Estudio de Elías en la cueva: ¿Por qué se escondió Elías?

La experiencia de Elías en la gruta está entre los pasajes de la Biblia que mucho más destacan la fragilidad humana. Pero el estudio bíblico de este pasaje revela que Dios cumple su intención pese a las restricciones del humano.
Elijah en la gruta es un recordatorio de que incluso el mucho más fuerte puede ser enclenque. Elías fue uno de los profetas mucho más icónicos de Israel. Aun, en el Nuevo Testamento aparece en el episodio de la transfiguración de Jesús con Moisés representando la escuela profética de la red social de la coalición.
Además de esto, indudablemente el profeta Elías fue uno de los hombres en la historia de la raza humana que presenció de la forma mucho más excepcional las claras manifestaciones del poder de Dios. Vio resucitar a los fallecidos por el poder divino por medio de su ministerio; vio a Dios controlando directamente la naturaleza secando la tierra y después enviando lluvias torrenciales; y vio fuego descender del cielo de parte del Señor. Pero tras todo eso, todavía trató de hacer de una gruta su hogar.
Elías en la gruta es prueba de que los milagros no mantienen a nadie en pie. Lo que mantiene activo al siervo de Dios en su servicio es la comunión con el Señor en la obediencia a su Palabra.
¿Por qué Elías se escondió en la gruta?
La narración de Elías en la gruta está registrada en 1 Reyes 19. Pero para entender por qué razón el profeta huyó a la cueva, debemos regresar al capítulo anterior. Pero cualquiera que crea que 1 Reyes 18 es un capítulo melancólico que acaba con la imagen del fracaso de Elías en la cueva en el próximo capítulo se confunde. ¡Al contrário!
En el capítulo previo al episodio de la cueva, Elias hace aparición en su auge. No se parece ni remotamente a un hombre frágil, asustado, con una crisis de identidad y un discurso victimista escondido en una gruta.
En 1 Reyes 18 Elías aparece como un hombre valeroso para confrontar al rey Acab; convocar a todo Israel ya los profetas de Baal al Monte Carmelo; desafiar a los profetas paganos y después matarlos frente a la manifestación del poder del Señor; y rezar por lluvia en Israel tras años de terrible sequía. Al final, bajo la guía del Señor, todavía corrió casi cuarenta kilómetros desde el Monte Carmelo hasta Jezreel.
Pero entonces, ¿de qué forma un hombre de esta manera fue de arriba abajo? ¿De la colina de la victoria a la gruta de la consternación? ¿Por qué Elías escapó a la gruta?
Quizás Elías esperaba que las muestras del poder de Dios en el Monte Carmelo producirían quebrantamiento en Jezabel y Acab. Pero eso no es lo que pasó. En lugar de arrepentirse, la maligna esposa de Acab le declaró la guerra al Señor y comenzó a amenazar a su representante en Israel, el profeta Elías.
Entonces, frente este ámbito, Elías pudo haber pensado que había fracasado en su misión como profeta. De hecho, se sintió como un fracaso, y en el momento en que recibió la carta amenazante de Jezabel, huyó temiendo por su historia.
Uno podría preguntarse por qué razón Jezabel envió una amenaza a Elías en vez de matarlo velozmente. Lo más probable es que lo haya realizado por pura estrategia.
Elías acababa de probar a todo Israel que era un profeta de Dios. Si Jezabel mataba a Elías, probablemente encararía el descontento de la multitud. Entonces semeja que el primordial propósito de Jezabel era hacer que Elías huyera. Ella prefirió un Elías en la cueva a un Elías mártir.
Elías sendero a la cueva
La estrategia de Jezabel funcionó y Elías huyó de Jezreel hacia Beerseba. En este punto la Biblia no muestra a Elías consultando al Señor; mucho menos recordando las grandes vivencias que había vivido durante su ministerio.
El Señor no lo había desamparado en ningún momento, y no sería en esa ocasión que lo desampararía. Pero Elías separó su mirada de la fe y la puso en las situaciones. Su comportamiento fue tan irrazonable que él, un hombre caracterizado por el coraje, escapó de un enemigo derrotado.
De Beerseba, Elías partió hacia el desierto. Se sentó bajo un arbusto propio de las tierras desérticas y oró a Dios. Pero la oración de Elías fue la expresión de su desesperanza. En su oración declaró que quería darse por vencido y deseaba la muerte. Entonces se acostó y se durmió.
Entonces, la Biblia afirma que se despertó cuando un ángel lo tocó y le ordenó que comiese la comida que el Señor le había provisto prodigiosamente. Posteriormente, Elías volvió a dormir hasta el momento en que el ángel lo despertó nuevamente para darle de comer nuevamente.
Con esas 2 comidas dice la Biblia que Elías caminó 40 días y cuarenta noches hasta el monte Horeb. Aquí vale la pena rememorar que el monte Horeb es exactamente el mismo monte Sinaí donde Dios se reveló a Moisés. En este viaje Elías caminó prácticamente 400 kilómetros, en un viaje que duró 40 días y cuarenta noches.
El texto bíblico no explica por qué razón este viaje tomó tanto tiempo, en tanto que este viaje podría haberse hecho en un tiempo considerablemente más corto. Ciertos comentaristas ven ciertos paralelos con los 40 años que Israel vagó por el desierto; con los 40 días que estuvo Moisés en el monte; y con los 40 días que Jesús pasó en el desierto en el momento en que fue tentado.
elías en la gruta
Fue en el momento en que llegó a Horeb que Elías entró en una cueva, donde pasó la noche. La situación del profeta era tan dificultosa que varios estudiosos piensan que Elías sufría depresión en ese episodio. Se encontraba exhausto y demacrado. Sea como fuere, estaba presto a renunciar a su ministerio e incluso a su vida.
Pero fue en la cueva donde Dios le charló a Elías. En vez de regañarlo, el Señor solo le preguntó: “¿Qué haces aquí, Elías?” (1 Reyes 19:9). Esto exhibe la forma personal, tolerante y solidaria en que Dios trata a sus hijos que pasan por momentos de desesperación.
No obstante, Elías no respondió de manera directa a el interrogante del Señor. En verdad, trató de justificar su respuesta, exponiendo una mezcla de orgullo y autocompasión. Afirmó haber sido un fiel y celoso siervo del Señor mientras que los israelitas rompían el convenio. En el final, terminó suponiendo que estaba solo y siendo perseguido.
Entonces Dios le ordenó que saliera de la cueva a la montaña y se presentase frente al Señor. La Biblia dice que vino un viento realmente fuerte, pero el Señor no estaba en el viento. Luego vino un terremoto que sacudió la montaña, pero el Señor no se encontraba en el terremoto. Luego vino un fuego, pero el Señor no estaba en el fuego.
Al final el texto bíblico afirma que vino “un ciclo relajado y suave” (1 Reyes 19:12). Fue entonces en el momento en que Elías salió y se paró a la entrada de la gruta. En ese instante escuchó la voz del Señor. Pero quizás para sorpresa de Elías, el Señor le hizo exactamente la misma pregunta que antes: “¿Qué haces aquí, Elías?” (1 Reyes 19:13). De nuevo, el profeta repitió la misma respuesta autocompasiva y algo egocéntrica.
Dios restaura a Elías en la gruta
Si bien Elías actuó sobre las apariencias en lugar de la fe, Dios lo restauró a su servicio. Dios te ha listo para finalizar estratégicamente tu increíble ministerio. Por eso, a la puerta de la gruta, Elías recibió del Señor tres órdenes: 1) ungir a Hazael como nuevo rey de Siria; 2) ungir a Jehú como el nuevo rey de Israel; y 3) ungiendo al joven Eliseo como su sucesor en la escuela profética de Israel.
Estas tres órdenes confrontaron el estado depresivo de Elías. El profeta había huido asustado por la amenaza de una mujer maligna que era la esposa de un rey enclenque y réprobo. Pero debería haber sabido que esa pareja solo permanecería en el poder mientras que Dios quisiera.
Dios no solo controla el trono de Israel, sino controla el trono de todas las naciones de la tierra. Como dice el profeta Daniel, El que se sienta en el trono del cosmos es el mismo que quita reyes y establece reyes (Daniel 2:21).
La prueba de esto fue que el Señor no solo levantaba al nuevo rey de Israel, sino que asimismo estaba estableciendo al nuevo rey de Siria, una nación pagana. De hecho, Dios usaría los movimientos militares de Hazael y Jehú, y la obra profética del joven granjero Eliseo, para hacer sus propósitos soberanos. Todo lo mencionado aun resultó en la destrucción completa de la vivienda de Acab.
Y de esta manera, por la tolerante misericordia del Señor, el episodio de Elías en la gruta acabó con el profeta tratado y restaurado por Dios.
¿Qué aprendemos de Elías en la gruta?
Hay algo bien interesante en las Escrituras. A diferencia de la literatura que busca idealizar a sus héroes, la Biblia no esconde las fallas, fallos y restricciones de los hombres que fueron usados poderosamente por el Señor. Aun la galería de héroes de la fe en Hebreos resalta la fragilidad de estas personas que se hicieron conocidas por su fe ejemplar (Hebreos 11).
Por ende, con el profeta Elías no fue diferente. Jaime redacta que “Elías era un hombre como nosotros” (Santiago 5:17). Es posible que al escribir estos palabras, Tiago estaba pensando exactamente en la crónica de Elijah en la cueva.
Entonces, hay lecciones que aprender tanto de las victorias de los hombres y mujeres de Dios en la Biblia como de sus derrotas. Por tanto, en el episodio de Elías en la cueva podemos estudiar algunas enseñanzas esenciales.
Elías en la cueva nos enseña lo lamentable que es dejar la voluntad del Señor
La narración de Elías en la gruta nos enseña que fuera de la voluntad del Señor, los valientes ceden al temor; los vencedores son derrotados; y los fuertes fracasan.
Elías era el hombre que había desafiado a cientos y cientos de profetas de Baal; que había sido testigo de lo que Dios hizo en el Carmelo; quien había demostrado que Dios es el que rige sobre el cosmos y controla las fuerzas de la naturaleza. Pero aun de esta manera terminó en una gruta asustado, tambaleante y desanimado.
Esto sucedió porque no prestó atención a la voluntad del Señor. W. Wiersbe argumenta muy inteligentemente que en el momento en que los siervos de Dios se separan de la voluntad de Dios, están expuestos a cometer todo tipo de locuras ya fallar en aquellas que son sus puntos más fuertes.
De esta manera fue con Abraham en el momento en que escapó a Egipto. Al hombre que es un líder de fe en la Biblia le faltó fe, y de ahí que ocultó que Sara era su mujer (Génesis 12). La Biblia dice que Moisés era el mucho más manso de los hombres, pero perdió el privilegio de ingresar en la Tierra Prometida por carecer de calma (Números 20:1-13; cf. Números 12:3).
Una característica del rey David era su integridad, pero en su relación con Betsabé le faltaba ser un hombre íntegro (2 Samuel 11-12). El apóstol Pedro fue valiente y animoso, pero le faltó valor en el momento en que negó a Jesús (Marcos 14:66-72).
Elías en la gruta nos enseña que Dios tiene su forma de actuar
Una cosa es un hecho: Dios no en todos los casos afirma lo que deseamos oír; o actúa de la forma que mucho más nos agrada. La experiencia de Elias en la cueva es prueba de ello.
El profeta estaba desanimado y desesperado. Entonces, en el momento en que Dios al final le charló, quizás Elías aguardaba alguna respuesta del Señor. En cambio, la primera cosa que escuchó dos veces fue una pregunta en lugar de una contestación.
Cuando el Señor le ordenó salir de la gruta, sucedieron tres acontecimientos atronadores: el viento, el terremoto y el fuego. Pero ninguna palabra del Señor vino de estos eventos. La palabra del Señor vino a Elías en la quietud, con una voz suave y apacible.
Sí, el Dios que es Señor sobre el viento, los cimientos de la tierra y el fuego, es exactamente el mismo que también puede manifestarse con dulzura. De manera frecuente aguardamos grandes eventos y demostraciones del poder de Dios, en el momento en que en realidad Dios puede estar queriendo hablarnos a través de un “ciclo despacio y pacífico”. Como dice Oswald Sanders, los susurros del Suplicio son mucho más poderosos que los truenos del Sinaí para mover a los hombres al arrepentimiento.
Conque aquí debemos estudiar de Elías. A pesar de su instante de debilidad, tenía oídos suficientemente sensibles para oír la voz apacible del Señor.
Elías en la gruta nos enseña que no tenemos la posibilidad de ocultarnos detrás de justificaciones
En el lamento de Elías, el profeta trató de justificarse frente Dios. Además de esto, confiaba en una especie de autocompasión. Primero, bajo el enebro en el desierto, oró a Dios pidiendo fallecer y mencionó que no era mejor que sus padres. Pero Dios no le había pedido a Elías que fuera mejor que nadie. El propósito de Dios para Elías era que cumpliese el servicio al que fue llamado. Como todo fiel, lo que Elías tuvo que hacer fue oír la Palabra del Señor y obedecerla.
Después, ya en la cueva, Elias trató de justificarse. Afirmó ser celoso y leal al Señor, a diferencia de el resto israelitas, y en este momento estaba solo y amenazado de muerte. Nótese que en determinado aspecto en su respuesta Elías cuestionó la acción del Señor, después de todo, ¿va a ser que Dios no había visto que había sido un siervo leal, que se alzaba en el momento en que otros caían? ¿De qué manera ha podido Dios haber tolerado que el último creyente en el reino de Israel fuera amenazado de muerte y tuviera que escapar?
Primero, como mira W. Wiersbe, si Elías en verdad había sido un siervo leal, entonces ¿qué hacía escondido en una cueva a cientos de millas de donde iba a ministrar? Segundo, no era cierto que Elías fuera el último fiel en Israel. La gracia de Dios había preservado un remanente fiel que no había sido corrompido por Baal. Tercero, Dios no había abandonado a Elías. La prueba de esto fue que Dios estaba pacientemente hablando con Elías en la gruta y oyendo su exabrupto.
Elías en la gruta nos enseña que Dios cumple su propósito pese a nosotros.
El retrato de Elías en la gruta es una clara demostración de cómo el propósito de Dios predomina sobre nuestros descalabros. El Señor ha podido haber dejado a Elías con su abatimiento en esa gruta. Podría haber levantado a otro a fin de que fuera profeta en Israel, pues nadie es importante frente al Señor. Pero Dios cumple su propósito a través de nosotros ahora pesar de nosotros.
Entonces, a pesar de los descalabros de Elías, Dios trató con él y lo restauró a su rincón. Donde Elías vio causas para renunciar, Dios vio causas para que volviera a trabajar. Donde Elías solo vio soledad pensando que se encontraba solo, Dios vio otros siete mil que fueron preservados por Él y no se doblegaron a Baal. Mientras que Elías se lamentaba por el pasado y el presente de Israel, Dios ahora estaba lidiando con el futuro de su pueblo.
Elías en la cueva nos enseña que debemos escondernos en Dios, no en una gruta
La experiencia de Elias en la gruta nos sirve de ejemplo en el momento en que nos encontramos en nuestras propias cuevas. Con frecuencia somos débiles, volubles y también insignificantes, pero el Dios Todopoderoso es inmutable y ve alén de las situaciones que nos atemorizan. Como dice el salmista, el Señor es como un padre que tiene compasión de sus hijos. Él conoce nuestra estructura y sabe que somos polvo (Salmo 103:13,14).
Dios nos protege y nos restaura, al punto que comprendemos que el sitio mucho más seguro en el que podemos estar no es en una cueva, sino dentro de su intención. Que salgamos de nuestras grutas al cobijo del Altísimo, donde podamos descansar a la sombra del Todopoderoso (Salmo 91:1).
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