Aguardamos nuevos cielos y una exclusiva tierra, donde habitará la justicia. (2Pd 3.13)
Movidos por la esperanza que aflora del Evangelio, los obispos de Brasil, reunidos en un onlineen la 58ª Reunión General de la Charla Nacional de Obispos de Brasil-CNBB, del 12 al 16 de abril de 2021, en este grave instante, vamos nuestro mensaje al pueblo brasileño.
Expresamos nuestras oraciones y nuestra solidaridad con los enfermos, con las familias que perdieron a sus conocidos cercanos y con todos los que más sufren las consecuencias del Covid-19. En la seguridad de la Resurrección, traemos en nuestras oraciones, particularmente, a los difuntos. Al tiempo, expresamos nuestro profundo agradecimiento a los profesionales de la salud y a todas la gente que han donado su historia en pos de los enfermos, prestado servicios fundamentales y contribuido a enfrentar la pandemia.
Brasil vive la profundización de una grave crisis sanitaria, económica, ética, popular y política, intensificada por la pandemia, que nos desafía, exponiendo la desigualdad estructural arraigada en la sociedad brasileña. Aunque todos padecemos la pandemia, sus secuelas son mucho más devastadoras en la vida de los pobres y débiles.
Esta situación de padecimiento debe hallar eco en el corazón de los acólitos de Cristo.[1]. Todo cuanto fomenta o amenaza la vida concierne a nuestra misión como cristianos. Siempre y cuando tomamos posiciones sobre cuestiones sociales, económicas y políticas, lo hacemos como lo exige el Evangelio. No tenemos la posibilidad de permanecer en silencio cuando la vida se ve conminada, los derechos se irrespetan, la justicia se corrompe y se instaura la violencia.[2].
Encomiamos el testimonio de nuestras comunidades en la búsqueda incansable y anónima por atenuar las secuelas de la pandemia. Varios hermanos y hermanas, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, laicos cristianos, movidos por el genuino espíritu cristiano, dan a conocer su vida en la ayuda a los más vulnerables. Con el Papa Francisco aseguramos que “la oración a Dios y la solidaridad con los pobres y los enfermos son indivisibles”[3]. Siempre se deben promover las ideas comunitarias de compartir y de solidaridad. ¡Es hora de cuidar!
Somos pastores y nuestra misión es cuidar. Nos duele el corazón con la participación limitada del Pueblo de Dios en los santuarios. No obstante, el carácter sagrado de la vida humana pide de nosotros sentido común y responsabilidad. Por ende, en ese momento, debemos proseguir observando las medidas sanitarias que atañen a las celebraciones presenciales. Reconocemos con gratitud que nuestras familias han sido un espacio privilegiado para vivir la fe y la solidaridad. Han encontrado en las ideas de nuestras comunidades, mediante subvenciones y celebraciones on-line, la oportunidad de vivir intensamente la Iglesia doméstica. Unidos en la oración y el precaución de la vida, superaremos este momento.
En la sociedad civil, los tres poderes de la República tienen, cada uno de ellos en su especificidad, la misión de conducir a Brasil en los dictados de la Constitución Federal, que preconiza la salud como “un derecho de todos y un deber del Estado”[4]. Esto necesita competencia y lucidez. Son inaceptables los alegatos y actitudes que nieguen la verdad de la pandemia, desconozcan las medidas sanitarias y atenten contra el Estado Democrático de Derecho. Es necesario prestar atención a la ciencia, alentar el uso de máscaras, el distanciamiento social y asegurar la vacunación para todos cuanto antes. La ayuda de emergencia, digna y durante el tiempo que sea necesario, es fundamental para socorrer vidas y dinamizar la economía[5]con especial atención a los pobres y desempleados.
Es necesario garantizar mayores inversiones en salud pública y asistencia adecuada a los enfermos, conservando y fortaleciendo el Sistema Único de Salud – SUS. Los intentos sistemáticos de desmantelar la composición de protección social en el país son inaceptables. Rechazamos enérgicamente cualquier iniciativa que pretenda eximir a los gobernantes públicos de utilizar el presupuesto mínimo constitucional para salud y educación.
La educación, debilitada a lo largo de años por la sepa de un proyecto educativo nacional eficaz, padece aún mucho más en el contexto de la pandemia, con graves consecuencias para el futuro del país. Aparte de políticas públicas de Estado funcionales, es primordial el compromiso con el Pacto Educativo Global, propuesto por el Papa Francisco.[6].
Nos preocupa asimismo el serio problema de las múltiples maneras de crueldad esparcidas en la sociedad, favorecidas por el simple ingreso a las armas. La desinformación y el discurso de odio, singularmente en las redes sociales, desarrollan una agresión sin límites. Constatamos, con pesar, el uso de la religión como instrumento de disputa política, justificando la violencia y provocando confusión entre los leales y en la sociedad.
El cuidado de la vivienda común merece una atención constante, sujeto a la lógica insaciable de la “explotación y humillación”[7]. Es urgente comprender que un bioma conservado cumple su función productiva de mantener y producir vida en el planeta, respetando el justo equilibrio entre producción y preservación. La desertificación de la tierra procede de la desertificación del corazón humano. Creemos que “la libertad humana es con la capacidad de limitar la tecnología, orientarla y ponerla al servicio de otro género de progreso, más sano, más humano, más social, más integral”[8].
Cada vez es mucho más preciso sobrepasar la desigualdad social en el país. Para ello, debemos promover la mejor política[9]que no se somete a intereses de tipo económico, y se guía por la fraternidad y la amistad popular, que implica no sólo el acercamiento entre conjuntos sociales distantes, sino más bien también la búsqueda de un acercamiento renovado con los ámbitos más pobres y atacables[10].
Hacemos un fuerte llamado a la unidad de la sociedad civil, Iglesias, entidades, movimientos sociales y todas la gente de buena intención, en torno al Pacto por la Vida y por Brasil. Asumamos, con nuevo compromiso, iniciativas específicas para la promoción de la solidaridad y el comunicar. El paso hacia una nueva era es desafiante, sin embargo, poseemos la oportunidad privilegiada de reconstruir la sociedad brasileña sobre los cimientos de la justicia y la paz, transitando el sendero de la fraternidad y el diálogo. Como nos animó el Papa Francisco: “el anuncio pascual es un anuncio que renueva la esperanza en nuestros corazones: ¡no podemos rendirnos!”[11]
Con fe en Cristo Resucitado, fuente de nuestra promesa, invocamos la bendición de Dios sobre el pueblo brasileño, por intercesión de San José y de Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil.
Brasília, 16 de abril de 2021.
Don Walmor Oliveira de AzevedoArzobispo de Belo Horizonte – MGPPresidente de la CNBB
Monseñor Jaime Spengler, OFMArzobispo de Porto Alegre – RS1er Vicepresidente
Dom Mario Antonio da SilvaObispo de Roraima – RR2º Vicepresidente
Don Joel Portella AmadoObispo Socorrer de Río de Janeiro – RJ Secretario General de la CNBB