56 Jornada Mundial de Oración

Mensaje del Papa para la 56 Jornada Mundial de Oración

Foi publicada, neste sábado (09/3), a Mensagem do Santurrón Padre para o Dia Mundial de Oração pelas Vocações, que ocorrerá no próximo dia 12 de maio, IV Domingo da Páscoa, sobre o tema: “A coragem de arriscar pela promessa de Dios”.

Manoel Tavares – Localidad del Vaticano

Al comienzo de su Mensaje, el Papa recordó los 2 grandes hechos que tuvieron lugar últimamente en la Iglesia: el Sínodo destinado a los jóvenes en octubre de 2018 y la 34ª Día Mundial de la Juventud en Panamá. Estos 2 acontecimientos dejaron a la Iglesia percibir la voz del Espíritu y también la voz de los jóvenes, sus interrogantes, sus luchas y esperanzas.

Por eso, en esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, Francisco retoma lo compartido con los jóvenes de Panamá y reflexiona sobre la llamada del Señor, que nos hace portadores de una promesa y al tiempo nos pregunta coraje para arriesgar con Él y para Él.

Próximamente, promesa Es peligro: dos puntos que el Papa propone a los jóvenes al contemplar el pasaje evangélico sobre la vocación de los primeros discípulos a orillas del lago de Galilea.

2 hermanos, Simão y André, junto con Tiago y João se ocupan del trabajo períodico de los pescadores. En este fatigoso oficio aprendieron las leyes de la naturaleza, desafiándolas en el momento en que los vientos eran contrarios y las olas sacudían las embarcaciones. En determinados días, la abundante pesca retribuía el duro cansancio, pero, en otras ocasiones, el trabajo de toda una noche de pesca no alcanzaba para llenar las redes y volvían a casa, cansados ​​y decepcionados.

Como en la crónica de toda vocación, también en este caso se genera un encuentro: en su sendero, Jesús se encuentra con aquellos pescadores y se acerca a ellos. Lo mismo pasa con quienes escogen comunicar su vida en el matrimonio o cuando sienten la fascinación de la vida consagrada. Es la sorpresa de un acercamiento y la promesa de alegría capaz de atestar nuestra vida.

De hecho, Jesús no tardó en realizar su “promesa” a esos pescadores: “Les voy a hacer pescadores de hombres”.

Sin embargo, la llamada del Señor no es la intromisión de Dios en nuestra independencia; no es una jaula o un peso que debemos llevar. Al contrario, es la idea cariñosa con la que Dios sale a nuestro encuentro y nos sugiere ir a participar en un gran proyecto.

La vocación es una convidación a no quedarse quietos en la playa con las redes en las manos, sino más bien a continuar a Jesús en su camino, para nuestra felicidad y para el bien de los que nos rodean.

Por supuesto, admitir tu promesa necesita el coraje de “peligro”. De hecho, los primeros acólitos “inmediatamente dejaron sus redes y siguieron a Jesús”. Aceptar la llamada del Señor significa dejarse implicar completamente y “arriesgarse” a enfrentar un desafío sin precedentes; es requisito desprenderse de todo lo que nos impide realizar una decisión definitiva; se precisa audacia para descubrir el proyecto que Dios tiene para nosotros. Debemos confiar en la promesa del Señor.

En el acercamiento con el Señor uno puede sentirse llamado a la vida consagrada o al sacerdocio. Es un descubrimiento que nos ilusiona ahora la vez nos asusta el transformarnos en “pescadores de hombres” en la barca de la Iglesia, dedicándonos completamente al servicio del Evangelio y de nuestros hermanos y hermanas, cooperando de este modo en su obra. ¡No hay mayor alegría que arriesgar la vida por el Señor!

El Beato Padre concluye su Mensaje con un llamamiento a los jóvenes: “¡No seáis suecos a la llamada del Señor! Si te llama, no te opongas, sino confía en él. No os dejéis contagiar por el temor, que nos paraliza, ante la propuesta del Señor. Recordad siempre y cuando el Señor asegura, a quien deja todo para proseguirlo, la alegría de una vida novedosa, que llena nuestro corazón y anima nuestro sendero”.

“Sin embargo, no siempre es simple discernir nuestra vocación y orientar nuestra vida. Por eso, los jóvenes tienen que poder contar con la pastoral juvenil y vocacional, que les asista a descubrir el plan de Dios, especialmente por medio de la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la adoración eucarística y la dirección espiritual”.

En esta Día Mundial de Oración por las Vocaciones, el Papa nos invita a soliciar al Señor que nos ayude a descubrir su emprendimiento de amor y que nos dé el valor de arriesgarnos a emprender el camino de su seguimiento.

Texto completo del Mensaje del Papa para la Día Mundial de Oración por las Vocaciones – 12 de mayo de 2019 – Cuarto Domingo de Pascua.

El valor de arriesgarse por la promesa de Dios

¡Queridos hermanos y hermanas!

Tras la animada y fructífera experiencia, el mes pasado de octubre, del Sínodo destinado a los jóvenes, hemos celebrado recientemente en Panamá la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud. Dos grandes hechos que permitieron a la Iglesia escuchar la voz del Espíritu y asimismo la vida de los jóvenes, sus problemas, las luchas que los estresan y las esperanzas que viven en ellos.

En esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, reanudando exactamente lo que pude compartir con los jóvenes de Panamá, quisiese pensar sobre la llamada del Señor que nos hace portadores de promesas y al tiempo nos pregunta el valor de arriesgar con Él y para Él. Quisiera detenerme resumidamente en estos dos puntos –la promesa y el riesgo–, contemplando con vosotros la escena evangélica de la vocación de los primeros discípulos al lado del lago de Galilea (cf. Mc 1, 16-20).

2 parejas de hermanos, Simão y André, adjuntado con Tiago y João, están ocupados con su trabajo períodico como pescadores. En este fatigoso trabajo aprendieron las leyes de la naturaleza, desafiándolas en el momento en que los vientos eran contrarios y las olas sacudían las embarcaciones. En ciertos días, la abundante pesca recompensaba el duro cansancio, pero, en otras ocasiones, el trabajo de una noche no alcanzaba para ocupar las redes y volvían a la orilla cansados ​​y desilusionados.

Estas son las situaciones recurrentes en la vida, donde todos nosotros se encara a los deseos que lleva en el corazón, se compromete en ocupaciones que -espera- logren ser fructíferas, se adentra en un «mar» de innumerables posibilidades en busca del camino preciso capaz de saciar tu sed de felicidad. En ocasiones disfrutas de una aceptable pesca, al paso que otras tienes que armarte de valor para gobernar un barco sacudido por las olas, o lidiar con la frustración de tener las redes vacías.

Como en la narración de toda vocación, asimismo en este caso se genera un acercamiento. Jesús va por el sendero, ve a esos pescadores y se aproxima… Sucedía con la persona que elegimos para compartir la vida en matrimonio, o en el momento en que sentimos la fascinación de la vida consagrada: experimentamos la sorpresa de un acercamiento y, en ese momento, vislumbramos la promesa de una alegría capaz de satisfacer nuestra vida. Igualmente aquel día, junto al lago de Galilea, Jesús fue al encuentro de aquellos pescadores, rompiendo la “parálisis de la normalidad” (Homilía en la XXII Jornada Mundial de la Vida Consagrada, 2/II/2018). Y no tardó en hacerles una promesa: “Os voy a hacer pescadores de hombres” (Mc 1, 17).

Por consiguiente, la llamada del Señor no es una injerencia de Dios en nuestra independencia; no es una “jaula” o un peso que se coloca sobre nuestras espaldas. Al contrario, es la idea amorosa con la que Dios sale a nuestro acercamiento y nos invita a ingresar en un gran proyecto, del que nos desea llevar a cabo participantes, mostrándonos el horizonte de un mar más amplio y de una pesca sobreabundante.

De hecho, el deseo de Dios es que nuestra vida no se convierta en prisionera de lo banal, no se deje arrastrar por la inercia a los hábitos cotidianos, ni continúe inerte frente aquellas elecciones que podrían darle sentido. El Señor no desea que nos resignemos a vivir al día, pensando que al final de cuenta no hay nada por lo que valga la pena comprometerse apasionadamente y eliminando la inquietud interior de buscar nuevos caminos para nuestra navegación. Si en ocasiones nos hace experimentar una “atrapa prodigiosa”, es por el hecho de que quiere hacernos conocer que cada uno de nosotros está llamado –de distintas maneras– a algo grande, y que la vida no debe quedar atrapada en las redes del sinsentido y de lo que anestesia el corazón. Al fin y al cabo, la vocación es una invitación a no quedarse quietos en la playa con las redes en las manos, sino a proseguir a Jesús por el sendero que Él nos ha trazado, para nuestra felicidad y para el bien de los que nos rodean.

Naturalmente, abrazar esta promesa necesita el valor de arriesgar una elección. Sintiéndose llamados por él a formar parte en un sueño mayor, los primeros discípulos, “dejando en seguida sus redes, le prosiguieron” (Mc 1, 18). Esto quiere decir que, para acoger la llamada del Señor, es requisito dejarse implicar completamente y correr el riesgo de enfrentarse a un desafío sin precedentes; es necesario dejar caer todo lo que logre tenernos atados a nuestro pequeño bote, impidiéndonos tomar una resolución final; se nos solicita la audacia que nos impulsa de manera fuerte a descubrir el proyecto que Dios tiene para nuestra vida. Sustancialmente, en el momento en que nos colocamos frente al vasto mar de la vocación, no tenemos la posibilidad de quedarnos reparando nuestras redes en la barca que nos da seguridad, sino que debemos confiar en la promesa del Señor.

Pienso, en primer lugar, en la llamada a la vida cristiana que todos nos llega en el Bautismo y que nos recuerda que nuestra vida no es fruto del azar, sino don a los hijos amados del Señor, reunidos en la enorme familia de la Iglesia. Es exactamente en la comunidad eclesial donde nace y se desarrolla la vida cristiana, sobre todo mediante la Liturgia que nos introduce en la escucha de la Palabra de Dios y de la gracia de los Sacramentos; es allí donde somos, desde temprana edad, iniciados en el arte de la oración y del comunicar fraterno. Exactamente porque nos crea vida nueva y nos lleva a Cristo, la Iglesia es nuestra madre; de ahí que debemos amarla, aun cuando vislumbramos las arrugas de la fragilidad y del pecado en su rostro, y debemos contribuir a hacerla poco a poco más bella y luminosa, para que sea testigo del amor de Dios en el planeta.

Entonces, la vida cristiana encuentra su expresión en aquellas opciones que, al tiempo que dan una dirección concreta a nuestra navegación, asimismo contribuyen al crecimiento del Reino de Dios en la sociedad. Pienso en la opción de casarme en Cristo y formar una familia, así como otras vocaciones vinculadas al mundo del trabajo y las profesiones, el compromiso en el campo de la caridad y la solidaridad, las responsabilidades sociales y políticas, etc. Son vocaciones que nos hacen portadores de una promesa de bien, amor y justicia, no sólo para nosotros mismos, sino más bien también para los contextos sociales y culturales en los que vivimos, que precisan cristianos valientes y auténticos testigos del Reino de Dios.

En el acercamiento con el Señor se puede sentir la fascinación de una llamada a la vida consagrada o al sacerdocio ordenado. Es un descubrimiento que emociona y, al mismo tiempo, amedrenta, sentirse llamado a convertirse en “pescadores de hombres” en la barca de la Iglesia por medio de una entrega total de sí y el deber de un servicio fiel al Evangelio y a los hermanos. . Esta decisión conlleva el peligro de dejarlo todo para seguir al Señor y de consagrarse totalmente a él para ayudar en su obra. Muchas resistencias interiores tienen la posibilidad de obstaculizar tal decisión, pero asimismo, en ciertos contextos muy secularizados donde parece no haber rincón para Dios y el Evangelio, se puede desanimar y caer en el “cansancio de la esperanza” (Homilía en la Misa con sacerdotes, personas consagradas y movimientos laicalesPanamá, 26/I/2019).

¡Y no obstante no hay mayor alegría que poner en riesgo la vida por el Señor! Me agradaría deciros a vosotros jóvenes particularmente: ¡no seáis suecos a la llamada del Señor! Si Él os llama por este camino, no les opongáis y confiad en Él. No os dejéis contagiar por el temor, que nos paraliza ante las altas cimas que el Señor nos propone. Recordad siempre que el Señor, a quien deja las redes y la barca para seguirlo, promete la alegría de una vida nueva, que llena el corazón y anima el sendero.

Estimados amigos, no en todos los casos es simple discernir nuestra vocación y orientar con precisión nuestra vida. De ahí que, es necesario un esfuerzo renovado por parte de toda la Iglesia –curas, religiosos, agentes pastorales, docentes– para ofrecer espacios de escucha y discernimiento, en especial a los jóvenes. Es precisa una pastoral juvenil y vocacional que asista a conocer el plan de Dios, en especial mediante la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la adoración eucarística y la dirección espiritual.

Como se señaló varias ocasiones durante la Día Mundial de la Juventud en Panamá, necesitamos mirar a María. En la historia de aquella joven, la vocación era asimismo una promesa y, al tiempo, un peligro. Su misión no fue simple, pero no permitió que el temor la venciese. Su “sí” era el “sí” de quien desea comprometerse y arriesgarse, que desea apostarlo todo, sin tener otra garantía que la seguridad de conocerse portadora de una promesa. A cada uno de nosotros les pregunto: ¿les sentís portadores de una promesa? ¿Qué promesa llevo en mi corazón y debo continuar con ella? Sin duda María tendría una misión difícil, pero las adversidades no eran fundamento para decir “no”. Seguramente habría adversidades, pero no serían idénticas a las que se dan en el momento en que la cobardía nos paraliza porque no lo observamos todo claro ni garantizado por adelantado» (Vigilia con la juventudPanamá, 26/I/2019).

En este Día, nos unimos en oración para pedir al Señor que nos ayude a descubrir su emprendimiento de amor para nuestra vida, y que nos dé el coraje para exponernos en el camino que Él siempre y en todo momento ha tenido en mente para nosotros.

Vaticano, Memoria de San Juan Bosco, 31 de enero de 2019.

Francisco

Esperamos que le gustara nuestro articulo Mensaje del Papa para la 56 Jornada Mundial de Oración
y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
Cosas interesantes de saber el significado : Dios