2017 es un año particular para los franciscanos.
Fue exactamente el 29 de mayo de 1517 en el momento en que el Papa León X, tras siglos de polémica, realizó la bula “Ite et vos in vineam meam”, con la que sancionó la división entre los Conventuales no reformados y los Observantes.
Estos últimos se transformaron en la Orden de los Frailes Inferiores ya su superior, el Ministro General, se le devolvió el viejo sello de la Orden y el derecho de precedencia sobre el superior de los Conventuales.
Durante la historia, los franciscanos se reagrupan en tres familias: los Monjes Menores, los Conventuales y los Capuchinos, unidos por exactamente la misma Regla de San Francisco, pero cada uno con sus Constituciones, tradiciones y características.
No obstante, después de quinientos años, quizás haya llegado el momento de regresar a nuestros orígenes.
“Comenzamos un sendero común para descubrir de nuevo lo esencial de nuestra vida, nuestra identidad y nuestra misión.
Adjuntado con la Tercera Orden Franciscana Seglar, nos reunimos para conocernos mejor.
El año 2016 marcó asimismo el 800 aniversario del perdón de Agarráis y en él se festejó el Jubileo de la Misericordia.
Fue una ocasión única para reconciliarnos desde adentro dentro de cada Orden y después entre nosotros, uniéndonos para superar las diferencias que llevaron a nuestra separación”.
(vea asimismo)
Fray Michael Anthony Perry, Ministro General de la Orden de los Frailes Inferiores, charló de un cambio en los tiempos con la misma sencillez y claridad con la que guía a los otros 13.000 cohermanos presentes en más de 113 países.
Tiene sesenta años pero aparenta 10 años menos.
Fray Michael es estadounidense de tercera generación: heredó la sociabilidad de sus abuelos irlandeses; de la civilización yanqui, el pragmatismo para enfrentar los problemas, ya sean las luchas cotidianas de los monjes o el legado de siglos de división.
Fray Marco Tasca, Fray Michael Perry y Fray Mauro Jöhri
¿La familia franciscana reunida?
Fray Michael Perry – A lo largo de 2017 pretendemos releer la historia para imaginar un futuro diferente.
En el próximo año, por consiguiente, queremos comenzar un emprendimiento de convivencia y misión compartida con los hermanos del resto Órdenes.
Entre tantas cosas, nos encontramos trabajando para tener una única Facultad Franciscana en Roma en 2018.
Y para arrancar juntos otras maneras de vida.
Congreso franciscano en La capital de españa para charlar de unidadLos días 22, 23 y 24 de mayo de 2017, los Ministros En general Fr. Marco Tasca, de la Orden de los Frailes Inferiores Conventuales; Fray Michael Perry, de la Orden de los Monjes Menores; y fray Mauro Jöhri, de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos se reunirán en La capital de españa, con la unidad de la familia franciscana como punto principal del orden del día.
Este año se cumple el aniversario de la Bula “Ite Vos” (1517), con la que sancionó la división entre los Conventuales no reformados y los Observantes. Jesús Torrecilla, quien regula la Comunidad Académica de la Escuela Superior de Estudios Franciscanos (ESEF) en Madrid, explica que el acercamiento brotó de una conversación con el Papa Francisco, quien interrogó a los Ministros En general, el 4 de octubre de 2013, en Agarráis: “¿Por qué razón ¿todavía no estás unido?”. Los organizadores señalan que el clima actual favorece el diálogo interfranciscano y que el espíritu de familia franciscana crea poco a poco más ideas en este sentido de diálogo.
El congreso pretende fomentar una reflexión espiritual sobre la verdad de los conjuntos franciscanos que aspiran y desean crear una historia común, de la familia y de la humanidad. Los Ministros En general afirman: “Queremos ser, de manera particular, ministros hermanos que se asisten unos a otros. Verdaderamente nos hace hermanos”. “No entendemos qué pasó a lo largo de los siglos, pero creemos que este acontecimiento va a sacar a resplandecer lo que disponemos en común, y va a ser importante para nosotros crear una visión de un camino común”, apuesta Torrecilla.
Un hito en este camino se dará a principios de 2018, en el momento en que se ponga en marcha la nueva Pontificia Universidad Franciscana, que aparece de la unión de los presentes centros académicos franciscanos, particularmente el Antonianum y el Seraphicum, con la meta de crear una verdadera centro universitario de alta calidad, capaz de atraer a estudiantes e estudiosos. Para los En general, “en estos tiempos de división y fragmentación nos encontramos llamados a llevar a cabo emerger nuestra identidad unitaria por ser hijos de San Francisco, herederos de su experiencia y también intuición de vida evangélica”. |
El sendero hacia la reunificación se ha iniciado así…
Fray Miguel – Todavía no llegamos al final, pero el viaje empezó.
Es importante dar testimonio del carisma franciscano en su totalidad.
Naturalmente, no todos comparten esta afirmación, pero los Ministros en general eligieron proseguir el camino del conocimiento y de la reconciliación en el signo de la misericordia.
Y quién sabe, en el futuro no se alcanzará un nivel definitivo.
¿Tienes esperanzas?
Fray Miguel – Tengo exactamente la misma esperanza que alimenta a la Iglesia, que se logrará la unidad.
¿Cuándo te diste cuenta de que te harías fraile?
Fray Miguel – De joven tuve una vida turbulenta.
Fui emprendedor desde los 10 años, con 2 personas que trabajaban para mí.
A los quince compré mi primer vehículo.
Tenía todo lo que quería, y mis padres me apoyaban desde todo punto de vista, pero económicamente no quería nada de ellos porque lo tenía que realizar yo.
Luego, durante la escuela secundaria, asistí a un retiro con jóvenes.
Y de este modo inicié un camino interior que, sin embargo, no fue incesante.
Jugaba al fútbol y trabajaba.
En el momento en que llegó el momento de ir a la universidad para ser letrado, dejé mis estudios en suspenso para trabajar como peón en una factoría que edificaba casas.
Pero todavía no había entendido su auténtica vocación…
Fray Miguel – Un día, los jóvenes metodistas me pidieron que sirviera a los pobres y los jubilados en Appalachia, West Virginia.
Allí conocí a los franciscanos que estaban al servicio de los pobres.
Durante los meses que pasé en su compañía, construí casas para los más necesitados.
Pero durante la noche leo la vida de San Francisco de Agarráis.
¿Y así comenzó todo?
Fray Miguel – En el momento en que regresé a casa, dos matrimonios identificaron una vocación en mí.
Y me desafiaron a hacer el ensayo.
Mi padre, si bien se encontraba convencido de que me iba temprano, siempre me apoyó como toda la familia.
Seis meses después se encontraba en el Seminario de la Universidad de los Franciscanos.
Al final de cada semestre, le decía al director que intentaría quedarme otros seis meses.
¡Y hoy prosigo aquí!.
Pero, ¿por qué los Monjes Inferiores y no los Metodistas, a quienes hallaste primero?
Fray Miguel – Metodistas, franciscanos, pobres y laicos son los 4 elementos que me apoyaron en mi vocación.
Los metodistas estaban interesados y atraídos por el sacramento de la Eucaristía.
Y ese fue un punto de convergencia: Eucaristía y pobres.
Para ellos se encontraba claro el concepto de la pobreza, Cristo que se hizo alimento para la vida y para ayudar a los pobres a conocer la hermosura de su dignidad.
Pero en el momento en que conocí la crónica de San Francisco, me sentí atraído.
Y luego, en contacto con los Hermanos Menores, descubrí su sensibilidad por el diálogo ecuménico: no era algo académico sino más bien una experiencia de vida diaria y de comunicar.
A lo largo de diez años fuiste misionero en África…
Fray Miguel – La experiencia misionera convirtió completamente mi vida y mi perspectiva del mundo, al punto que en el momento en que como, pienso en cuántas personas no tienen qué comer.
Y trato de estar atento.
Inicialmente estaba en una misión en Kassanji, Angola, viviendo entre tres tribus que hablaban distintas idiomas.
Todos los días recorría los pueblos conociendo gente y también participando en ritos de iniciación para comprender de qué manera la gente concebía la vida y la religión.
La misión era enorme, entendía unos 13.000 kilómetros cuadrados de tierra.
Y eso complicaba las cosas, aparte de los lenguajes que se charlaban y las diferentes etnias.
En la misión había también tres campos militares y tres campos de asilados de la guerra de Angola que, en aquellos días, todavía eran terribles.
El señor. experimentado situaciones tráficas?
Fray Miguel – La gente que llegaban de Angola presentaban todo tipo de traumatismos, desde heridas anatómicos hasta inconvenientes psicológicos.
Los hermanos asimismo participamos en las actividades de un pequeño dispensario bajo la compromiso de un conjunto de cinco hermanas de Bélgica.
Abrimos la misión, compartimos el almacenaje de alimentos, pusimos predisposición nuestras construcciones para los proyectos del Prominente Comisionado de las ONU para los Refugiados.
¿Ese período también cambió tus hábitos en relación con la creación?
fray miguel – La última encíclica del Papa Francisco Laudato Si’ destaca estos temas, pero desde tiempo atrás me he esforzado por no desperdiciar los recursos naturales.
Cuando estoy en Roma, por servirnos de un ejemplo, uso los medios públicos y eludo el vehículo tanto como sea posible.
Es una compromiso que tenemos como acólitos y hermanos menores.
Sobre Roma.
Desde el instante en que se convirtió en Ministro General, se mudó a Italia, pero viaja con cierta frecuencia por el planeta…
Fray Miguel – Tengo el beneficio de vivir con los hermanos en contextos muy dispares.
Contamos más o menos 13.000 hermanos en 113 países, siendo el último en orden cronológico Senegal.
Lo que veo es un gran deber en todas y cada una de las latitudes y longitudes.
En el corazón de los frailes noto el deseo de un acercamiento profundo y cotidiano con Cristo.
La fraternidad que vivimos representa un modelo de vida que se opone a ese modelo individualista que genera división.
Nos esforzamos por enseñar la hermosura de la solidaridad, anunciando que Cristo está presente siempre y en todo momento y en todas y cada una partes, pese a las situaciones de padecimiento y de guerra.
Pienso en los frailes de Sudán, que establecieron una presencia fraterna entre los pobladores de Giuba, un pueblo más o menos medio católico.
Nuestros hermanos son vecinos de refugiados y de los que han tenido que dejar sus viviendas para buscar un espacio donde poder vivir.
Viajando tanto, ¿hallas tiempo para cultivar amistades?
Fray Miguel – Los amigos son una maravilla en mi vida.
Tengo ciertos aquí en Roma, Italia, con quienes comparto la belleza pero también el padecimiento del ministerio.
Sobre todo tengo amigos en la Orden, y eso es fundamental para mí.
Pienso en mi vicario, con quien comparto resoluciones, pero también en el resto hermanos de la Curia con quienes me siento libre de charlar.
¿Conoces asimismo a personas de otras religiones?
Fray Miguel – Tengo buenas relaciones con algunos integrantes de otras iglesias cristianas.
Y también con un querido amigo budista y 2 musulmanes.
Merced al encuentro con personas de países lejanos, tengo la oportunidad de comprender mejor el padecimiento de estos pueblos.
En este sentido, la amistad me ayuda a presenciar el cariño y la misericordia de Dios.
Es una toma de conciencia que me ayuda también en la vida consagrada.
¿Todavía tienes contacto con alguien en África?
Fray Miguel – Hablo con algunas personas cuando menos una vez a la semana.
Es un vínculo profundo y sincero que jamás se rompe.
Y después disponemos amigos en Inglaterra, donde completé mis estudios de doctorado.
Sin olvidar a los estadounidenses católicos negros y los cientos de familias que conocí durante los años que fui pastor.
De manera frecuente anda en bicicleta en Roma…
Fray Miguel – es una pasión En el momento en que no puedo salir, entreno con la bicicleta estática.
Pero caminar por las calles de Roma es fantástico, aun si soy quizás más peligroso para los conductores que ellos para mí.
El señor. ¿Agrada la música?
Fray Miguel – Me encanta el jazz.
Me gusta la oportunidad de crear siempre algo nuevo.
Esto une el jazz con la vida consagrada.
¿Por qué el adjetivo “menor” en el nombre de la Orden?
Fray Miguel – Nuestro referente es Francisco de Agarráis, ejemplo de Cristo pobre.
Es una directriz clara de nuestra identidad de hermanos, que ha de estar enraizada en Cristo.
Es una lección que hay que volver a descubrir de manera continua.
El Papa Francisco nos pide volver a descubrir el sentido de la presencia entre los pobres, de ser pobres con los pobres.
Pertence a los mayores retos para nosotros, hermanos y inferiores.
Dado que los medios sean invasivos nos pone en riesgo de transformarnos en esclavos de un planeta que no existe, alejado de la verdad.
Oímos historias de guerras, conocemos el padecimiento de la raza humana, observamos los rostros de las personas que huyen de sus países.
Pero todo esto no es bastante, debemos estar entre estas personas y vivir el drama que viven a diario en nuestra piel.
De lo contrario, nos limitaremos a decir hermosas palabras, siendo discípulos de Cristo y consagrados sin apego a la realidad.¿De qué forma tiene la posibilidad de tener lugar este acercamiento?
Fray Miguel – Dejarnos a nosotros mismos ahora nuestras construcciones, que nos sirven pero no son el centro.
Ya he propuesto en otras ocasiones que iniciemos una seria reflexión en este sentido.
Quizás deberíamos dejar también la presente Curia General, construida cuando había 26.000 monjes en el mundo.
Hoy, en el momento en que somos la mitad de ellos, es hora de discutir todas las estructuras que contamos, para ofrecernos la posibilidad de entrar en la vida específica de la gente.
Más que nada los mucho más aislados, en todos y cada uno de los sentidos.
El mismo Papa, en Evangelii gaudiumafirma elegir “una Iglesia dañada, herida y sucia pues ha salido a la calle, que una Iglesia enferma pues está clausurada, acomodada y aferrada a su propia seguridad”.
Fray Miguel – Todos entendemos cuáles son los sitios donde más sufren los hombres, pero en ocasiones tenemos temor de ir allí.
A nosotros, los hermanos inferiores, asimismo nos atemorizan ciertos entornos.
Pero en el bautismo renunciamos al derecho a tener temor: si Cristo es realmente el centro, entonces somos libres de irnos.
Si, por el contrario, disponemos miedo y en consecuencia quedamos paralizados, significa que no confiamos en Cristo.
Esto no solo es verdad para las personas religiosas, sino más bien para todos los cristianos.
¿Qué diferencia hay entre un sacerdote ordenado y un hermano religioso?
Fray Miguel – Históricamente hemos vivido periodos en los que esta división fue bastante acentuada.
Asimismo en los roles, la diferencia era clara e incluso relacionada con cuestiones relacionadas con la dignidad y la vocación.
En varias provincias de la Orden hubo una separación física dentro del espacio litúrgico, en refectorios y centros de estudio.
Incluso se previeron 2 noviciados separados: uno para los hermanos que pretendían transformarse en hermanos religiosos y otro para aquellos que estaban dispuestos a continuar el sendero del ministerio sacerdotal.
¿Era de esta manera en la época de San Francisco?
Fray Miguel – No, en un principio este inconveniente no existía.
Todavía hay enfrentamiento sobre si Francisco mismo era sacerdote o no, y hay elementos contundentes en ambos sentidos.
El tema, sin embargo, no es ese.
¿Y cuál es?
Fray Miguel – A lo largo de los siglos, la Orden cambió en contestación a la llamada de la Iglesia universal ahora la necesidad de la Iglesia local.
Nos hemos convertido en una Orden clericalizada.
De esto ya charló el Papa Francisco: “Es uno de los males de la Iglesia, pero es cómplice del mal, porque a los sacerdotes les agrada la tentación de clericalizar a los laicos”.
No se puede promover la iniciativa de una identidad superior, tal y como si el ser sacerdote confiriera una dignidad de otra condición en relación a la condición de bautizado.
Naturalmente, no debemos confundir los ministerios.
Pero los hermanos curas menores no deben opinar que son mejores que sus hermanos religiosos.
Es un tema de mucha actualidad. ¿De qué manera piensa que se puede poner fin a esta “vexata quaestio”?
Fray Miguel – Adjuntado con los Capuchinos y Conventuales, pedimos a la Iglesia que revise la cuestión de los Institutos mixtos que está en el punto 61 de la Exhortación Apostólica Post-SinodalVita consecrata
.
Hasta 1239 tuvimos el privilegio de no ser considerados Orden clerical.
Entonces hubo una enérgica solicitud de parte de los hermanos ya organizados, en tiempos del Ministro General Elías de Cortona, y la Iglesia respondió.
A partir de ese instante nos transformamos en una Orden clericalizada.
Hoy, estamos haciendo un trabajo para cambiar esa actitud: aceptamos el llamado de Cristo a transformarnos en Frailes Menores, no para ser ordenados, sino para continuar el ejemplo de San Francisco de Asís.
Si falta esta conciencia, ¿existe el peligro de abandonar la Orden? Fray Miguel –
En el momento en que no existe el núcleo de nuestra identidad, es posible una crisis a nivel de fraternidad.
Así, los frailes dejan la Orden y entran en las diócesis como curas.
Hace cinco años comenzamos un estudio sobre los que dejan la Orden.
Un problema surgido en la capacitación inicial y persistente, cultivada en un contexto conveniente al clericalismo.
Debemos combatir contra estos comportamientos que no son evangélicos.
Es necesario distinguir entre la identidad del clero y el clericalismo.
Por consiguiente, en el pueblo de Dios, ¿no hay diferente dignidad entre los fieles? Fray Miguel – Absolutamente no, pero debemos esmerarnos por seducir a la Iglesia.
Y no hablo tanto del Vaticano ni de los obispos, sino de todos los bautizados.
Sin embargo, esto es lo que se nos solicitaEvangelii gaudium pero anteslumen gentium ElGaudio et condimentael decreto ad gentes y otros documentos del Concilio Vaticano II.
El Papa Francisco está abordando con decisión las cuestiones de la dignidad, el compromiso y la esencialidad de todos los bautizados.
Espero el momento en que la Iglesia esté lista para repensar el papel de los laicos: si no se les puede aceptar predicar, por lo menos podrían meterse de otro modo en el contexto litúrgico, en el momento en que la Iglesia se reúne para festejar adjuntado con la desaparición y resurrección de Cristo.
Espero con seguridad el día en que la fe pueda ser compartida en la liturgia.
Entonces, ¿los laicos importan para los Frailes Inferiores?
Fray Miguel – Para nosotros, hermanos inferiores, pero para toda la Iglesia, es fundamental repensar el papel de los laicos.
Basta pensar en la Orden Franciscana Seglar: los laicos no somos personas de “segunda clase”, sino más bien co-misioneros, a los que nos une exactamente el mismo carisma.
En las comunidades franciscanas de los santuarios y parroquias debemos preparar a los laicos, cuya importancia es decisiva para la Iglesia.
San Francisco acostumbraba a llevar consigo asimismo a los laicos – hombres y mujeres – que, con el permiso del obispo, hacían el catecismo y predicaban.
No vi óbices para permitir que predicaran mujeres, que tienen distintas sensibilidades y perspectivas.
En cuanto al lugar de la mujer en la Iglesia, ¿dónde estamos?
Fray Miguel – Tuve la felicidad de trabajar con muchos colaboradores.
Cuando trabajaba para la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos de América, me encontré con un elevado número de mujeres que no solo tenían una fe ejemplar sino también rivalidad enfocada y un profundo sentido de Iglesia.
Las mujeres forman parte en la misión evangelizadora y, para nosotras, esto es una bendición.
Pasando al tema de las vocaciones: ¿de qué países surgen la mayoría de las peticiones de admisión?
Fray Miguel – África y, en particular, Madagascar.
Asimismo Sudán, Zimbabue y Sudáfrica, que recientemente es una enorme sorpresa.
Y en este momento Mozambique, República Democrática del Congo, República del Congo, Togo y Costa de Marfil…
¿Y Asia?
Fray Miguel – Hay bastante interés.
En Indonesia tenemos unos diez novicios de año en año, en Birmania por lo menos 15.
Asimismo tenemos vocaciones en Singapur y Malasia, tal como en Timor Oriental y Papua Novedosa Guinea.
Y después pienso en América Latina: de México, particularmente de la zona Norte, llegan tantas vocaciones todos los años.
Los Ministros Provinciales comprueban la creciente participación de los jóvenes mexicanos.
¿Italia sigue ayudando a la difusión de la Orden?
Fray Miguel – En el Sur siempre poseemos muchas vocaciones.
En el Centro, con cierta contrariedad, al tiempo que en el Norte van cayendo.
De Europa, sin embargo, llega una contribución incesante de Polonia.
Ucrania asimismo juega su papel, tanto en la Iglesia católica griega como en la latina.
Ciertas señales de promesa provienen de Irlanda y los Países Bajos.
En carta apuntada a todos y cada uno de los hermanos de la Orden, con fecha 17 de diciembre de 2014, el Sr. escribió: “La Curia General se encara a graves -insisto, graves- dificultades financieras, con deudas portentosas” y que “el sistema de supervisión y control financiero de la gestión de los recursos de la Orden era demasiado débil en el momento en que no se encontraba comprometido, con la consecuencia inevitable de su falta de eficacia para salvaguardar una administración responsable y transparente”. ¿Es difícil para un fraile regentar el dinero?
Fray Miguel – Los hermanos medramos en ambientes culturales distintas, en los que la concepción y el uso del dinero diferían bastante.
Y esto es un inconveniente serio, siendo una Orden internacional.
Está, pues, el desafío de contestar con nuestra vida a la enseñanza de San Francisco de Agarráis sobre Cristo pobre.
es la dimensión de seno propio, llevando una existencia sin nada propio.
El dinero no nos forma parte, pero eso es difícil de interiorizar, sobre todo por el impacto de la globalización y la civilización del derroche.
Nos encontramos influidos por la confluencia de fuerzas que determinan la cultura dominante.
Entonces, debemos vivir, repensar y descubrir de nuevo la belleza de la seno propio: las cosas no son de nuestra propiedad y solo somos gestores responsables.
Nuestro deber es comprender de qué manera utilizar los elementos económicos para la misión de la Iglesia, para los pobres y los necesitados.
¿Vivir en la calma burguesa es, por consiguiente, un riesgo para la vida de los frailes?
Fray Miguel – Es un riesgo percibido por exactamente los mismos hermanos, que pone en crisis la identidad de nuestra vocación.
Nos encontramos llamados a concretar la clemencia de Dios con actos de justicia y caridad.
Existen por lo menos dos remedios para sanar esta enfermedad.
La primera es estar con los pobres, vivir entre aquéllos que padecen.
Los pobres no son un ente abstracto sino que tienen un nombre, vienen de familia, tienen hijos, tratan de trabajar todos y cada uno de los días para mejorar su calidad de vida.
Y debemos estar allí.
Si nos acompañan los pobres, redescubriremos la belleza de la vocación franciscana.
Fraternidad con los pobres, fraternidad con los pobres, fraternidad entre los pobres.
¿De qué forma puedes estar cerca de los pobres?
Fray Miguel – La pobreza no es algo que deba apreciarse, pero los pobres hay.
En el Evangelio de Marcos está escrito: “En cuanto a los pobres, siempre y en todo momento los tendréis con nosotros”.
Pienso que si Jesús hubiese tenido en todo momento para añadir algo, quizás hubiera dicho: “Porque no deseas cambiar tu modo de vida”.
Para ser Hermanos Menores debemos modificar nuestro accionar.
El Papa Francisco está volviendo a las ideas del cristianismo primitivo.
La Iglesia no debe ser una presencia fuerte, sino humilde.
Y su conducta debe ser un ejemplo para todos nosotros.
¿Está en riesgo la vida consagrada?
Fray Miguel – Cuando uno está centrado y enfocado en la persona de Cristo, entonces el proyecto de vida consagrada ya no nos forma parte.
Por ende, uno no debe tener miedo a la caída de los números: en la historia del hombre siempre y en todo momento hubo maneras de vida que enseñaron una relación particular con Dios en la sociedad.
La vida consagrada no es dependiente del hombre, sino de Dios.
Para esto, hay promesa.
Entonces, Sr. ¿No les preocupa incluso ver el número de vocaciones de los Hermanos Menores?
Fray Miguel – A veces me preocupo cuando veo una debilidad numérica en un país o en una ciudad donde estamos presentes ya hace mucho tiempo y donde todavía hay necesidad de anunciar el Evangelio.
Son, pues, aprensiones limitadas a una situación concreta.
En ochocientos años de vida franciscana, hemos cometido tantos errores: si todavía estamos aquí, no se lo debemos a nuestras decisiones, sino a la obra de Dios.
Entrevista a Riccardo Benotti, “Viaggio nella vita religiosa.
Interviste y también incontri”, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano, pp.
59-71.
Reproducido por el “Acta Ordinis”.
Traducción: Moacir Beggo
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Ciertos institutos religiosos, que en el proyecto original del principal creador se presentaban como cofradías, donde todos los integrantes -curas y no curas- eran considerados iguales entre sí, con el pasar de los años adquirieron una fisonomía diferente.
Es importante que estos Institutos llamados “mixtos” consideren, desde una comprensión mucho más profunda de su carisma fundacional, si sería oportuno y viable regresar a la inspiración original.
Ordenes Sagradas.
Para examinar y solucionar los inconvenientes relacionados con esta materia, se constituyó una comisión específica, cuyas conclusiones va a deber aguardarse para posteriormente llevar a cabo las opciones convenientes conforme a lo auténticamente predeterminado.