OFICINA CENTRAL, 26 de julio. 21/07:00 am (ACI).- “Todo ante los ojos de Dios, todo con Dios, todo para agradar a Dios”, decía San Juan María Vianney, también conocido como el Cura de Ars por el nombre del pueblo de Francia, donde sirvió durante varios años.
Fue un gran confesor, tuvo el don de la profecía, sufrió los asaltos físicos del demonio y vivió en la mortificación y la oración.
Cercana a su fiesta ritual, conmemorada el 4 de agosto, presentamos la novena en honor al santurrón patrón de los párrocos.
Día uno: fe ardiente
Oh San Juan María Vianney, naciste de una madre intensamente cristiana y de ella recibiste, junto con la fe, el cariño de Dios y la oración. Pequeñísima todavía, fuiste asombrada de rodillas frente a la imagen de Nuestra Señora. Tu alma se sintió naturalmente atraída por las cosas de arriba. Sin embargo, ¡cuánto te costó cuando debías corresponder a tu vocación! ¡Cuántos óbices y contradicciones por parte de los hombres! Y después, ¡cuánto luchaste y sufriste para convertirte en el perfecto sacerdote que fuiste! Pero tu espíritu de fe tan profundo os mantuvo en todos nuestros combates.
Oh gran Santo, tú conoces los deseos de mi alma: quisiese ser útil mejor al Dios de quien ahora he recibido tantos favores. Por esto, obtén para mí mucho más valor y, más que nada, mucho más espíritu de fe. Muchos de mis pensamientos, expresiones y acciones son inútiles para mi santificación y salvación, pues este espíritu sobrenatural aún no anima mi vida. Haz ese cambio a partir de ahora.
Oración (rezar todos los días)
Oh Santo Cura de Ars, confío en tu intercesión. Intercede singularmente por mí durante esta novena. (soliciar la gracia deseada).
Padre nuestro, Ave María, Gloria al Padre.
Día 2: promesa
¡Oh San Juan María Vianney, qué confianza tenían las multitudes en tus oraciones! No podías dejar tu casa parroquial o tu pobre iglesia sin estar rodeado de almas implorantes que se dirigían a ti, como se dirigirían a Jesús mismo en Su vida mortal. Y tú, buen Santurrón, por tus expresiones repletas de eternidad, las excitables a la promesa. Tú que siempre has confiado completamente en el Corazón de Dios, obtén para mí una profunda y filial seguridad en su adorable Providencia. Que la promesa en los bienes divinos llene de valor mi corazón y me ayude a practicar siempre los mandamientos divinos.
Oración
Tercer día: Caridad
Oh San Juan María Vianney, qué grande fue la caridad que demostraste a Dios y al prójimo. No podías predicar del amor de Dios sin derramar lágrimas ardientes, y en tus últimos años daba la sensación de que no podías hablar de otra cosa, ni vivir para otra cosa. En lo que se refiere a tu prójimo, para consolarlo, absolverlo y santificarlo, te sacrificaste hasta el límite de tus fuerzas. Héroe de la caridad, inspírame un mayor amor a Dios, un amor que se exprese más en las proyectos que en las expresiones. Permíteme querer a mi prójimo con generosidad y cristianamente.
Oración
Cuarto día: Contrición por los errores
Oh San Juan María Vianney, que siempre fuiste duro contra el pecado, pero siempre y en todo momento agradable y compasivo con el pecador, vengo a ti como si aún estuvieras vivo, tal y como si pudieses atenderme arrodillado a tus pies. Inclinándote hacia mí, escuchas la confianza arrepentida de mis debilidades y miserias. Sacerdote del Señor, confesor incansable, si esto no es mucho más que un sueño de mi corazón, por lo menos obtén para mí el horror del pecado. En primer lugar, deseabas evitar las ocasiones peligrosas. Bajo tu consejo, resolveré romper con todos los hábitos reprensibles y las malas ocasiones. Ayúdame el día de hoy a examinar mi conciencia.
Oración
Quinto día: Hábito de la confesión recurrente
Oh San Juan María Vianney, tú sabes qué importante es una confesión bien llevada a cabo en la vida de un cristiano. Era buscar los contentos frutos de la confesión para millones de ánimas, que accedían a permanecer dieciséis horas cada día como prisioneras, sin aire y sin luz, entre los toscos bosques de un confesionario. ¡Oh! Acercamiento que si tomo el increíble hábito de la confesión frecuente, si me preparo bien, si siempre tengo bastante arrepentimiento por mis faltas, no solo mi perseverancia final, sino más bien la santificación de mi alma está asegurada. Solicita esta gracia para mí.
Oración
Sexto día: Devoción a la Santa Misa y Comunión
Oh San Juan María Vianney, cuyo gran ahora menudo único consuelo en este planeta miserable fue la presencia real de Jesús en el tabernáculo, ¿no fue tu gran alegría repartir la Comunión a los peregrinos que te visitaban? Separaste de la Santa Mesa a las ánimas que se negaban a corregirse, pero a las ánimas de buena voluntad abriste de par en par las puertas de la celebración eucarística. Oh enorme santo, que cada día en la Santa Misa comulgaste con el ardor de un serafín, concédeme algo de tu furor. Con la gracia de tener mi alma limpia de todo pecado mortal, obtén para mí el deseo sincero de explotar la comunión, esta visita divina que embalsamó tu corazón.
Oración
Séptimo día: Vida de oración
Oh San Juan María Vianney, se hicieron conocidos los ataques infernales que debiste aguantar. Para hacerte sucumbir al cansancio, para que abandones tu sublime misión de conversor, vino el demonio a perturbar el breve reposo de tus noches durante muchos años. Pero lo venciste con la mortificación y la oración. Oh poderoso Asegurador, tú sabes que el tentador me quiere el mal y que detesta mi alma bautizada y fiel. Quiere hacerme caer en el pecado a fin de que pierda el gusto por la virtud y los sacramentos. Pero, buen Beato de Ars, quitarás de mí las trampas del enemigo.
Oración
Octavo día: Práctica de la santa pureza
Oh San Juan María Vianney, testigo de tu vida, edificado por la modestia y la frágil pureza que irradiaba tu persona, te logró esta magnífica alabanza: “Parecía un ángel en carne mortal”. Con qué atractivo y entusiasmo predicabas a los leales estas bellas virtudes, cuyo perfume, decías, “similar al de una vid en flor”. Te estoy pidiendo que unas tu intercesión con la de María Inmaculada y la de tu querida pequeña Santa Filomena a fin de que yo conserve siempre y en todo momento, como Dios me pide, la pureza de mi corazón. Tú que condujiste a tantas ánimas a la cima de las virtudes, defiéndeme de las tentaciones y obtén para mí la felicidad de vencerlas siempre.
Oración
Noveno día: Perseverancia en la felicidad de Dios
Oh San Juan María Vianney, tus preciosos restos fatales descansan hoy en un magnífico relicario, un regalo de los sacerdotes de Francia. Y esta gloria terrena no es mucho más que una pálida imagen de la gloria inefable que gozas con Dios. Durante tu vida aquí en la tierra, en las horas de fatiga solías decir: “¡Descansaremos en la próxima vida!” Es la realidad: en este momento andas en la paz eterna, en la felicidad eterna. ¡Oh! Como me gustaría proseguirte cualquier día. Desde el cielo te escucho decirme: “Es necesario trabajar y luchar mientras que estés en este mundo”. Enséñame, ya que, a trabajar por la salvación de mi alma, a ofrecer buenos consejos y excelente ejemplo, a llevar a cabo el bien a mi alrededor, para que pueda compartir, como tú, la felicidad de los Seleccionados.
Oración
¡San Juan María Vianney, suplica por nosotros!