Cuando escuchas la palabra penitencia, bastante gente todavía la asocian con algo negativo. Genera malestar y también innumerables ocasiones hasta temor. Peso en la conciencia y temor al sacrificio. En el diccionario, el verbo penitencia significa ‘arrepentirse; admitir o imponer de manera voluntaria el castigo por una falta cometida. Solicita disculpas, muestra arrepentimiento’. Incluso en el pasado siglo, antes de la llegada de internet, el término todavía se usaba en ciertas familias y corrientes conservadoras como ‘deshacerse de los errores’ a través de un proceso punitivo, de manera frecuente doloroso. De ahí esas historias que nos contaban nuestros abuelos sobre ‘arrodillarse en el maíz’ y ‘correr de la mano’ en las escuelas.
Pero la penitencia no puede ser vista como algo incómodo y que provoca traumas en el hombre. Y sí, debería ser una manera de que evaluemos los errores del pasado para acertar en el presente y en el futuro. Buscamos la perfección, pero no somos perfectos. Solo Dios. somos imperfectos Y en este tiempo de Cuaresma, los cuarenta días que anteceden a la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, cobra mucho más fuerza esa palabra penitencia, puesto que es un período en el que la Iglesia Católica predica la reflexión, el ayuno, la oración, la limosna como formas de actualizar cuerpo y alma. Esta vida que carece de sentido, pero que puede ganar un nuevo aliento.
Y la penitencia debe ser vista como algo que deja un legado para la acción diaria, no solo como algo puntual a lo largo de la Cuaresma. Un legado de buscar ser mejores cada día. Sin mal, pero por amor.
Tal como instantaneamente penitencial a lo largo de las celebraciones de la Santa Misa, como examen de conciencia y reconocimiento de nuestras culpas, debemos buscar el sacramento de la reconciliación. Haz las paces con Dios, con los hermanos y contigo. Sí. Este es el primer paso. Estar en buenos términos contigo para que luego puedas dialogar con el resto.
Después, ciertas iniciativas nos tienen la posibilidad de contribuir a mejorar la calidad de vida y consecuentemente aproximarnos poco a poco más a lo que Jesucristo nos enseña sobre ser cristianos.
Aquí hay ciertos avisos:
– achicar el tiempo períodico en dispositivos electrónicos y abrir más espacio para la contemplación de la naturaleza y el diálogo frente a frente con la gente;
– exprese amabilidad en sus actitudes, ejercitando paciencia en el tráfico, siendo cortés y respetando a el resto, ya sean peatones o conductores. Ceder su taburete en el transporte público también debería ser una práctica común;
– intente adoptar una dieta saludable y proteger su salud. Efectuar exámenes precautorios y entrenar ejercicios físicos, según con las sugerencias médicas;
– Contribuir a los pobres y mucho más necesitados para que recobren condiciones de vida digna, ofertando empleo, acceso a servicios esenciales como salud, educación, vivienda, deporte y cultura;
– entrenar el voluntariado. Reserve un período de la semana para poner su obsequio predisposición de la sociedad;
¿Viste de qué manera no es tan difícil realizar penitencias en el planeta de el día de hoy? Todo lo que se precisa es la conversión, la reanudación o profundización del espíritu cristiano que hay en nosotros.