“Fratelli tutti”, la Encíclica Social de la
Publicada “Fratelli tutti”, la Encíclica Popular del Papa Francisco

La fraternidad y la amistad popular son los caminos señalados por el Pontífice para crear un mundo mejor, mucho más justo y pacífico, con el deber de todos: personas y también instituciones.
Reafirmó enérgicamente el no a la guerra y la globalización de la indiferencia.
Novedades del Vaticano
¿Cuáles son los grandes especiales pero asimismo los caminos concretos para quienes desean construir un mundo más justo y fraterno en sus relaciones cotidianas, en la vida social, en la política y en las instituciones? Esta es el interrogante a la que “Fratelli tutti” pretende contestar principalmente: el Papa la define como una “Encíclica popular”(6) que toma su título de las “Advertencias” de San Francisco de Asís, quien usó estas palabras “para dirigirse a todos los hermanos y hermanas y proponerles un modo de vida con sabor a Evangelio» (1).
La Encíclica tiene como propósito fomentar una aspiración mundial a la fraternidad y la amistad social.
En el fondo, está la pandemia de Covid-19 que, revela Francisco, “reventó inesperadamente en el momento en que estaba escribiendo esta carta”.
Pero la urgencia sanitaria mundial demostró que “absolutamente nadie puede salvarse a sí mismo” y que realmente llegó el instante de “soñar como una sola humanidad”, en la que seamos “todos hermanos”.
(7-8).
En el primero de ocho capítulos, que se titula “Las sombras de un mundo cerrado”, el documento se enfoca en las múltiples distorsiones de la contemporaneidad: la manipulación y deformación de conceptos como democracia, independencia, justicia; egoísmo y desinterés por el bien común; el predominio de una lógica de mercado fundamentada en el lucro y en la civilización del descarte; desempleo, racismo, pobreza; desigualdad de derechos y sus aberraciones como la esclavitud, la trata de personas, las mujeres sometidas y después obligadas a abortar, el tráfico de órganos (10-24).
Son inconvenientes globales que necesitan una acción global, resalta el Papa, señalando también con el dedo una “cultura de los muros” que estimula la proliferación de mafias, alimentadas por el temor y la soledad (27-28).
No obstante, la Encíclica responde a muchas sombras con un caso de muestra lumínico, el del buen samaritano, a quien está dedicado el segundo capítulo, “Un extraño en el camino”.
En él, el Papa apunta que, en una sociedad enferma, que da la espalda al mal y es “iletrada” en el cuidado de los mucho más frágiles y atacables (64-65), todos nos encontramos llamados a estar cerca unos de otros (81).
), superación de prejuicios e intereses personales.
En verdad, todos somos corresponsables de construir una sociedad que sepa integrar, integrar y levantar a los que padecen (77).
El amor construye puentes y “nos encontramos hechos para el cariño” (88), añade el Papa, exhortando a los cristianos particularmente a admitir a Cristo en la cara de cada excluido (85).
El principio de la aptitud de querer según “una dimensión universal” (83) es retomado asimismo en el tercer capítulo, “Meditar y generar un mundo abierto”: en él Francisco nos exhorta a cada uno de ellos a “salir de nosotros”.
encontrar en el resto “un añadido de ser” (88), abriéndonos al segundo siguiente el dinamismo de la caridad que nos hace tender hacia la “comunión universal” (95).
Tras todo – recuerda la Encíclica – la estatura espiritual de la vida humana se mide por el cariño que nos lleva a buscar lo mejor para la vida del otro (92-93).
El sentido de la solidaridad y la fraternidad nace en las familias que han de ser protegidas y respetadas en su “misión educativa primaria y esencial” (114).
El derecho a vivir con dignidad no se puede denegar a nadie, afirma el Papa, y ya que los derechos no tienen fronteras, absolutamente nadie puede ser excluido, independientemente de dónde haya nacido (121).
Desde este punto de vista, el Papa recuerda también que es requisito pensar en una “ética de las relaciones de todo el mundo” (126), por el hecho de que cada país es asimismo un país extranjero y los recursos del territorio no tienen la posibilidad de negarse a los que están en necesitan y vienen de otra parte.
El derecho natural a la propiedad privada va a ser, por tanto, secundario al comienzo del destino universal de los recursos conformados (120).
La Encíclica asimismo pone un énfasis específico en el tema de la deuda externa: sosteniendo el principio de que toda deuda legítimamente contraída debe ser pagada, se estima, no obstante, que esto no ponga en peligro el crecimiento y la subsistencia de los países más pobres ( 126).
En cambio, el segundo capítulo y todo el cuarto están aplicados al tema de las migraciones, “Un corazón abierto al mundo entero”: con sus “vidas rotas” (37), huyendo de guerras, persecuciones, catastrofes naturales, traficantes sin escrúpulos, arrancados de sus comunidades de origen, los migrantes han de ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados.
En los países receptores, el equilibrio adecuado estará entre resguardar los derechos de los ciudadanos y asegurar que los migrantes sean bienvenidos y asistidos (38-40).
Específicamente, el Papa apunta algunas “respuestas indispensables” especialmente para quienes escapan de “graves crisis humanitarias”: aumentar y simplificar la concesión de visados; corredores humanitarios abiertos; proveer alojamiento, seguridad y servicios fundamentales; sugerir la oportunidad de trabajo y formación; favorecer la reunificación familiar; resguardar a los menores; garantizar la libertad religiosa.
Lo que se necesita sobre todo” – dice el archivo – es legislación (gobernancia) marco global para las migraciones que inicia proyectos de largo plazo, alén de las emergencias particulares, en nombre del avance solidario de todos y cada uno de los pueblos (129-132).
El tema del quinto capítulo es “La mejor política”, es decir, la que representa una de las maneras mucho más hermosas de la caridad porque está al servicio del bien común (180) y reconoce la relevancia de la gente, entendidas como categoría abierta, a disposición del público, confrontación y diálogo (160).
Este es el popularismo señalado por Francisco, que se opone al “populismo” que ignora la legitimidad de la noción de “pueblo”, atrayendo consensos para utilizarla al servicio de su proyecto personal (159).
Pero la mejor política es también aquella que resguarda el trabajo, “una dimensión indispensable de la vida popular” y busca asegurar que todos tengan la oportunidad de desarrollar sus propias capacidades (162).
La auténtica estrategia contra la pobreza, asegura la Encíclica, no quiere sencillamente contener a los necesitados, sino promoverlos en la perspectiva de la solidaridad y la subsidiariedad (187).
La labor de la política, además, es conseguir una solución a todo lo que vulnere los derechos humanos escenciales, como la exclusión social; tráfico de órganos y tejidos humanos, armas y drogas; explotación sexual; trabajo ciervo; terrorismo y delito ordenado.
Fuerte llamado del Papa a eliminar terminantemente el tráfico de seres humanos, “vergüenza de humanidad”, y el apetito, pues es “criminal” pues la nutrición es “un derecho inalienable” (188-189).
La política que se precisa, subraya Francisco, es la centrada en la dignidad humana y que no esté sujeta a la financiación por el hecho de que “el mercado por sí mismo no solventa todo”: el “daño” provocado por la especulación financiera lo ha demostrado (168).
Por tanto, los movimientos populares cobran especial importancia: reales “torrentes de energía moral”, tienen que meterse en la sociedad, de forma coordinada.
Así – dice el Papa – es posible pasar de una política “para” los pobres a una política “con” y “de” los pobres (169).
Otro deseo que se encuentra en la Encíclica tiene relación a la reforma de la ONU: en vista del predominio de la dimensión económica, de hecho, la tarea de las ONU será dar una real concreción al concepto de “familia de naciones”, haciendo un trabajo para el bien común, la erradicación de la pobreza y la protección de los derechos humanos.
Recurriendo incansablemente a la “negociación, la mediación y el arbitraje” – afirma el archivo pontificio – la ONU debe promover la fuerza de la ley sobre la ley de la fuerza (173-175).
Del sexto capítulo, “Diálogo y amistad social”, aparece también el concepto de vida como “el arte de hallarse” con todos, también con las periferias de todo el mundo y con los pueblos originarios, porque “de todos se puede aprender algo, absolutamente nadie es inútil, nadie es superfluo” (215).
Particular, pues, es la referencia del Papa al “milagro de la bondad”, actitud a recobrar porque es “una estrella en la oscuridad” y una “liberación de la crueldad, de la angustia que no deja meditar en los demás, de la urgencia distraída” que imperan en la contemporaneidad (222-224).
El capítulo séptimo, que se titula “Caminos de un nuevo acercamiento”, reflexiona sobre el valor y la promoción de la paz, en el que el Papa subraya que la paz es “proactiva” y quiere conformar una sociedad fundamentada en el servicio a los demás y en la búsqueda de la reconciliación y el desarrollo mutuo.
La paz es un “arte” en el que cada uno de ellos debe desempeñar su papel y cuya tarea jamás termina (227-232).
Ligado a la paz está el perdón: debemos querer a todos sin excepción – afirma la Encíclica – pero querer a un opresor significa ayudarlo a cambiar y no dejar que prosiga oprimiendo a su prójimo (241-242).
Perdonar no significa impunidad, sino justicia y memoria, pues perdonar no significa olvidar, sino renunciar a la fuerza destructiva del mal y de la venganza.
Nunca olvidar “horrores” como la Shoah, los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki, las persecuciones y las matanzas étnicas – insta el Papa – hay que recordarlos siempre, nuevamente, para no anestesiarnos y sostener viva la llama de la conciencia colectiva.
Y asimismo es esencial recordar lo bueno.
(246-252).
Una parte del séptimo capítulo se centra entonces en la guerra: “una amenaza constante”, que representa la “negación de todos los derechos”, “el fracaso de la política y de la humanidad”, “la vergonzosa rendición a las fuerzas del mal”.
Además de esto, gracias a las armas nucleares, químicas y biológicas que afectan a varios civiles inocentes, hoy por el momento no tenemos la posibilidad de pensar, como en el pasado, en una posible “guerra justa”, sino que debemos reafirmar de forma fuerte “¡Jamás más la guerra! La supresión total de las armas nucleares es “un imperativo ética y humanitario”; en cambio –sugiere el Papa– debería crearse un Fondo Mundial con el dinero de los armamentos para terminar con el hambre de una vez por todas (255-262).
Francisco expresa una posición del mismo modo clara sobre la pena capital: es inadmisible y ha de ser derogada en todo el mundo.
“El homicida no pierde su dignidad personal – escribe el Papa – y Dios mismo es su garante” (263-269).
Al mismo tiempo, se reafirma la necesidad de respetar “lo sagrado de la vida” (283) donde “unas partes de la humanidad semejan prescindibles”, como los no nacidos, los pobres, los discapacitados, los jubilados (18).
En el octavo y último capítulo, el Pontífice se detiene en “Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo” y reitera que el terrorismo no se debe a la religión, sino a las malas interpretaciones de los contenidos escritos religiosos, así como a las políticas de hambre, pobreza, injusticia y opresión (282-283).
Por ende, es viable un sendero de paz entre las religiones; de ahí que es necesario asegurar la independencia religiosa, derecho humano primordial de todos los fieles (279).
Una reflexión, particularmente, hace la Encíclica sobre el papel de la Iglesia: no posterga su misión al ámbito privado y, sin realizar política, no renuncia a la dimensión política de la presencia, la atención al bien común y la preocupación por el desarrollo humano integral, según los principios evangélicos (276-278).
Por último, Francisco cita el “Archivo sobre la fraternidad humana para la paz mundial y la convivencia común”, firmado por él mismo el 4 de febrero de 2019 en Abu Dhabi, adjuntado con el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyib: de este hito de la interreligión diálogo, el Pontífice hace de el el llamamiento para que, en nombre de la fraternidad humana, se adopte el diálogo como camino, la colaboración común como conducta y el saber recíproco como método y método (285).
Servicio de Noticias del Vaticano – IP – SP
Como esto:
Cargando…
Entrada archivada bajo: Beato Padre.
Etiquetas: Fratelli Tutti.
Esperamos que le gustara nuestro articulo “Fratelli tutti”, la Encíclica Social de la
y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
Cosas interesantes de saber el significado : Dios