“La vida es muy complicada, y solo Dios lo sabe”.


“La vida es muy complicada, y solo Dios lo sabe”. Con estas palabras, el héroe de José Luis Olaizola La Guerra del General Escobar bien podría estar resumiendo su propia vida y carrera inusuales.
Por vida es complicado cuando eres un devoto militar católico que defiende la secular y anticlerical República Española; es aún más complicado cuando lo estás defendiendo de un levantamiento de las fuerzas católicas, pero de tendencia fascista, del Generalísimo Francisco Franco.
Basada en la historia de la vida real del general Antonio Escobar Huertas, la novela son sus memorias ficticias, escritas mientras estaba en prisión y en el juicio por su vida después de la Guerra Civil española. En la prosa concisa y práctica de un soldado de toda la vida en la Guardia Civil, el general Escobar vuelve a contar su papel en este período fratricida de la historia española. Y para Escobar, la guerra era de hecho un asunto de familia: dos de sus hermanos y dos de sus hijos luchan en lados opuestos de la guerra.
Las complejidades de la carrera de Escobar reflejan las del conflicto real, en el que facciones radicalmente diversas de comunistas, anarcosindicalistas y republicanos se unieron en una coalición incómoda para luchar contra los nacionalistas, fascistas y monárquicos que componían el heterogéneo ejército de Franco. Ambos bandos cometieron atrocidades y la guerra, según algunas estimaciones, dejó medio millón de muertos.
En medio de este caos se encuentra Escobar, católico, franciscano de la Tercera Orden y militar de carrera, al servicio de lo que él considera el gobierno legítimo de la República española. Con la Guardia Civil, trabaja incansablemente para proteger y establecer el orden cívico, pacíficamente, con firmeza y con la fuerza si es necesario.
La ley, el orden, la disciplina y el diligente cumplimiento de la responsabilidad, constituyen el código de honor de Escobar. Y como él lo ve, estas cosas representan el antídoto contra las violentas pasiones e ideologías que subyacen en gran parte de la Guerra Civil española. “Creí”, escribe, “y sigo creyendo, que era mejor que los ejércitos fueran comandados por profesionales, preparados para hacer su trabajo sin más mala voluntad que la necesaria”.
Su visión impersonal y profesional del papel de los militares lo lleva a adoptar una postura firme pero misericordiosa cuando trata con compatriotas rebeldes armados que se han apoderado de un hotel local. Pero arresta a uno de sus propios soldados por levantar el puño en respuesta a la multitud que vitoreaba. La Guardia Civil no es un asunto personal, sino el ejecutor imparcial de la ley, el orden y la paz.
Para algunos lectores, puede ser difícil seguir el relato de Olaizola sobre los muchos nombres, lugares y movimientos en la Guerra Civil española, pero el “Glosario de personas y organizaciones del traductor” ayuda un poco a llenar este vacío. La clara y legible traducción al inglés de Richard Goodyear también capta bien el tono práctico de un militar. La novela trata la violencia en términos realistas pero no gráficos, ofreciendo un retrato sobrio pero honesto de los efectos de la guerra. De hecho, la narración tranquila, incluso discreta, de Escobar sobre la brutalidad del conflicto explica parte del impacto aleccionador de la novela.
Incluso en el contexto de esta terrible guerra, la novela tiene sus momentos de delicado humor. Después de recibir tratamiento en el hospital por sus heridas de bala, el general hace una peregrinación a Lourdes, pero solo sumerge «disimuladamente» su brazo herido en las aguas milagrosas, con la esperanza de no ofender a su excelente cirujano al parecer dudar de su destreza médica.
pero por escrito La Guerra del General Escobar, Olaizola también tiene algo que decir sobre el acto mismo de escribir. Mientras Escobar redacta sus memorias en su celda de la prisión, con frecuencia comenta sobre el cuidadoso orgullo que siente por su manuscrito escrito a mano:
Sería una falta menor, y no creo que deba ir al infierno por ello, pero es intrigante sentir la gratificación que se apodera de mí cuando veo cómo se amontonan las páginas, cubiertas de caligrafía en la que los finos trazos se diferencian de los más audaces, todos los acentos están donde deben estar, y las comas comienzan delicadamente, se ensanchan gradualmente y terminan con una cola pequeña muy sutil.
Viviendo bajo la sombra de su encarcelamiento, juicio y probable ejecución, Escobar comenta, sin embargo, que está “agradecido por estas hojas de papel, que a veces están arrugadas, siempre amarillentas, de las que ahora tengo como cien cubiertas con mi letra en púrpura. tinta. Me convencen de que, aunque puedo ser un soldado promedio, soy un excelente escritor”.
A primera vista, es un detalle extrañamente pequeño para que Olaizola resalte en una novela de guerra. Pero al hacerlo, evoca a los primeros escritores modernistas como Ernest Hemingway, Robert Frost o Wallace Stevens, quienes creían que el trabajo cuidadoso, bien hecho, especialmente los actos creativos del arte o la escritura, podría ayudar a proporcionar orden y significado en un mundo caótico. .
Más importante aún para el General Escobar, su hermosa escritura se convierte en un símbolo de su rasgo definitorio: su cuidadosa diligencia y atención al detalle en cada actividad de la vida. Sostenido por la creencia de que Dios lo llama a la santidad y la excelencia en sus tareas diarias, Escobar se esfuerza por imitar a Cristo, de quien los judíos comentaron en el Evangelio de Marcos: “Él hace todas las cosas bien”. Olaizola incluso insinúa que el trabajo del general de escribir su historia de fe y sacrificio podría tener algún valor espiritual: viviendo en confinamiento solitario, el general llega a pensar en su celda de prisión “como la celda de un monje cartujo”. La civilización, también podríamos decir, está siendo preservada por la pluma y la tinta dentro de esta celda monástica, mientras que el mundo exterior se hace pedazos.
Finalmente, la novela nos presenta a un hombre que realizó un acto profundamente conservador: trabajar incansablemente para mejorar y santificar a su nación desde adentro, en lugar de huir de ella o tratar de derrocarla. Y lo hace a un gran costo personal. Al elegir no abandonar el país cuando cae la República, Escobar acepta el encarcelamiento y, en última instancia, la muerte por el pelotón de fusilamiento. Cuando se le ofrece la oportunidad de escapar, Escobar responde con una respuesta que revela su amor por el deber militar y la buena forma: «Cuando se trata de guerras», dice simplemente, «hay que saber cómo perderlas».
Guerra del General Escobar: Una novela de la guerra civil españolapor José Luis OlaizolaTraducido por Richard GoodyearIgnatius Press, 2016Libro en rústica, 235 páginas