¿Jurar es pecado?

¿Jurar es pecado?

Siempre y en todo momento necesitamos usar un lenguaje apropiado para animar a las personas, no para derribarlas. En la civilización popular actual, prometer, maldecir o usar un lenguaje no apto es increíblemente común. A primera vista, no semejan ser un pecado, ya que no siempre hieren a alguien. Técnicamente, el Catecismo de la Iglesia Católica no incluye de forma directa jurar o condenar…

Siempre requerimos utilizar un lenguaje apropiado para animar a las personas, no para derribarlas.

En la civilización popular de hoy, prometer, maldecir o usar un lenguaje inapropiado es increíblemente común. A primera vista, no parecen ser un pecado, puesto que no siempre hieren a alguien.

Técnicamente, el Catecismo de la Iglesia Católica no aborda de forma directa jurar o condenar a otros. Pero este mal hábito cae en otras categorías distintas.

Emplear el nombre del Señor en balde

Primeramente, cada vez que alguien utiliza el nombre del Señor de forma inapropiada en su idioma, es una violación directa del segundo mandamiento.

“El segundo mandamiento prohíbe el abuso del nombre de Dios, es decir, todo empleo indebido del nombre de Dios, Jesucristo, la Virgen María y todos los beatos”. CIC 2146

Esta es probablemente la forma más obvia en que prometer o condenar puede ser un pecado, ya que no trata el nombre de Dios con respeto.

Llamar a las personas por otros nombres

La próxima forma en que prometer puede transformarse en un pecado es insultar a la gente.

“Dios llama a cada uno de ellos por su nombre (79). El nombre de cada hombre es sagrado. El nombre es la imagen de la persona. Pide respeto, como signo de la dignidad de quienes se identifican con ella”. CIC 2158

Llamar a alguien con un nombre profano es otro ejemplo evidente de de qué manera un individuo puede violar el segundo mandamiento.

lenguaje soez

Después de los ejemplos anteriores, hay más áreas grises, en tanto que la Iglesia no cuenta específicamente qué términos son malas expresiones y, en consecuencia, errores.

Sin embargo, la Biblia enfatiza reiteradamente la necesidad de evitar todo lenguaje no apto e irrespetuoso.

“Ahora, no obstante, quita todas estas cosas: la furia, la enemistad, la maledicencia, la malicia, las expresiones sucias de tu boca”. Colosenses 3,8

“No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de ella”. Mateo 15,11

Por ende, un individuo debe saber que es un pecado decir estas expresiones con pleno y terminado consentimiento. En ocasiones tenemos la posibilidad de dejar escapar uno, y eso no siempre es simple de parar.

La clave es tratar de dejar que nuestro idioma eleve a otra gente en lugar de derribarlas.

Fuente: Aleteia

Pío


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