los dogmas marianos

“Lo que la fe católica cree sobre María se apoya en lo que cree sobre Cristo, pero lo que la fe enseña sobre María alumbra, a su vez, su fe en Cristo” (Catecismo de la Iglesia Católica, No. 487). La idea de que el culto a la Santísima Virgen María ya los Santos eclipsa el culto a la Santísima Trinidad es falsa. Al contrario, este culto nos hace admitir la obra salvífica de Dios en la vida de sus criaturas, fabricadas sus hijos por la inserción en su Pueblo por el Bautismo. De ahí esta afirmación de Catecismo, que todo cuanto se dice de María dicen mucho más de Cristo que de ella. Veremos de qué forma pasa esto en la doctrina expuesta a partir de los cuatro dogmas marianos: la Inmaculada Concepción, la Maternidad Divina, la Virginidad Perpetua y la Asunción.

En orden cronológico, el primer dogma proclamado fue el de “Madre de Dios”, en el Concilio de Éfeso en el año 431. Catecismo asegura que en Jesús hay una Persona (la Segunda de la Muy santa Trinidad) y dos naturalezas, la humana y la divina, y estas 2 naturalezas cohabitan en especial armonía. Ahora bien, la Virgen María es madre de la persona y no de la naturaleza, por consiguiente, es madre de la Segunda Persona de la Muy santa Trinidad, por consiguiente, Madre de Dios. De esta forma, honrando a su Madre, el Concilio asegura que Nuestro Señor Jesucristo no fue un hombre ordinario con dones expepcionales, ni fue un simulacro de Dios aquí en este planeta. No, el personaje histórico Jesús de Nazaret es la encarnación de la Segunda Persona de la Muy santa Trinidad, es Dios. Y la mujer, por quien tuvo lugar la Encarnación, es la Madre de Dios.

El segundo dogma fue proclamado en el año 649, por el Concilio de Letrán, relativo a la “Virginidad perpetua”. Que la concepción de Jesús en el seno de María haya tenido sitio sin que ella perdiera la virginidad, a los ojos humanos es impensable, pero a los ojos de la fe es aceptable, ya que sucedió por una acción milagrosa del Espíritu Beato, como narran los Evangelios. No obstante, exactamente los mismos Evangelios hablan de probables hijos de María, hermanos de Jesús, por ejemplo, en Mt 13,55-56 y en Mc 3,31-35. Y de ahí la duda de si tras Jesús, la Virgen habría tenido otros hijos. O Catecismo, no obstante, es categórico: “Jesús es el Hijo Unigénito de María” (n. 501). De ninguna manera el tener otros hijos mancharía a la Virgen María, ya que la maternidad es un signo de la bendición de Dios, jamás una maldición. La explicación que siempre y en todo momento se ha dado a los pasajes del Evangelio que se refieren a los hermanos de Jesús, es que en realidad serían miembros del mismo clan, parientes próximos, primos. Y por otra parte, exactamente la misma Tradición Católica siempre ha creído, y el dogma lo ha podido confirmar, que María siempre y en todo momento permaneció virgen. Una vez más, la Virginidad de María habla más del fruto de su vientre que de ella misma.

Más contemporáneamente, el 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX proclamó el dogma de la “Inmaculada Concepción”, con la bula dios inefable. Este dogma está íntimamente relacionado con la doctrina del pecado original, según la cual todo ser humano nace con este, no por culpa personal, sino como consecuencia del pecado de los primeros padres, que decayó al género humano. Pues bien, Dios, en su sin limites sabiduría, desde el primer instante pensó en encarnarse en la Segunda Persona, pensó también en preparar desde toda la eternidad una mujer que fuera digna de semejante honor. Por tanto, desde toda la eternidad Dios preservó a la Virgen María del pecado original, y por consiguiente a su Inmaculada Concepción. Dios, siendo un ser realmente puro, nunca podría encarnarse de una mujer impura. Más o Catecismo prosigue afirmando que “por la gracia de Dios María continuó libre de todo pecado personal a lo largo de toda su vida” (n. 493).

Finalmente, el 1 de noviembre de 1950, el Papa Pío XII, con la Constitución Apostólica Munificenticmus Deus, proclama el dogma de la “Asunción de María”. De nuevo, en este dogma, la doctrina católica charla de María refiriéndose a Jesús, por el hecho de que si ella fue llevada al cielo en cuerpo y alma, es porque primero, su único Hijo resucitó en la carne y subió al cielo en cuerpo y alma. alma. . De todos los beatos proclamados por la Iglesia, sólo la Virgen María está en el cielo con su cuerpo glorioso. Como se conoce, la Catecismo asegura que solo en el momento en que concluya la historia, y Cristo venga en la Parusía, va a tener sitio la resurrección de la carne, y los que están en la gloria del cielo recibirán el cuerpo de gloria. Ya que bien, la Asunción de María nos ofrece la esperanza de que también nosotros, como Jesús, tendremos un cuerpo glorioso. Pero como no tenemos la posibilidad de compararnos con la Madre de Dios, antes que ningún otro ser humano, Ella recibió primero esta gracia, a fin de que mirándola, prosiguiéramos aguardando llegar allí.

De ahí que, es de primordial importancia que el catolicismo reafirme y defienda con convicción los dogmas marianos. María de Nazaret fue pensada desde toda la eternidad y, por eso mismo, preservada del pecado original, para ser la Madre de Dios, no por obra humana, sino más bien por la acción del Espíritu Beato. Por eso la siempre Virgen María, mujer afortunada por Dios, jamás pecó personalmente, y por eso, después de su muerte, fue llevada al cielo en cuerpo y alma, y ​​allí goza de la gloria de Dios. El centro de la fe cristiano-católica es innegablemente la persona de Nuestro Señor Jesucristo. Pero nos consuela comprender que un humano fue escogido tan preciosamente por Dios. Ciertamente, nunca tendremos la mitad de los privilegios de María Santísima, pero tenemos la posibilidad de recibir muchas gracias del Dios infinito en clemencia. La elección de María por Dios no quita sus méritos personales, como tampoco la gracia quita los nuestros, sino los eleva y sublima.

* Producto de Rafael Ferreira de Melo Brito da Silva