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La historia de Navidad también es tu historia

La belleza de cada narración que se encuentra en las Sagradas Escrituras radica en el hecho de que siempre hay, en realidad, dos narraciones desarrollándose. Así, cuando nos tomamos el tiempo de leer y meditar el relato de la Navidad, estamos invitados a descubrir tanto el nacimiento de Cristo en Belén como, al mismo tiempo, su nacimiento en nuestra propia vida.

Ambas narraciones giran en torno a dos puntos esenciales: la maravilla del amor abrumador de Dios, manifestado en la Encarnación, y el drama de la cooperación de la humanidad. El drama de si el pueblo de Dios diría sí o no a su Plan se vive desde la creación. Sin embargo, alcanza su clímax en el momento de la Anunciación, en el que Dios revela a través de su mensajero su Plan de salvación a María. San Bernardo relata bellamente este momento en una de sus homilías de Adviento.

Sin embargo, alcanza su clímax en el momento de la Anunciación, en el que Dios revela a través de su mensajero su Plan de salvación a María. San Bernardo relata bellamente este momento en una de sus homilías de Adviento. “Responde, pues, pronto al ángel; sí, por medio del ángel das tu consentimiento a Dios… ¿Por qué te demoras? ¿Por qué tienes miedo? Creer-confesar-recibir. Que la humildad se vista de coraje, y la timidez, de confianza… Abre, oh Virgen Santísima, tu corazón a la fe, tus labios a la conformidad, tu seno a tu Creador. He aquí, el deseado de todas las naciones está a la puerta y llama… Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por la aceptación. María habla: ‘He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra’”.

Una y otra vez, debemos sacudir nuestras mentes de su indiferencia, debemos permitir que el pulso de nuestro corazón se acelere y que nuestros pies tiemblen. Este es el momento en el que toda la Creación contiene el aliento: “¿Dirá ella que sí?” Solo trata de imaginar la explosión de alegría que sacudió los cielos al escuchar su respuesta…

Ahora, debemos aprender a percibir este mismo momento dramático en cada una de nuestras vidas. Nuestro Salvador ha nacido y ha venido a vivir entre nosotros. Este es el misterio de Navidad que celebramos. El Señor ha entrado en nuestro mundo y ahora viene a cada uno de nosotros, invitándonos a seguirlo. ¡Es imposible permanecer neutral o indiferente ante este evento! ¡Es una realidad que exige una respuesta! ¡Los cielos y la tierra esperan con la respiración contenida!

¿Dirás que sí? ¿Permitirás que este niño pequeño reine en tu corazón? ¿Permitirás que Cristo entre en el mundo a través de tu vida? ¿Trabajarás sin descanso para que su amor alcance, conquiste y transforme la cultura que te rodea? ¿Te comprometerás a estar a Su lado, en las buenas y en las malas, ya sea ante los reyes que se arrodillan o ante los reyes que crucifican?

El “sí” de uno al Señor significa aceptar su Plan y ponerse confiadamente en sus manos. Pasaremos por momentos de luz y oscuridad; aun así, siempre debemos recordar quién es el que nos ha llamado por nuestro nombre y el gran amor que nos ha mostrado. El Papa Benedicto XVI, en su libro más reciente, ilumina este camino, reflexionando sobre la propia experiencia de María después de la Anunciación.

En la frase final del relato de la Anunciación de Lucas, leemos: “Y el ángel se apartó de ella” (Lc 1, 38). Llega a su fin la gran hora del encuentro de María con el mensajero de Dios, en el que toda su vida cambia, y ella queda allí sola, con la tarea que verdaderamente supera toda capacidad humana. No hay ángeles parados a su alrededor. Debe continuar por el camino que pasa por muchos momentos oscuros: desde la consternación de José por su embarazo hasta el momento en que se dice que Jesús está loco (cf. Mc 3, 21; Jn 10, 20), hasta el noche de la Cruz.

Cuántas veces en estas situaciones María debió volver interiormente a la hora en que el ángel de Dios le había hablado, meditando de nuevo el saludo: ‘¡Alégrate, llena de gracia!’ y las palabras de consuelo: “¡No temas!” El ángel parte; su misión permanece, y con ella madura su cercanía interior a Dios, una cercanía que en su corazón es capaz de ver y tocar.

El vídeo de la historia de la Natividad

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