La continuidad de la misión de los Apóstoles en la vida de la Iglesia

Celebrando el final del Tiempo Pascual, la Solemnidad de Pentecostés nos recuerda la efusión de los dones del Espíritu Santurrón sobre los Apóstoles y la Virgen, reunidos a puerta cerrada, por temor a los judíos, como nos comunica la Sagrada Escritura (cf. Hechos 2:1-11). ¿Qué significado tiene el acontecimiento de Pentecostés para la vida de la Iglesia? ¿Qué ocurre en el momento en que nos llega el sacramento de la Confirmación? ¿Cuál es la importancia de mantenerse perseverantes en la fe recibida? En nuestro caminar católico, estas son preguntas que debemos traer continuamente a la reflexión.

La Palabra de Dios nos enseña que, cincuenta días después de la Resurrección de Cristo, los apóstoles presenciaron el cumplimiento de la promesa que Jesús les logró cuando ascendió al cielo: les sería enviado el Espíritu Beato. Este hecho marca la historia para toda la vida pues, desde este momento, es el Espíritu Santurrón quien camina con la Iglesia -con todos sus integrantes, el Papa, el clero, todos los religiosos y laicos- para continuar la misión de Jesús. Existen muchos dones en la vida de la Iglesia que tienen que ponerse al servicio del bien común y que tienen un único fin: la evangelización.

En el sacramento de la Confirmación, cada bautizado debe tener un concepto exacta de lo que está recibiendo: los dones del Espíritu Santo. Estos sirven no solo para la santificación personal, sino primordialmente para ser puestos al servicio de la red social. Como exactamente el mismo San Pablo les afirma a los Corintios, “Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; diversidad de ministerios, pero un mismo Señor […] Cada uno de ellos recibe el don de manifestar el Espíritu en beneficio de todos” (Cf. 1 Cor 12, 4-7). En este sentido, el que es afirmado tiene confirmada y consolidada la felicidad bautismal (cf. CIC 1285), a fin de que el poder del Espíritu Santurrón le asista, a partir de ahora, en el testimonio de la fe en Cristo, que se da por las obras que se efectúan en la vida de la Iglesia.

Antes de la unción crismal, sin embargo, es necesaria una catequesis adecuada. Así, el candidato pasa por un periodo de preparación para entender profundamente la relevancia del sacramento que va a recibir. En este sentido, la Iglesia tiene el servicio de los catequistas, aquellos que son heraldos de la fe y que se sitúan como continuadores de la misión de Jesús, sobre todo a través del anuncio de la palabra. La importancia de los catequistas en la vida de la Iglesia fue destacada recientemente por el Papa Francisco, mediante la Carta Apostólica Ministerio viejo. En este archivo, el Santurrón Padre instaura el ministerio del catequista. En la práctica, ¿qué es lo que significa esto? Que, de ahora en adelante, la Iglesia reconoce al catequista como ministro y legítimo continuador de la misión de enseñar e enseñar la Palabra de Dios, en continuidad con la misión evangelizadora de los apóstoles y evangelistas (cf. di palabra8).

Es necesario, por tanto, que todos los que se organizan para recibir el sacramento de la Confirmación sean siendo conscientes de la importancia de lo que libremente solicitan a la Iglesia, sabiendo la responsabilidad que les incumbe de poner sus dones y talentos al servicio de la red social. Los catequistas, por su parte, deben cuidar el ministerio que les encomienda la Iglesia, intentando encontrar cada vez más experimentar el testimonio católico, formando y madurando su fe, para que logren transmitirla a quienes todavía la precisan. De este modo, conscientes de su misión y ministerio laical, cooperarán activamente con los ministros ordenados a fin de que los dones del Espíritu Santurrón se derramen cada vez más en la vida de quienes precisan conocer a Jesús, como sucedió en Pentecostés.

* Artículo escrito por el seminarista Thiago Batista da Silva, 1° año de teología.