Esperamos confiados en el Señor

Esperamos confiados en el Señor

Monseñor Orani: “El día de hoy damos comienzo a la Semana Nacional de la Familia que se lleva a cabo del 11 al 17 y tiene como tema La familia, ¿cómo te encuentras? “

Orani John, Cardenal Tempesta, O. Cist. – Rio de Janeiro

Es con enorme alegría que este domingo, el 19º domingo del Tiempo Ordinario, el Día del Señor, celebramos el Día del Padre. Dentro de este mes de las vocaciones, rezamos esta semana por las vocaciones familiares, dando un saludo especial a todos y cada uno de los padres que aceptan la paternidad y están junto a sus esposas formando familias cristianas, asumiendo esta compromiso de transmitir la fe a sus hijos, los valores escenciales. de vida en sociedad, asistirlos en su crecimiento personal, espiritual, material, cultural, que los prepare para vivir poco a poco más su vida como buenos cristianos, buenos humanos que tienen la posibilidad de diferenciarse dondequiera que estén. Oramos también por todos y cada uno de los padres fallecidos, a fin de que estén con el Padre Eterno cuidándonos.

Orando por la familia y por la vocación matrimonial en este segundo domingo del mes de las vocaciones, tenemos en cuenta el aspecto natural de la relación y atracción entre el hombre y la mujer en su complementariedad, pero tenemos en cuenta asimismo el aspecto de la vocación, llamada por Dios a ser familia y continuar la obra de la creación, estar con Cristo en el centro de la vida familiar, siendo esta realidad la que da sentido a la vida del marido, de la mujer y de los hijos, como la Sagrada Familia de Nazaret que tiene la centralidad de Cristo como su base

El día de hoy ofrecemos inicio a la Semana Nacional de la Familia que se desarrolla del 11 al 17 y tiene como lema La familia, ¿de qué forma va? Esperamos que en nuestra arquidiócesis, parroquias y comunidades puedan pensar, reforzar y hacer mas fuerte los vínculos de familia de quienes andan en la familia, en la red social cristiana, siendo al tiempo un signo fuera de las comunidades. La vocación familiar que festejamos en este segundo domingo de agosto debe llevarnos a expresar en el exterior la importancia de una familia bien construida, una familia que sepa aceptarse, que sepa llevar las cruces y resolver juntos los problemas, que sepa de qué forma perdonarnos unos a otros, vivir juntos, crecer poco a poco más en la fe. Numa realidade em que les valores fundamentais vão sendo perdidos, entendemos que são necessários testemunhos que nos incentivem a valorizar a importância da família e que as pessoas possam ver que mesmo com as dificuldades que advém das circunstâncias do dia a dia, a vivência da fé faz la diferencia. En la mitad de tantos avisos contra la permanencia y perseverancia de la vida familiar, los buenos signos estén poco a poco más presentes y eficientes. Que esta pregunta: La familia, ¿de qué manera va? No nos hagas mirar sólo a las realidades familiares, sino más bien asimismo a todos nosotros, para que encontremos caminos eficientes para volver a ofrecer la importancia de la vocación familiar en nuestro día.

La Palabra de Dios apuntada a nosotros este fin de semana, el XIX domingo del Tiempo Ordinario, continúa lo que hemos escuchado los domingos anteriores: por un lado, nos recuerda la importancia de la supervisión y la fe: un verdadero discípulo no vive en los brazos cruzados, en una vida de comodidad, pero siempre atento y libre para acoger al Señor, oír sus llamados y crear el Reino aquí y ahora.

El Evangelio (Lc 12, 32-48) viene a exhibirnos qué esencial es la actitud y la vigilancia para la vida de todo católico, pero también de todo humano. Muestra una catequesis sobre la supervisión. Ofrece a los discípulos de siempre una actitud de espera serena y atenta del Señor, que viene a nuestro acercamiento para liberarnos y también insertarnos en una activa de comunión con Dios. El auténtico acólito es aquel que está siempre y en todo momento preparado para recibir los dones de Dios, para responder a sus llamadas y para comprometerse en la construcción del Reino.

Empieza con un recordatorio de la necesidad y conveniencia de una vida libre de apego a los bienes temporales: “‘No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino. Vende tus bienes y da limosna. Haz bolsas que no se agoten, un tesoro en el cielo que no se agote; allí no alcanza el ladrón ni la polilla corroe. Pues donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Lc 12, 32-34). El trasfondo de esta pregunta es el interrogante de quién es nuestro Dios: ¿el dinero o el Padre que está en los cielos? Poco después, muestra la verdad de la vigilancia: “Que vuestros lomos estén ajustados y vuestras lámparas encendidas. Sed como hombres que aguardan que su amo regrese de un banquete de bodas, para abrirle rápidamente la puerta tan pronto como llegue y llame. Felices los siervos que hallas lúcidos cuando llegas” (Lc 12, 35-37). La palabra de Dios viene entonces a hablarnos de esta vigilancia en la acogida del Señor que llega, que viene a nuestro encuentro, inesperadamente. Empleando la imagen de los siervos aguardando que el Señor regrese de una fiesta, de este modo el cristiano debe estar siempre atento a las señales del Señor que viene a nosotros y que pasa. ¡Prepárate porque no entendemos ni el día ni la hora! ¡Tú también estabas preparado! Pues el Hijo del Hombre va a venir a la hora en que menos lo esperéis’ (Lc 12, 40). Luego tenemos la pregunta de Pedro sobre los receptores de la parábola, a la que sigue la contestación del Señor con la próxima conclusión: “A quien mucho se le da, mucho se le pedirá; a quien mucho se le ha confiado, considerablemente más se le demandará” (Lc 12,48)! Ante la verdad de un planeta donde las personas solo buscan tener algo para sí y no preocuparse por el resto, nos encontramos llamados a vivir con la conciencia de que estamos con los pies en este mundo, pero que poseemos una cuenta que rendir ante Dios. . Por eso estamos llamados a estar atentos ya no dejar para mañana nuestra vida de conversión, de distribución a Dios y de hacer el bien a el resto. Por lo menos lo esperemos, llegará nuestro instante. Velamos no por miedo, sino porque sabemos de la misión que el Señor nos ha encomendado.

La primera lectura de este domingo (Sb 18, 6-9) nos charla de la noche de la liberación: La noche de la liberación fue anunciada a nuestros progenitores; Tu pueblo la esperaba, como salvación para los justos y como destrucción para los contrincantes. En verdad, aquello con lo que castigaste a nuestros contrincantes también sirvió para glorificarnos, llamándonos a ti. Los que tienen piedad hijos de los buenos ofrecieron sacrificios en misterio, y de común acuerdo hicieron este pacto divino, que los santos participarían conjuntamente.

El “sabio” que nos habla en la lectura asegura que solo la fidelidad a los caminos de Dios genera vida y liberación; y que ceder a los impulsos del egoísmo y la injusticia trae sufrimiento y muerte. Hoy, como ayer, en un planeta de tinieblas en relación a los valores, no siempre parece tener sentido caminar por el camino del bien, de la realidad, del amor, del don de la vida. De todos modos, ¿dónde se encuentra el sendero a la auténtica felicidad? ¿Ceder a lo más simple, a la moda, a la “corrección política”, o en la lealtad a los valores del Evangelio, a la llamada de Jesús? ¿De qué manera me posiciono ante las presiones que la opinión pública o la moda me imponen cada día? Debemos prepararnos para que, en el momento en que el Señor pase, podamos estar libres a las maravillas de Gracia y Clemencia que Él tiene para ofrecernos.

Esta situación aparece muy claramente en el momento en que tratamos la cuestión de la fe, que nos será presentada en la segunda lectura, este pasaje clásico de la carta a los Hebreos (Hb 11, 1-2.8-19): muestra qué es la fe tal como muestra hermosos ejemplos de esta realidad, donde cada verso merece una reflexión de nuestra parte: La fe es una manera de tener ya lo que todavía se espera, la convicción sobre realidades que no se ven. Fue la fe lo que les valió a los ancestros ​​un óptimo testimonio. Fue por la fe que Abraham obedeció la orden de partir hacia una tierra que iba a recibir como herencia, y se fue sin saber a dónde iba. Fue por la fe que residió como forastero en la tierra prometida, morando en tiendas con Isaac y Jacob, los coherederos de exactamente la misma promesa. Pues esperaba la ciudad sobre los cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios mismo. Asimismo fue por la fe que Sara, si bien estéril y ya anciana, pudo tener hijos, porque consideró digno de seguridad al creador de la promesa. De ahí que asimismo de un solo hombre, ahora marcado por la desaparición, nació la multitud ‘comparable a las estrellas del cielo y también innumerable como la arena a la orilla del mar’. Todos estos murieron en la fe. No han recibido el cumplimiento de la promesa, pero lograron verla y saludarla de lejos y se declararon extranjeros y migrantes en esta tierra. Los que de esta forma charlan prueban que procuran patria, y si recordasen la que dejaron, hasta tendrían tiempo de volver allí. Pero ahora anhelan una patria mejor, esto es, la patria celestial. Por consiguiente, Dios no se avergüenza de ellos, en el momento en que los llama Dios de ellos. Pues incluso les preparó una ciudad.

El creador invita a los leales a confiar en la posesión de los bienes futuros, anunciados por Dios, pero en este momento invisibles. Nuestro camino en esta tierra está marcado por la finitud, por nuestras limitaciones, por nuestro pecado; pero esto no puede hacernos desalentar y desanimarnos: vivir por la fe es apuntar a la vida plena que Dios nos ha prometido y caminar hacia ella. Es esta esperanza la que nos anima y marca nuestro sendero, en especial en los instantes mucho más bien difíciles, en el momento en que todo parece desmoronarse y las cosas ahora no tienen sentido.

Por tanto, hermanos, estad alerta en el momento en que el Señor pase, tal como el pueblo de Dios se encontraba alerta en el momento en que el Señor pasó y los sacó de Egipto. Al tiempo, es mediante la fe que dejamos que esta realidad se realice presente en la mitad de nosotros. Incluso la promesa llevada a cabo a nuestro padre en la fe de Abraham no se cumplió inmediatamente, sino más bien a su debido tiempo.

Escuchemos atentamente la palabra de Dios dirigida este domingo, al empezar la Semana Nacional de la Familia, al orar por los progenitores, al pedir el don de la vigilancia y el don de la fe. No dejemos la conversión para mañana. Vivamos el el día de hoy, el en este momento de la Gracia de Dios, del Cristo que pasa, por el hecho de que el ayer salió y no entendemos si llegará el mañana. Tratemos de realizar el bien y ayudar a los necesitados hoy. El salmo responsorial nos recuerda exactamente esta situación: ¡En el Señor aguardamos confiados, porque él es nuestra ayuda y protección! ¡Venga sobre nosotros, Señor, tu felicidad, como aguardamos en ti! Que sepamos llevar a cabo nuestra parte como familias cristianas, recorriendo los caminos del Señor y, viviendo la fe, aguardando lo que aún no vemos.

Orani John, Cardenal Tempesta, O. Cist.

Arzobispo Metropolitano de São Sebastião do Rio de Janeiro

Esperamos que le gustara nuestro articulo Esperamos confiados en el Señor
y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
Cosas interesantes de saber el significado : Dios