RELIGION CRISTIANA

Las visiones de una monja olvidada arrojan “nueva luz” sobre la vida de

OFICINA CENTRAL, 19 mar. 21/05:00 pm (ACI).- San José no tiene palabra registrada en la Sagrada Escritura, pero las meditaciones de una monja italiana del siglo XVIII brindan la posibilidad de imaginar cómo podría ser la vida cotidiana de la Sagrada Familia desde el visión del Padre adoptivo de Jesús.

La revelación personal a la Sierva de Dios Madre María Cecilia Baij, descrita en el libro “La Vida de San José”, revela un retrato íntimo de la vida de oración, sufrimiento y alegría de la Sagrada Familia.

Tal como un pintor puede completar los detalles que retratan una escena de la vida de Cristo tomada de la Biblia, el relato de la Madre María Cecilia Baij permite al lector detenerse en situaciones que podrían ser parte de la vida de José con Jesús y María, con una atención particular a la vida interior del Santurrón.

Empieza con el Nacimiento de José y, en 75 páginas, da cuenta de su vida antes del encuentro con María, centrándose en cómo Dios lo preparó con gracias para el privilegio de saber a la futura Madre de Dios.

Desde allí el lector acompaña a José mientras se regocija en la Encarnación en el seno de María, aguanta las dificultades del sendero a Belén, llora de alegría con el Salvador en sus brazos, canta himnos de alabanza a Dios con María, trabaja con el niño Jesús en su taller, y se abandona continuamente a la intención de Dios frente a la incertidumbre.

La Iglesia no considera obligatorio opinar en las revelaciones privadas como cuestión de fe. Aun de esta forma, el libro recibió Imprimatur y Nihil Obstat del Vaticano, declarándolo oficialmente libre de errores doctrinales.

El manuscrito, completado antes de la desaparición de la Madre María Cecilia en 1766, estuvo perdido hasta que un monje benedictino lo encontró en 1990 en el Convento de San Pedro en Montefiascone, Italia, y publicó ciertos extractos.

Veinte años después, Dom Pedro Bergamaschi presentó el manuscrito de la monja benedictina al Papa Benedicto XV durante el mes de San José de 1920. El Papa animó a Bergamaschi a publicarlo.

Maria Cecilia Baij nació en 1694 en Montefiascone, a unos 80 km al norte de Roma, a orillas del lago de Bolsena. A los 20 años se unió a la red social benedictina de Montefiascone. Se convirtió en abadesa en 1743 y murió en el cargo a los 72 años.

Durante sus frases en el monasterio, la Madre María Cecilia recibió tanto ataques del demonio como revelaciones sobre la vida de Cristo, San José, la Sagrada Familia y San Juan Bautista, sobre los cuales escribió extensamente por orden de su confesor.

El Monasterio de São Pedro prosigue activo, mucho más de 250 años después de su muerte. Las hermanas dan la bienvenida a los peregrinos que recorren la Vía Francigena, una ruta de peregrinación medieval que atraviesa la ciudad. Las hermanas también conservan todos los manuscritos auténticos de la Madre María Cecilia.

Se estima que la Madre María Cecilia terminó su libro sobre San José en el último mes del año de 1736. En todo el texto, de manera frecuente se muestra a José en oración, alabando a Dios solo o con la Virgen María y Jesús.

“A veces, cuando José trabajaba mucho, se acercaba a su mujer y le pedía que le cantase un himno de alabanza a Dios, con el que se consolaba del cansancio. La Muy santa Virgen siempre y en todo momento respondió a su pedido. Su canto de himnos de exaltación divina era tan delincuente que frecuentemente José era llevado al éxtasis”, redacta la Sierva de Dios.

“Una vez le dijo a María: ‘¡Mujer mía, tu solo canto es suficiente para consolar a todo corazón afligido! ¡Qué consuelo me das con él! ¡Qué alivio para mi cansancio! ¡Qué enorme alegría es para mí oírte charlar o cantar!”

“Para la Muy santa Virgen, estas expresiones fueron una ocasión para loar mucho más a Dios, fuente de todo bien. ‘Dios ha derramado estas gracias en mi corazón’, le ha dicho, ‘para que seas consolado y obtengas alivio de tus preocupaciones y aflicciones.’ El cariño y la gratitud del santurrón a Dios crecían de forma continua y seguía maravillándose de la virtud de su muy santa mujer”.

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