La parábola de la oveja perdida

La parábola de la oveja perdida se encuentra dentro de las parábolas de Jesús que charla del fantástico amor de Dios. Esta parábola está registrada en los Evangelios de Mateo y Lucas (Mateo 18:12-14; Lucas 15:4-7). Un estudio de la parábola de la oveja perdida exhibe de qué forma Dios mismo busca activamente al pecador y se regocija en el momento en que lo rescata.
En la parábola de la oveja perdida, Jesús habla de un pastor que tiene cien ovejas. Pero una de esas ovejas acaba perdiéndose. Así que deja las noventa y nueve ovejas en el desierto y va en pos de la oveja perdida. No se detiene, no se da por vencido hasta el momento en que la encuentra.
En el momento en que el pastor encuentra la oveja perdida la pone sobre sus hombros con gran alegría. Al llegar a casa, el pastor convoca a sus amigos y vecinos y les dice que se alegren con él por haber encontrado a la oveja perdida. Jesús termina la parábola diciendo: “Os digo que de este modo habrá más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no precisan de arrepentimiento.”(Lucas 15:4-7).
Contexto y Explicación de la Parábola de la Oveja Perdida
Como ahora se dijo, la parábola de la oveja perdida está en los evangelios de Mateo y Lucas. Básicamente, los dos relatos son idénticos, si bien es posible clasificar el artículo de Mateo como un paralelo abreviado en comparación con el artículo de Lucas.
Pero analizando los textos de Mateo y Lucas, el contexto histórico precisamente semeja señalar que Jesús contó esta parábola un par de veces. Esto quiere decir que usó esta parábola en dos ocasiones distintas y con distintas propósitos en su ministerio terrenal. Pese a esto, el mensaje principal de la parábola todavía es el mismo. Echemos un vistazo más de cerca a la explicación de la parábola de la oveja perdida en cada uno de los dos evangelios.
La parábola de la oveja perdida en el evangelio de Mateo
En el Evangelio de Mateo el contexto que prepara la introducción de la parábola de la oveja perdida es la enseñanza de Jesús de que Dios es un Padre amoroso. Él protege de su rebaño; Él pone a sus ángeles y utiliza todos y cada uno de los medios precisos para realizar sus propósitos.
Entonces en Mateo 18:1 los discípulos le hacen a Jesús la próxima pregunta: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?”. Para contestar a esa pregunta, Jesús colocó a un niño en la mitad de ellos y dijo: “De determinado les digo, que si no os convertís y les hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:3).
Entonces Jesús advirtió a los acólitos sobre el peligro de llevar a cabo tropezar a entre los pequeños o aun despreciarlos de alguna forma. Es en este sentido que Jesús contó la parábola de la oveja perdida. Su punto era enfatizar que no es la voluntad del Padre que “uno de estos pequeños se ha perdido” (Mateo 18:14).
Aunque Jesús usó verdaderamente a un niño en este contexto, sirvió como ilustración de una verdad espiritual muy importante. Esto quiere decir que al usar a un niño, Jesús se estaba refiriendo a aquellos cuya fe mantiene la facilidad de los pequeños. En vista de este propósito, la parábola de la oveja perdida de Mateo nos enseña que Dios, como un pastor que cuida de sus ovejas, asimismo busca y cuida de las suyas. No dejará que se pierda ninguno de los que le pertenecen.
La parábola de la oveja perdida en el evangelio de Lucas
En el evangelio de Lucas el contexto de la parábola de la oveja perdida muestra una situación donde Jesús había estado cubierto de publicanos y pecadores que se reunían a su alrededor para escucharlo. Los publicanos eran judíos que trabajaban para el Imperio De roma como recaudadores de impuestos.
Los judíos de la época consideraban a los publicanos como traidores que extorsionaban a sus propios hermanos. Los llamados «pecadores» eran todas las otras personas moralmente marginadas y de mala reputación. Estas personas no cumplieron con las normas establecidas por los rabíes; de ahí que acabaron excluidos de la sociedad judía por los líderes religiosos. Se aconsejó al pueblo judío que no tuviese ningún contacto con estas personas, y mucho menos que comiese con ellas.
No obstante, Jesús con frecuencia estuvo acompañado por estas personas; incluso se sentó a la mesa con ellos (Lucas 5:27-29). Jesús incluso escogió a Mateo, un recaudador de impuestos, para ser uno de sus doce apóstoles. Semejantes cosas hicieron que los fariseos y los redactes se escandalizaran y murmuraran.
No vieron el auténtico propósito por el cual el Hijo de Dios vino al mundo, a comprender, buscar y socorrer a los perdidos. Entonces, para mostrar el comportamiento repudiable e injusto de los religiosos, y al mismo tiempo ofrecerles una vez más la oportunidad de transformarse de semejante perversidad, Jesús contó tres parábolas. Eran: la Parábola de la Oveja Perdida, la Parábola de la Dracma Perdida y la Parábola del Hijo Pródigo.
Explicación de la parábola de la oveja perdida
Ver pastores apacentando ovejas era un espacio común y familiar en ese momento. Esto significa que en la parábola de la oveja perdida, Jesús volvió a usar una práctica común para crear su crónica y trasmitir su enseñanza.
Así que los oyentes de Jesús estaban bien acostumbrados a la escena descrita por Él. Además de esto, todos ellos, en especial los fariseos y los escribas, conocían muy bien los pasajes del Viejo Testamento que detallan a Dios como Pastor de sus ovejas (cf. Salmo 23,1; Isaías 40,11; Ezequiel 34,15,16).
Jesús empezó la parábola de la oveja perdida preguntando: “¿Quién de vosotros, teniendo cien ovejas y perdiendo una de ellas, no iría en busca de la oveja perdida?” (Lucas 15:4). En esta pregunta Jesús enseña que todo pastor bueno y celoso buscará siempre a la oveja descarriada. Va a hacer esto incluso si eso significa dejar las otras noventa y nueve ovejas mientras que busca una sola oveja descarriada.
Después de la parábola, Jesús reitera que describir el gozo del pastor al hallar a su oveja perdida (Lucas 15:5,6). Reúne a sus amigos y vecinos para celebrar juntos. Esta escena es lo que establece la lección principal de la parábola de que hay una gran fiesta en el cielo cuando está a un pecador perdido (Lucas 15:7). Esta alegría es fruto de la búsqueda y del precaución providencial del Buen Pastor.
Sobre esto, el mismo Jesús con sus expresiones y su obra revela la magnitud de este precaución. En el Evangelio de Juan leemos la siguiente declaración del Señor Jesús: Yo soy el buen Pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas” (Juan 10:11).
¿Quiénes son las noventa y nueve ovejas?
En Lucas 15:7 el Señor Jesús afirma: “Les digo que de esta forma va a haber más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.”. Los eruditos encuentran esta declaración difícil de interpretar.
Note que en las palabras de Jesús las noventa y nueve ovejas representan a personas justas que no precisan arrepentimiento. Entonces, ¿quiénes serían estas personas? Existen diferentes interpretaciones que procuran contestar a esta pregunta. Mencionaremos aquí los dos principales:
- La primera interpretación cree que los noventa y nueve justos son aquellas personas que realmente hacen la intención de Dios y siguen sus mandamientos. También hay alegría en el cielo por la conducta de vida de estas personas. Sin embargo, cuando un pecador se arrepiente, entonces el gozo es aún mayor. Es como una oveja descarriada que fué recuperada, una moneda perdida que fué encontrada, y un niño perdido que volvió a la casa de su padre.
- La segunda interpretación cree que los noventa y nueve justos son personas que solo tienen fachada de justicia. En otras palabras, son personas justas a sus propios ojos y por ende suponen que no necesitan arrepentirse. Eso es pues alguien que considera que es justo por supuesto no debería tener nada de qué arrepentirse.
Si bien las dos interpretaciones son buenas y prueban verdades afirmadas por las Escrituras, la segunda interpretación es la que mejor encaja en el contexto de la parábola de la oveja perdida en el Evangelio de Lucas. Cuando Jesús contó esta parábola se encontraba con los miserables pecadores que lo rodeaban para oír sus palabras. Mientras tanto, asimismo había ciertos representantes de los religiosos, que se enorgullecían de cumplir la Ley. Estas personas se consideraban justas y susurraban ante la actitud de Jesús.
A este respecto, parece claro que Jesús estaba hablando de los fariseos y los redactes, adjuntado con los que les seguían. En consecuencia, los noventa y nueve justos probablemente representan a los murmuradores que confiaron en sus proyectos.
Aquí vale rememorar que antes Jesús ya había sido censurado por los fariseos por juntarse con gente repudiable. Pero el Señor Jesús siempre dejó claro que Él no vino a llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores (Lucas 5:30-32). A través de una parábola, en otra En esta ocasión Jesús también reprendió a algunas personas que se creían justas, confiaban en sí mismas y despreciaban a el resto (Lucas 18:9).
Pero independientemente de la interpretación que se adopte, lo esencial es entender que el énfasis de la Parábola de la Oveja Perdida está exactamente en la oveja perdida, que fue buscada, encontrada y conmemorada. Esto significa que el mensaje de Jesús en esta parábola revela que si un pastor humano deja las noventa y nueve ovejas para buscar la que se había perdido, ¿qué se puede aguardar entonces del Buen Pastor, que da su historia por las ovejas? Él precisamente buscará y rescatará al pecador perdido.
Enseñanzas de la parábola de la oveja perdida
La parábola de la oveja perdida enseña muchas lecciones de suma importancia para la vida cristiana. Primero, la parábola enseña que se precisa una sola persona. De manera frecuente estamos familiarizados a ocasiones en las que pensamos horriblemente que uno más o uno menos no hace la diferencia.
Esto pasa pues humanamente somos propensos a ver mucho más a las noventa y nueve ovejas que a una sola oveja que se ha descarriado. Pero a dios gracias el Buen Pastor no actúa así. Para Él, ahora se precisa solo una oveja, porque ninguna de Sus ovejas se puede perder permanentemente (Juan 10:28).
Segundo, la Parábola de la Oveja Perdida enseña que el pastor busca a sus ovejas. Cualquiera que haya visto en algún momento un rebaño de ovejas y haya prestado atención a su accionar sabe lo limitadas que son en todos y cada uno de los sentidos. Las ovejas dependen totalmente del pastor que las alimenta. De ahí que el pastor está siempre al pendiente de cualquier inconveniente que logre suceder con su rebaño. Se compromete a proteger a la manada de cualquier imprevisto.
De este modo Cristo, como Pastor, va tras el hombre que es absolutamente incapaz de hacer nada por sí mismo. Es el pastor el que va tras la oveja, no la oveja la que va tras el pastor. ¡La salvación es obra de la divina felicidad soberana! Dios es el que va en busca del hombre, no el hombre que va en pos de Dios.
El hombre por sí mismo, si bien considera que tiene muchas capacidades y capacidades, no tiene ninguna condición para localizar el camino al redil de la salvación. ¡Sola, la oveja perdida nunca habría sido encontrada! Asimismo, Dios encuentra al pecador que está perdido en el pecado y que es el único que nunca puede escapar de caer en el abismo.
Los hombres se pasan la vida consolándose con varias cosas. Ciertos miran a las religiones; otros en bienes materiales; y otros sobre estatus y popularidad o cualquier otra cosa que logre satisfacerlos. No obstante, cuando el pecador es salvado de su perdición y se siente acogido en los brazos del Buen Pastor, no le queda sino aceptar que no fue él quien halló a Cristo, sino Cristo quien lo halló a él.
Tercero, la Parábola de la Oveja Perdida enseña que debemos aprender de la actitud del Buen Pastor. Frente a los perdidos, tenemos la posibilidad de adoptar distintas reacciones. Podemos odiarlos, podemos ser indiferentes a ellos, podemos darles la bienvenida si vienen a nosotros o, al final, podemos buscarlos.
En consecuencia, la parábola de la oveja perdida asimismo nos advierte sobre el riesgo de ser como los fariseos y los redactes. Debemos entregarnos a la labor de anunciar el Evangelio que encuentra y restaura a los perdidos. Cristo no odiaba a los publicanos y pecadores, ni les era indiferente. A la inversa, Jesús hizo aún más que darles la bienvenida. En verdad, a menudo es Él mismo quien va en busca de los perdidos y despreciados (Lucas 19:10; Mateo 14:14; 18:12-14; Juan 10:16).
El mensaje de la Parábola de la Oveja Perdida nos invita a una esencial reflexión. Debemos cuestionarnos regularmente: ¿Cuál fué nuestra actitud hacia los perdidos?
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