OFICINA CENTRAL, 18 de julio. 21 / 05:00 am (ACI).- Durante la Segunda Guerra Mundial, el campo de concentración nazi de Dachau, situado en Alemania, fue el lugar al que fueron mandados los miembros del clero. Fue en este rincón de dolor y muerte donde ocurrió un acontecimiento increíble: la ordenación de un sacerdote católico.
La historia del santo Karl Leisner está contada en el libro “La Baraque des prêtres, Dachau, 1938-1945” (El Pabellón de los Progenitores, Dachau, 1938-1945), escrito por el periodista francés Guillaume Zeller.
Karl Leisner nació en Alemania en 1915 y creció en la localidad de Cléveris. Desde muy joven sintió la llamada al sacerdocio y también ingresó al seminario de Munich cuando tenía 19 años. En esa época asimismo se unió al movimiento apostólico de Schoenstatt, al que perteneció hasta su muerte.
En 1939, fue ordenado diácono, pero contrajo tuberculosis y tuvo que ser ingresado en un hospital. En noviembre de ese mismo año, Leisner fue detenido por la Gestapo, la policía segrega nazi, por el hecho de que un compañero lo denunció por criticar a Hitler.
Fue trasladado a una prisión en la ciudad de Friburgo y, el 14 de diciembre de 1941, los nazis lo mandaron al campo de concentración de Dachau.
En su libro, Zeller apuntó que entre 1938 y 1945, 2576 sacerdotes, seminaristas y monjes católicos fueron mandados a este campo de concentración. De estos, 1034 fallecieron en esta prisión.
Zeller indicó que allí los nazis se dedicaron a “deshumanizar y degradar a los prisioneros” y afirmó que “el campo de Dachau todavía es el mayor cementerio de curas católicos de todo el mundo”.
Las duras condiciones de vida del campo de concentración hicieron que la salud de Leisner se deteriorara. No obstante, el joven jamás perdió la alegría. Según una biografía suya publicada en el sitio de Schoenstatt, el Santurrón era “con la capacidad de alegrar y atraer a el resto” y animaba a los presos tocando la guitarra que sus amigos lograban enviarle.
La tuberculosis lo desgastaba poco a poco más y el joven sentía que se reducían sus posibilidades de ser ordenado sacerdote. Pero todo cambió en el momento en que el obispo de la diócesis francesa de Clermont-Ferrand, monseñor Gabriel Piguet, llegó preso el 6 de septiembre de 1944.
Dado que solo el obispo puede otorgar la ordenación sacerdotal, Leisner le solicitó a un sacerdote belga, el p. Leo de Coninck, quien intercedió en su favor ante Dom Piguet. El prelado aceptó a condición de que esta ordenación tuviera la autorización del arzobispo de Munich, el cardenal Michael Faulhaber, pues era a él a quien Leisner debía obediencia.
El desarrollo para obtener la autorización estuvo a cargo de una muchacha llamada Josefa Imma Mack, quien años después se transformaría en religiosa. Mack conocía a los sacerdotes y religiosos que estaban encarcelados en Dachau por el hecho de que ciertos de ellos vendían a la gente las flores y frutas que cultivaban allí.
El ‘Catholic Herald’ relató que esta joven logró entregar a los presos las cartas en las que el cardenal Faulhaber otorgaba la autorización para organizar a Leisner sacerdote. Aun consiguió el aceite crismal, una estola y los libros rituales.
Gracias a la intervención diplomática del Vaticano, los nazis autorizaron la construcción de una capilla en el Bloque 26 del campo de concentración de Dachau. El tabernáculo, el altar, las bancas y los candelabros fueron hechos con materiales disponibles en la cárcel. La primera Misa se celebró el 21 de enero de 1941.
En su libro, Guillaume Zeller describió que la liturgia de ordenación del beato Leisner, celebrada el 17 de diciembre de 1944, “tuvo un impacto duradero en los curas presentes”.
Ese día, el joven diácono vestía el alba sobre el traje rayado que vestían los presos. Incluso algunas de las vestiduras del obispo, como la casulla y la mitra, fueron confeccionadas por exactamente los mismos sacerdotes presos.
La ordenación de Leisner también provocó varios movimientos de solidaridad por parte de protestantes y judíos. Un grupo de pastores asistió a organizar la ceremonia, y un violinista judío se ofreció como voluntario para tocar cerca de la capilla para brindar diversión.
Monseñor Piguet escribió en sus memorias que cuando presidió la celebración se sintió “tal y como si hubiese tenido lugar en mi catedral o en la capilla de mi seminario. Nada, nada hacía falta en relación a la excelencia religiosa de tal ordenación, que es probablemente única en los anales de la historia”.
Pie. Leisner encabezó su primera y única misa el 26 de diciembre de 1944, en el momento en que su salud se deterioró. Fue liberado del campo de concentración el 4 de mayo de 1945, cinco meses después de su ordenación.
En ese momento, su enfermedad se encontraba en la etapa final y pasó las últimas semanas de su historia en un hospital de Munich, donde murió rodeado de su familia el 12 de agosto de ese año.
Las últimas expresiones que escribió en su diario fueron: “¡Bendice, oh Altísimo, asimismo a mis contrincantes!”.
Pie. Karl Leisner fue beatificado por San Juan Pablo II el 23 de junio de 1996 en Berlín, junto con el P. Bernhard Lichtenberg, quien murió en 1943 mientras que era movido a Dachau.
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