El día de hoy, mucho más de lo que nadie ha oído charlar en la historia humana, las mujeres están en una pelea incesante para que la sociedad reconozca su valor. A veces, ideológicamente, terminan desfigurando la hermosura -no exterior- del ser femenino.
Desde el comienzo, Dios colocó a la mujer en una situación importante, ni por debajo ni por encima del hombre, sino en el sitio ideal en el que ella compite.
Como bien sabemos por la narración de la creación de todo el mundo, Dios, que creó al hombre para la alegría, también creó a la mujer, de su costilla, a fin de que fuera su compañera. Vale la pena rememorar que aún estando en el paraíso, el hombre se sentía solo, no podía conseguir “una ayuda que fuera correcta para él”. Él, al contemplar la creación de Dios, en un caso así la mujer, halló en ella a alguien con quien podría tener relaciones, charlar, entender y hacerse comprender. Un ser humano como él, hueso de sus huesos y carne de su carne que luego ayudaría en la misión que Dios le había encomendado.
Como auxiliar, Dios no coloca a la mujer en un puesto menos importante, como todavía muchos piensan. Como afirma en un artículo sobre el término de relaciones humanas, de la página web concepto de: “Las relaciones humanas son fundamentales para el desarrollo individual y también intelectual de cada ser humano”. Por consiguiente, sin la mujer, la relación humana no se construiría. El único humano hasta la actualidad no se desarrollaría como humano.
La biblia nos trae ejemplos de figuras femeninas que con su historia jugaron papeles esenciales y esenciales en la historia. Entre ellos contamos a Raabe, una prostituta, una mujer tan condenada por la sociedad que, aun en el pecado, era portadora de una enorme sensibilidad al miedo de Dios.
En el libro de Josué, en el capítulo 2, conocemos la narración de Rahab y su encuentro con los hijos de Israel. 2 hombres mandados por Josué para espiar la ciudad de Jericó entraron en su casa. El rey al enterarse ordena a Rahab que los expulse, como asimismo sabe que son espías que han venido a examinar la localidad, ella los esconde en el techo de su casa y le engaña al rey diciendo que se habían ido. Antes de irse a dormir, se dirige a los espías que todavía están en el techo de su casa y reconoce todas y cada una de las maravillas que Dios ha realizado por Israel. Ella le afirma a los espías: “Cuando oímos esto, nuestro corazón se desmayó y absolutamente nadie mucho más tuvo el valor de resistirse a ustedes, porque el Señor su Dios es el Dios en las alturas de los cielos y aquí abajo en la tierra” Josué 2, 11 .
Habiendo declarado su fe en Dios, Rahab intercede por ella y su familia. Ella pide que, como ha mostrado bondad con los espías, ellos asimismo, en el momento en que regresen para retomar la tierra, les excusen la vida. Admiten su pedido, vuelven y le informan todo a Joshua. Éste, en el momento en que conquista la ciudad amurallada, pide a los espías que vayan a la vivienda de Rahab y cumplan la promesa.
Raabe fue un caso de muestra realmente fuerte de cambio de vida. Pagana y prostituta, intercede por su familia y cambia su historia por el amor y la clemencia de Dios. Como ella, muchas mujeres son figuras femeninas en historias importantes, tanto en los relatos bíblicos como en nuestra sociedad actualizada, como es el ejemplo de la hermana Danuta Campionil, misionera franciscana que trabajó en nuestra diócesis, especialmente en la región de Grande Alvarenga en São Bernardo do Campo, ayudando a pequeños y jóvenes a través del arte. “Pienso que o sea la Eucaristía. O sea ser Jesús en el mundo. Presto mi boca, mi oído, presto mis manos para educar a pintar oa bordar. Hago viva la Eucaristía”. dijo la finada hermana Danuta, quien falleció en septiembre de 2010.
En este 8 de septiembre, día en que la Iglesia en todo el mundo festeja la Natividad de Nuestra Señora, modelo especial de mujer, deseamos recordaros la importancia del papel que juega la mujer, así sea en la sociedad o en el seno de la familia. Pero sin estereotipos ni ideologías, sólo con la meta de alabar la naturaleza que Dios le dió a cada uno.
* Artículo de Raquel Resende Vitorino