¡Este video de “Pentecostés explicado en Lego” está encendido!

Este video producido por Trideo es una divertida explicación de Pentecostés que seguro les encantará a los niños (¡bueno, ya los adultos!).

El Apóstol Pablo, escribiendo a los cristianos en Roma, dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Porque no recibisteis el espíritu de esclavitud para volver a caer en el temor, sino que habéis recibido el espíritu de filiación, que nos capacita para clamar: ¡Abba, Padre!» (Rm 8, 14-15). Aquí vemos renovada nuestra relación: la paternidad de Dios se restablece en nosotros gracias a la obra redentora de Cristo y al don del Espíritu Santo.

El Espíritu nos es dado por el Padre y nos lleva de regreso al Padre. Toda la obra de la salvación es de “regeneración”, en la que la paternidad de Dios, por el don del Hijo y del Espíritu Santo, nos libera de la condición de huérfanos en que habíamos caído. También en nuestros días vemos varios signos de nuestra huérfana: en la soledad interior que sentimos incluso cuando estamos rodeados de gente, soledad que puede convertirse en tristeza existencial; en el intento de liberarse de Dios, aunque vaya acompañado del deseo de su presencia; en el muy común analfabetismo espiritual que nos hace incapaces de orar; en la dificultad de captar la verdad y la realidad de la vida eterna como esa plenitud de comunión que comienza en la tierra y alcanza su plenitud después de la muerte; en el esfuerzo por ver a los demás como “hermanos” y “hermanas”, ya que somos hijos del mismo Padre; y otros signos similares.

Ser hijos de Dios va en contra de todo esto y es nuestra vocación primordial. Fuimos hechos para ser hijos de Dios, está en nuestro ADN. Pero esta relación filial se arruinó y requirió el sacrificio del Hijo unigénito de Dios para ser restaurada. Del inmenso don de amor que es la muerte de Jesús en la cruz, el Espíritu Santo se ha derramado sobre la humanidad como un vasto torrente de gracia. Los que por la fe se sumergen en este misterio de la regeneración renacen a la plenitud de la vida filial.

“No os dejaré huérfanos”. Hoy, en la fiesta de Pentecostés, las palabras de Jesús nos recuerdan también la presencia maternal de María en el Cenáculo. La Madre de Jesús está con la comunidad de discípulos reunidos en oración: ella es el recuerdo vivo del Hijo y la invocación viva del Espíritu Santo. Ella es la Madre de la Iglesia. Encomendamos a su intercesión, de manera particular, a todos los cristianos, familias y comunidades que en este momento están más necesitados del Espíritu, el Paráclito, el Defensor y Consolador, el Espíritu de la verdad, la libertad y la paz.

El Espíritu, como dice san Pablo, nos une a Cristo: “El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Rm 8, 9). Fortaleciendo nuestra relación de pertenencia al Señor Jesús, el Espíritu nos hace entrar en una nueva experiencia de fraternidad. Por medio de nuestro Hermano universal –Jesús– podemos relacionarnos unos con otros de una manera nueva; ya no como huérfanos, sino como hijos del mismo Padre bueno y misericordioso. ¡Y esto lo cambia todo! Podemos vernos como hermanos y hermanas cuyas diferencias solo pueden aumentar nuestra alegría y asombro al compartir esta paternidad y hermandad únicas.

– Homilía del Papa Francisco en Pentecostés 2016