En un día como hoy, la bomba atómica mató a dos tercios de

OFICINA CENTRAL, 09 ago. 21/06:00 am (ACI).- El día de hoy, 9 de agosto, se cumplen 76 años desde que USA lanzó la segunda bomba atómica, esta vez sobre Nagasaki; Ciudad de Japón que en ese momento ahora contaba con una rica historia de mártires cristianos a lo largo de los siglos XVI y XVII. El día del lanzamiento de “FAT Man”, el nombre del proyectil, la pequeña comunidad católica de Japón de Nagasaki perdió dos tercios de sus miembros.

Tras la destrucción de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, el alto mando militar estadounidense encabezado por el presidente Harry Truman -que suele estar relacionado a la masonería- puso su mirada en Kokura para forzar la rendición de Japón; no obstante, el cambio climático le logró dejar esta localidad rumbo a Nagasaki.

En ese instante, Nagasaki tenía 240.000 pobladores. Un error de cálculo de los aviadores estadounidenses hizo que la bomba no cayese en el centro de la región; pero el efecto fue del mismo modo devastador, y casi 75.000 personas fueron asesinadas inmediatamente. En los días siguientes, aproximadamente exactamente el mismo número de personas murió gracias a las lesiones y la enfermedad por radiación.

Historia de la red social católica

Desde el siglo XVI, Nagasaki ha sido un importante centro del catolicismo en Japón, impulsado por misioneros jesuitas y franciscanos. Sin embargo, la persecución que sucedió prácticamente rápidamente fue recordada en 2007, mediante las memorias del cardenal Giacomo Biffi, en las que expresa el fuerte encontronazo que tuvo en él la noticia de las bombas atómicas lanzadas sobre Japón en 1945.

“Estaba pensando en charlar sobre el tema de Nagasaki. Me había topado reiteradamente con este tema en el ‘Manual de Historia de las Misiones Católicas’ de Giuseppe Schmidlin, tres volúmenes publicados en Milán en 1929. Desde el siglo XVI, la primera comunidad católica sólida ha surgido en Nagasaki (Japón)”.

“En Nagasaki –ha dicho– el 5 de febrero de 1597, treinta y seis mártires (seis misioneros franciscanos, tres jesuitas japoneses y veintiséis laicos) dieron su vida por Cristo y en 1862 fueron canonizados por Pío IX”.

No obstante, “cuando se reanudó la persecución en 1637, unos treinta y cinco mil cristianos fueron asesinados. Más tarde, la pequeña comunidad empezó a reunirse en las catacumbas, separada del resto de la catolicidad y sin sacerdotes; pero no se extinguió.”

De este modo, en 1865 “el padre Petitjean descubrió esta ‘Iglesia clandestina’, que se hizo pública tras comprobarse que vivía el celibato, que era devoto de María y obedecía al Papa de Roma; y de esta forma se reanudó de forma regular la vida sacramental.”

Casi veinte años después, en 1889 “se proclamó en Japón la plena libertad religiosa y todo floreció. El 15 de junio de 1891 se creó canónicamente la diócesis de Nagasaki, que en 1927 acogió a monseñor Hayasaka, el primer obispo japonés, consagrado en lo personal por Pío IX. De Schmidlin debemos entender que en 1929 de los 94.096 católicos nipones, unos 63.698 eran de Nagasaki”.

Esto significa que 16 años antes de la explosión atómica, aproximadamente 63.000 leales vivían en Nagasaki. De esta manera, inmediatamente después de este breve resumen del catolicismo en esta localidad, el cardenal escribió:

“Pongamos que las bombas atómicas no se jugaron a la suerte. Esta pregunta se vuelve inevitable: ¿por qué razón se escogió para la segunda bomba, entre todas y cada una, precisamente la ciudad de Japón donde el catolicismo, aparte de tener la historia mucho más gloriosa, estaba mucho más extendido y afirmado?

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