RELIGION CRISTIANA

El Papa Francisco envía un mensaje a la Campaña por

¡Estimados hermanos y hermanas de Brasil!

Todos los años, a lo largo de la Cuaresma, somos llamados por Dios a recorrer un sendero de verídica y franca conversión, reorientando toda nuestra vida hacia Él, que “tanto amó al planeta que entregó a su Hijo unigénito, a fin de que todo aquel que en él cree no perezca, mas tenga vida eterna” (Jn 3, 16). En la preparación a la celebración de este don amoroso en la Pascua, podemos encontrar en la oración, la limosna y el ayuno, vividos más intensamente en este tiempo, prácticas penitenciales que nos ayudan a colaborar con la acción del Espíritu Santo, autor de nuestra santificación.

Para animar a los fieles en este camino de encuentro con el Señor, la Campaña de la Fraternidad del actual año nos propone regentar la mirada a nuestros hermanos y hermanas mucho más necesitados, afectados por el flagelo del apetito. Aun hoy, “millones de personas padecen y mueren de hambre. Por otra parte, se desechan toneladas de alimentos. Esto forma un auténtico escándalo. El apetito es criminal, la nutrición es un derecho inalienable” (Alegato en el acercamiento con Movimientos Populares, 28/X/2014).

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La indicación dada por Jesús a sus apóstoles “Dadles nosotros de comer” (Mt 14, 16) se dirige el día de hoy a todos nosotros, sus acólitos, a fin de que compartamos —de lo bastante o de lo poco que disponemos— con nuestros hermanos a los que no le consigue ni para saciar su propia hambre. Entendemos que al atender las pretensiones de los que tienen apetito, estaremos satisfaciendo al mismo Señor Jesús, que se identifica con los más pobres y hambrientos: “Tuve apetito, y me disteis de comer… uno de estos pequeños, que son mis hermanos, me lo hicisteis” ‹Mt 25, 35.40).

Es mi enorme deseo que la reflexión sobre el tema del apetito, propuesta a los católicos brasileños durante el próximo tiempo de Cuaresma. lleven no solo a acciones específicas —indudablemente primordiales— que vengan de manera urgente a contribuir a los hermanos mucho más necesitados, sino asimismo produzcan en todos la conciencia de que compartir los dones que el Señor nos regala en su bondad no puede ponerse un límite a un momento, a una campaña, a unas acciones específicas, pero debe ser una actitud incesante de todos nosotros, que nos comprometa con Cristo que se encuentra en todo aquel que pasa hambre.

Espero asimismo que esta conciencia personal resuene en nuestras estructuras parroquiales y diocesanas, pero también halle eco en los órganos de gobierno a nivel federal, estatal y municipal, así como en otras entidades de la sociedad civil, para que, trabajando juntos, puedan definitivamente erradicar el flagelo del apetito en tierras brasileñas. Recordemos que “los que padecen la miseria no son diferentes de nosotros. Tienen la misma carne y sangre que nosotros. De ahí que meritan una mano amiga que los asista y asista, a fin de que nadie se quede atrás y, en nuestro planeta, la fraternidad está en su derecho a la ciudadanía” (Mensaje para la Jornada Mundial de la Nutrición, 16/X/2018, n. .7)

Encomendando estos deseos al cuidado de Nuestra Señora de Aparecida y como prenda de las rebosantes gracias divinos que asistirán a las iniciativas nacidas de la Campaña de la Fraternidad, con bastante gusto los concedo a todos los hijos y también hijas de la querida nación brasileira, singularmente a los que están comprometidos infatigablemente para que absolutamente nadie pase hambre, la Bendición Apostólica, pidiéndoles que sigan orando por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 21 de diciembre de 2022.

Francisco

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