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El legado del Papa Benedicto XVI: Reflexionando sobre su nueva biografía


Este febrero se cumplirán nueve años desde la histórica renuncia del Papa Benedicto XVI. Joseph Ratzinger habría pasado a la historia como un gran teólogo sin su ascenso a la cátedra de San Pedro, aunque a través de su ministerio papal se convirtió en maestro del mundo. El poder de los escritos de Benedicto habla por sí mismo, aunque su vida también da testimonio del poder de la verdad y el servicio.

Peter Seewald, quien editó muchos libros de entrevistas con Ratzinger, antes, durante y después de su pontificado, ha escrito una biografía completa en dos volúmenes: Benedicto XVI: una vida (Bloomsbury Continuum, Vol. 1, 2020; Vol. 2, 2021). Con el acceso sin precedentes de Seewald al pontífice, la fuerza de su biografía proviene de traer la personalidad de Benedicto al primer plano, ayudándonos a conocer mejor al gran teólogo-papa, mientras obtenemos una idea de la trayectoria providencialmente guiada de su vida.

El primer volumen rastrea su vida temprana en el tumulto del período de entreguerras en Alemania y el ascenso del nazismo. Sentí mucha admiración por el propio padre del Papa, Joseph Sr., quien, como oficial de policía, resistió el ascenso de los nazis y mantuvo a su familia fuera de peligro el mayor tiempo posible, incluso mudándose a una granja remota. Fue precisamente la Segunda Guerra Mundial la que profundizó el sentido vocacional del joven José y su reconocimiento de la urgente necesidad de Dios, al ser testigo del colapso espiritual y material de su propio país.

Como seminarista, también descubrió el gran poder de la teología, particularmente en el pensamiento de San Agustín, que apuntaba a cómo el mundo moderno podría recuperar a Dios. Ratzinger sintió su vocación teológica en encontrar una nueva voz a través de la cual pudiera hacer accesibles de una manera nueva las verdades eternas de la fe. Fue esta misión la que lo llevó al frente del Concilio Vaticano II como peritus del Cardenal Frings, de importancia central. En la culminación del primer volumen, Seewald arroja nueva luz sobre la influyente redacción de discursos de Ratzinger para Frings, que ayudó a establecer el tono de los procedimientos, y su trabajo detrás de escena en los borradores de los documentos del Consejo.

El segundo volumen comienza, sin embargo, con la agitación que siguió al Concilio Vaticano II, que requirió la ruptura de Ratzinger con la escuela progresista de teología. Ayudó a fundar un movimiento alternativo, la escuela Communio, que continuaría volviendo a las fuentes de la tradición mientras hablaba de las preocupaciones contemporáneas. Ratzinger, cabe señalar, no cambió repentinamente de pensamiento; se dio cuenta, más bien, de que muchos en la Iglesia estaban dejando de lado demasiado rápido la enseñanza de la Iglesia y la tradición litúrgica y abrazando un espíritu mundano. Su resistencia a esta autodestrucción condujo a una larga campaña de difamación, que buscaba convertir al tímido y afable profesor en un gran inquisidor reaccionario.

Esta línea falsa pareció confirmarse con el nombramiento de Ratzinger como arzobispo de Munich por el Papa Pablo VI en 1977, aunque, de hecho, el profesor vio esto como un enorme sacrificio de servicio, ya que tuvo que abandonar su carrera docente. No permanecería mucho tiempo en Baviera como obispo, ya que el recién elegido Juan Pablo II insistió en que Ratzinger fuera a Roma para servir como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Después de servir incansablemente durante el pontificado de Juan Pablo II, ocupándose de cuestiones del marxismo, la relación de la Iglesia con otras religiones y la redacción del Catecismo, el Papa Benedicto XVI fue elegido como el sucesor más adecuado para continuar la trayectoria de la Nueva Evangelización. No hay duda de que Benedicto dejó un gran legado de enseñanza en sus tres encíclicas y muchos discursos por todo el mundo, aunque sus ocho años como Papa también estuvieron plagados de continuos e infundados ataques a su carácter y escándalos como Vati-Leaks. Su paso por el Papa se ha visto ensombrecido por su histórica decisión de dimitir, ante la debilidad de la avanzada vejez, que muchos vieron como un cambio en la forma de ver el papado.

Es difícil evitar comparar la obra de Seewald con la monumental biografía de Juan Pablo II escrita por George Weigel. Testigo de la esperanza. Weigel estaba bien posicionado para interpretar el impulso teológico y filosófico de la vida de Karol Wojtyła, así como sus intersecciones con los movimientos políticos y culturales del siglo XX. Seewald llegó a conocer bien a Ratzinger y logró capturar su personalidad, un logro útil en sí mismo. Como periodista, presta demasiada atención a la opinión pública y, aunque aborda los principales libros y discursos del Papa, queda mucho por hacer para captar la profundidad de su visión teológica y vida espiritual.

En mi opinión, el legado del Papa Benedicto XVI lo encontraremos más plenamente en su testimonio incansable y profético de la necesidad de poner a Dios primero en todas las cosas, dándole primacía en la liturgia, la sociedad y en nuestras propias vidas.

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