El Cuarto Mandamiento: “Honra al Padre y a la Madre”
El Cuarto Mandamiento en el Catecismo de la Iglesia Católica
Honra a tu padre y a tu madre, a fin de que seas de larga vida en la tierra que el Señor tu Dios te da (Ex 20:12)
Se sometió a ellos (Lc 2,51).
El mismo Señor Jesús recordó la fuerza de este el mandamiento de dios. Y el Apóstol enseña: Hijos, obedeced en el Señor a nuestros padres, pues o sea lo justo. “Honra al padre y a la madre” — tal es el primer mandamiento, con una promesa “para que seáis felices y gocéis de una extendida vida sobre la tierra” (Ef 6, 1-3).
El cuarto mandamiento es el primero de la segunda tabla, y también señala el orden de la caridad. Dios deseó que, después de Él, honráramos a nuestros progenitores, a quienes debemos la vida y que nos transmitieron el conocimiento de Dios. Tenemos la obligación de honrar y respetar a todos aquellos a quienes Dios, para nuestro bien, ha investido de su autoridad.
Este mandamiento se expresa en la manera efectiva de los deberes a efectuar. Anuncia los siguientes mandamientos, relativos al respeto especial a la vida, al matrimonio, a los recursos terrenales, a la palabra dada. Y constituye uno de los argumentos de la doctrina popular de la Iglesia.
Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean prolongados en la tierra que el Señor tu Dios te ofrece.
el cuarto mandamiento se dirige de manera expresa a los niños en su relación con el padre y la madrepues esta relación es la mucho más universal. Pero también tiene relación a las relaciones de vínculo con los miembros del grupo familiar. Requiere que se brinde honor, cariño y reconocimiento a los abuelos y ancestros. Y al final popularizada a los deberes de los estudiantes hacia los profesores, de los usados hacia los jefes, de los inferiores hacia los jefes y de los ciudadanos hacia el país y hacia quienes los dirigen o rigen.
Este mandamiento supone e implica los deberes de los progenitores, tutores, maestros, jefes, jueces, mandatarios, todos los que ejercen alguna autoridad sobre otros o sobre una red social de personas.
La observancia del cuarto mandamiento trae su recompensa: Honra a tu padre y a tu madre, a fin de que seas de extendida vida en la tierra que el Señor tu Dios te da (Ex 20:12). El respeto a este mandamiento trae, con los frutos espirituales, los frutos temporales de paz y prosperidad. Por el contrario, su incumplimiento provoca enormes perjuicios a las comunidades humanas ahora las personas.
La Familia en el Plan de Dios:
Naturaleza familiar:
La red social conyugal se funda en el permiso de los cónyuges. El matrimonio y la familia se ordenan para el bien de los cónyuges y para la procreación y educación de los hijos. El cariño de los cónyuges y la generación de los hijos establecen, entre los miembros de una misma familia, relaciones personales y responsabilidades primordiales.
Un hombre y una mujer, unidos en matrimonio, forman una familia con sus hijos. Esta predisposición antecede a todo reconocimiento por la parte de la autoridad pública y es vinculante para ella. Debe considerarse como la referencia habitual, según la cual se evaluarán las distintas maneras de parentesco.
Al crear al hombre ahora la mujer, Dios instituyó la familia humana y la dotó de su constitución primordial. Sus integrantes son personas iguales en dignidad. Para el bien común de sus miembros y de la sociedad, la familia conlleva una variedad de responsabilidades, derechos y deberes.
La familia cristiana:
La familia cristiana constituye una revelación y una realización específica de la comunión eclesial; por ese fundamento […], ha de ser designada como una iglesia en el hogar. Es una comunidad de fe, promesa y caridad: tiene una importancia única en la Iglesia, como se desprende del Nuevo Testamento.
La familia cristiana es comunión de personas, vestigio y también imagen de la comunión del Padre y del Hijo, en el Espíritu Santurrón. Su actividad procreadora y didáctica es un reflejo de la obra creadora del Padre. Está llamado a participar en la oración y el sacrificio de Cristo. La oración diaria y la lectura de la Palabra de Dios fortalecieron su caridad. La familia cristiana es evangelizadora y misionera.
Las relaciones en la familia comprometen una afinidad de sentimientos, cariños y también intereses, que provienen eminentemente del respeto mutuo entre la gente. La familia es una comunidad privilegiada, llamada a realizar la comunión de las almas, el común acuerdo de los esposos y la ágil cooperación de los progenitores en la educación de sus hijos.
La familia y la sociedad:
La familia es la célula originaria de la vida popular. Ella es la sociedad natural en la que el hombre y la mujer están llamados al don de sí mismos en el cariño y en el don de la vida. La autoridad, la estabilidad y las relaciones de vida en el seno de la familia son los argumentos de la libertad, la seguridad y la fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la niñez, se tienen la posibilidad de aprender valores morales, empezar a honrar a Dios y realizar buen uso de la independencia. La vida familiar es la iniciación a la vida en sociedad.
La familia debe vivir de tal manera que sus miembros aprendan a cuidar y cuidar de los jóvenes y los jubilados, los enfermos o discapacitados y los pobres. Hay muchas familias que, en determinados instantes, no están en condiciones de prestar esta ayuda. Corresponde entonces a otras personas, a otras familias y, secundariamente, a la sociedad, el deber de proveer a estas pretensiones: La religión pura y sin mancha, a los ojos de Dios nuestro Padre, radica en conocer a los huérfanos ahora las viudas en sus tribulaciones, y en guardarse sin mancha del contagio del mundo (Santiago 1:27).
La familia ha de ser ayudada y defendida por medidas sociales apropiadas. En las situaciones en que las familias no logren desempeñar sus funciones, los demás cuerpos sociales tienen el deber de auxiliarlas y de sostener la institución familiar. Pero, según el principio de subsidiariedad, las comunidades mayores se abstendrán de usurpar sus prerrogativas o de entrometerse en su historia.
La relevancia de la familia en la vida y el confort de la sociedad implica una responsabilidad particular de la sociedad para respaldar y fortalecer el matrimonio y la familia. La autoridad civil debe considerarlo como su grave deber reconocer y proteger la verdadera naturaleza del matrimonio y la familia, proteger la moralidad pública y fomentar la prosperidad doméstica.
La comunidad política tiene el deber de honrar a la familia, asistirla y en particular garantizarle:
– la Libertad de fundar un hogar, tener hijos y educarlos según sus propias convicciones morales y religiosas;
– la protección de la seguridad del vínculo conyugal y de la institución familiar;
– la independencia de profesar su fe, de transmitirla, de educar en ella a sus hijos, con los medios e instituciones precisos;
– el derecho a la propiedad privada, la independencia de iniciativa, a obtener un trabajo, una vivienda y el derecho a emigrar;
– según las instituciones de los países, el derecho a la atención y asistencia médica de los jubilados, tal como a las asignaciones familiares;
– la protección de la seguridad y la salud, especialmente respecto a peligros como las drogas, la pornografía, el alcoholismo. etcétera.;
– la independencia de formar asociaciones con otras familias y de este modo ser representados frente a las autoridades civiles.
El cuarto mandamiento aclara las otras relaciones en la sociedad. En nuestros hermanos y hermanas vemos a los hijos de nuestros padres; en nuestros primos, los descendientes de nuestros abuelos; en nuestros conciudadanos, los hijos de nuestra patria; en los bautizados, los hijos de nuestra madre Iglesia; en toda persona humana, un hijo o una hija de Aquel que desea ser llamado nuestro Padre. Por lo tanto, nuestras relaciones con los demás se reconocen como personales. el siguiente no es individual de la colectividad humana; Es alguien que, por su popular origen, merece especial atención y respeto.
Las comunidades humanas están formadas por personas. Su buen gobierno no se limita a asegurar los derechos y cumplir los deberes, así como al respeto de los contratos. Las relaciones justas entre patronos y usados, gobernantes y ciudadanos, presuponen la benevolencia natural, conforme a la dignidad de la persona humana, solícita de justicia y fraternidad.
Deberes de los miembros de la familia:
Deberes de los niños:
Hijitos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto agrada al Señor.
la paternidad divina es la fuente de la ascendencia humana; en ella se fundamenta el honor debido a los padres. El respeto de los niños, inferiores o adultos, por su padre y su madre se alimenta del aprecio natural que nace de los nudos que los unen. El precepto divino lo pide.
El respeto a los padres (piedad filial) se hace en reconocimiento a aquellos que, con el don de la vida, su amor y su trabajo, trajeron a sus hijos al planeta y les permitieron crecer en estatura, sabiduría y felicidad. Honra a tu padre con todo tu corazón y no olvides el dolor de tu madre. Ten en cuenta que fueron ellos quienes te generaron. ¿De qué forma les vas a pagar lo que hicieron por ti? (Señor 7, 29-30).
El respeto filial se revela en la auténtica docilidad y obediencia. Observa, hijo mío, las órdenes de tu padre, y no desdeñes las enseñanzas de tu madre. […]. Ellos te guiarán por el camino, te velarán en el momento en que duermas y te charlarán cuando despiertes (Pr 6, 20.22). El hijo sabio es fruto de la corrección de los padres, pero el insolente no acepta la reprensión (Pr 13, 1).
Mientras viva en casa de sus progenitores, el hijo debe obedecer todo cuanto le manden por su bien o el de la familia. Hijitos, obedeced en todo a vuestros progenitores, porque esto gusta al Señor (Col 3,20). Los niños asimismo tienen que obedecer las prescripciones razonables de sus educadores y de todos aquellos a quienes los progenitores los hayan encomendado. Pero si el niño se persuade a sí mismo, en conciencia, de que es éticamente malo obedecer un determinado orden, no lo lleve a cabo.
Al medrar, los pequeños proseguirán acatando a sus padres. Adivinarán sus deseos, de buena gana le pedirán consejo y aceptarán sus observaciones justificadas. La obediencia a los progenitores cesa con la emancipación, pero no el respeto que siempre se les debe. Es por el hecho de que esto tiene su raíz en el miedo de Dios, que pertence a los dones del Espíritu Santurrón.
El cuarto mandamiento recuerda a los hijos adultos sus responsabilidades hacia sus padres. En lo posible, les asistan material y éticamente en la vejez y en los instantes de patología, soledad o desánimo. Jesús recuerda este deber de gratitud.
Dios deseó honrar al padre por los hijos y estableció cuidadosamente la autoridad de la madre sobre ellos. El que honra a su padre tiene perdonados sus pecados, y el que honra a su madre es como quien acumula. El que honra a su padre encontrará alegría en sus hijos y será escuchado en el día de su oración. El que honra a su padre gozará de larga vida y el que le obedece consolará a su madre (Sir 3, 3-7).
Hijo, protege a tu padre en la vejez, no lo desagrades a lo largo de su historia. Si bien pierda la razón, sé indulgente, no lo desdeñes, tú que estás en la cima de tus fuerzas. […]. El que abandona a su padre es como un blasfemo, y el que enfurece a su madre es maldito de Dios (Sir 3, 14-18).
El respeto filial favorece la armonía de toda la vida familiar; asimismo abarca las relaciones entre hermanos y hermanas. El respeto a los progenitores empapa todo el entorno familiar. La corona de los jubilados son los hijos de sus hijos (Pr 17, 6). Apóyense unos a otros en la caridad, con toda humildad, mansedumbre y paciencia (Ef 4,2).
Los cristianos tienen el deber de ser especialmente agradecidos con aquellos de quienes han recibido el don de la fe, la gracia del Bautismo y la vida en la Iglesia. Tienen la posibilidad de ser padres, otros familiares, abuelos, pastores, catequistas, maestros o amigos. Conservo el recuerdo de vuestra fe sincera, que fue primero la de vuestra abuela Loida y la de vuestra madre Eunice, y que, estoy seguro, vive asimismo en vosotros (2 Tm 1, 5).
Deberes de los progenitores:
La fecundidad del amor conyugal no se restringe a la procreación de los hijos. También debe alcanzar a su educación ética y capacitación espiritual. El papel de los progenitores en la educación es de tal relevancia que es imposible sustituirlos. El derecho y el deber de la educación son primordiales y también inalienables para la patria.
Los progenitores deben ver a sus hijos como hijos de Dios y respetarlos como seres humanos. Educarán a sus hijos en el cumplimiento de la ley de Dios, en la medida en que ellos mismos muestren obediencia a la voluntad del Padre que está en los cielos.
Los padres son los principales responsables de la educación de sus hijos. Dan testimonio de esta responsabilidad, primero creando un hogar donde la ternura, el perdón, el respeto, la lealtad y el servicio desinteresado son la regla. La vivienda es un lugar propicio para la educación de las virtudes, que pide la educación de la abnegación, del sano criterio, del dominio de sí, condiciones de la auténtica independencia. Los progenitores enseñarán a sus hijos a subordinarse las dimensiones físicas e instintivas a las dimensiones interior y espiritual. Los padres tienen la grave compromiso de ofrecer buenos ejemplos a sus hijos. Sabiendo admitir ante ellos sus propios defectos, van a estar mejor capacitados para orientarlos y corregirlos:
El que quiere a su hijo muchas veces lo castiga […]. El que enseña a su hijo será alabado (Sir 30, 1-2). Y nosotros, padres, no irritéis a nuestros hijos; a la inversa, educadlos con especialidad y amonestaciones inspiradas por el Señor (Ef 6, 4).
El hogar forma el ámbito natural para la iniciación de la persona humana en las responsabilidades solidarias y comunitarias. Los padres deben instruir a sus hijos a estar alerta a los peligros y degradaciones que amenazan a las sociedades humanas.
Por la gracia del sacramento del matrimonio, a los progenitores se les ha dado la compromiso y el privilegio de evangelizar a sus hijos. Desde temprana edad deben ser introducidos en los misterios de la fe, de la que son el primeros heraldos. Los asociarán, desde su mucho más tierna infancia, a la vida de la Iglesia. El modo en que se vive en familia puede alimentar disposiciones afectivas, que a lo largo de la vida prosiguen siendo auténtico preámbulo y puntal de una fe viva.
Los padres tienen la misión de enseñar a sus hijos a rezar ahora descubrir su vocación de hijos de Dios.
La educación de los progenitores en la fe debe comenzar desde la mucho más tierna infancia. Ya sucede en el momento en que los integrantes de la familia se ayudan mutuamente a medrar en la fe a través de el testimonio de una vida cristiana, según el Evangelio. La catequesis familiar precede, acompaña y enriquece otras formas de enseñanza de la fe. Los padres tienen la misión de educar a sus hijos a orar ya conocer su vocación de hijos de Dios. La parroquia es la comunidad eucarística y el corazón de la vida litúrgica de las familias cristianas: es el sitio privilegiado para la catequesis de los niños y de los progenitores.
Sucesivamente, los hijos contribuyen al desarrollo de sus progenitores en la santidad. Todos y cada uno se van a dar, espléndida e incansablemente, el perdón mutuo requerido por las ofensas, las demandas, las injusticias y el abandono. Entonces sugiere afecto mutuo. Y de este modo lo exige la caridad de Cristo.
A lo largo de la niñez, el respeto y cariño de los progenitores se traduce, primero, en el cuidado y atención que dedican a la educación de sus hijos, para proveer a sus necesidades físicas y espirituales. A medida que medran, exactamente el mismo respeto y distribución llevan a los padres a educar a sus hijos en el correcto empleo de la razón y la independencia.
Como primordiales causantes de la educación de sus hijos, los progenitores tienen derecho a elegir para ellos la escuela que sea correcto a sus propias convicciones. Es un derecho primordial. En lo posible, los padres tienen el deber de escoger las escuelas que mejor los apoyen en su labor de docentes cristianos. Las autoridades públicas tienen el deber de asegurar esta patria potestad y garantizar las condiciones reales para su ejercicio.
Al llegar a la edad avanzada, los pequeños tienen el deber y el derecho de elegir su profesión y su estado de vida. Tienen que asumir las nuevas responsabilidades en una relación de confianza con sus progenitores, a quienes pedirán y de quienes recibirán con gusto críticas y consejos. Los padres tendrán precaución de no abochornar a sus hijos al elegir una profesión o al seleccionar un cónyuge. Pero este deber de discreción no les impide, a la inversa, ayudarlos con juiciosas opiniones, especialmente cuando procuran localizar un nuevo hogar.
Hay quienes no se casan para cuidar a sus padres o hermanos; o dedicarse mucho más de forma exclusiva a una profesión; o por otras razones válidas. Estos pueden contribuir bastante al bien de la familia humana.
La Familia y el Reino:
Los vínculos de familia importan, pero no absolutos. Cuanto mucho más crece el niño hacia la madurez y la autonomía humana y espiritual, más clara y poderosamente se asegura su vocación individual, que viene de Dios. Los padres deben respetar este llamado y apoyar la contestación de sus hijos para proseguirlo. Vas a estar convencido de que la primera La vocación del católico es proseguir a Jesús:
El que ama a padre o madre más que a Mí, no es digno de Mí; y el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí (Mt 10, 37).
Convertirse en acólito de Jesús es admitir la convidación a pertenecer a la familia de Dios, a vivir según su estilo de vida: El que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos es mi hermano, mi hermana y mi madre (Mt 12,50).
Los padres tienen que acoger y respetar, con alegría y acción de gracias, la llamada del Señor a uno de sus hijos a proseguirlo en la virginidad por el Reino, en la vida consagrada o en el ministerio sacerdotal.
Autoridades de la Sociedad Civil:
El cuarto mandamiento de la Ley de Dios ordena que honremos también a todos los que, para nuestro bien, recibieron alguna autoridad de Dios en la sociedad. Y aclara los deberes de quienes ejercitan esa autoridad, tal como de quienes se favorecen de ella.
Deberes de las autoridades civiles:
Quien ejerce cualquier autoridad debe ejercerla como quien presta un servicio. El que desee hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor (Mt 20, 26). El ejercicio de la autoridad está éticamente regulado por su origen divino, su naturaleza racional y su objeto específico. Nadie puede ordenar o instituir nada que sea opuesto a la dignidad de las personas y a la ley natural.
El ejercicio de la autoridad quiere manifestar una justa jerarquía de valores, a fin de hacer más simple el ejercicio de la libertad y la responsabilidad de todos. Los superiores tienen que ejercer de manera sabia la justicia distributiva, sabiendo las pretensiones y la contribución de cada uno de ellos, y con miras a la armonía y la paz. Cuidarán de que las reglas y disposiciones que adopten no induzcan a la tentación, oponiendo el interés personal al de la comunidad.
Los poderes políticos tienen la obligación de respetar los derechos escenciales de la persona humana. Administrarán justicia como humanidad, respetando los derechos de cada individuo, o sea, las familias y los desheredados.
Los derechos políticos inherentes a la ciudadanía pueden y han de ser reconocidos según con las demandas del bien común. No tienen la posibilidad de ser suspendidos por las autoridades públicas sin un fundamento legítimo y proporcionado. El ejercicio de los derechos políticos se orienta al bien común de la nación y de la comunidad humana.
Deberes de los ciudadanos:
Los que están en autoridad considerarán a sus superiores como representantes de Dios, quien los ha hecho ministros de sus dones. Someteos, por el bien del Señor, a toda institución humana […]. Proceded como hombres libres, no como los que hacen de la libertad un mantón de su maldad, sino más bien como siervos de Dios (1 Pe 2, 13.16). Su leal colaboración comporta el derecho, ahora veces el deber, de una justa denuncia de cuanto parezca amenazante a la dignidad de la gente y al bien de la comunidad.
Es deber de los ciudadanos ayudar con las autoridades civiles en bien de la sociedad, en un espíritu enserio, justicia, solidaridad y independencia. El cariño y el servicio a la patria derivan del deber de la gratitud y del orden de la caridad. La sumisión a las autoridades legítimas y el servicio del bien común exigen que los ciudadanos cumplan su papel en la vida de la red social política.
La sumisión a la autoridad y la corresponsabilidad por el bien común requieren éticamente el pago de impuestos, el ejercicio del derecho al voto, la defensa de la patria:
Dad a cada uno lo que le corresponde: el impuesto, a quien se le debe el impuesto; la tarifa, a quien hay que la cuota; respeto, a quien se debe respeto; honor, a quien hay que honor (Rm 13, 7).
cristianos viven en su propio país, pero todos viven como si estuvieran de paso; Forman parte en todo como los demás ciudadanos, pero todo lo aguantan tal y como si no tuviesen patria. […]. Obedecen las leyes establecidas, pero por su forma de vida superan las leyes […]. Tan noble es el puesto que Dios les asignó, que no les resulta lícito desertar.
El Apóstol nos exhorta a llevar a cabo súplicas y acciones de gracias por los reyes y por todos y cada uno de los que están en autoridad, para que podamos llevar una vida apacible y pacífica en toda piedad y dignidad (1 Timoteo 2:2).
Las naciones más ricas tienen que acoger, en la medida de lo posible, a los extranjeros en pos de seguridad y elementos vitales que no tienen la posibilidad de conseguir en su país de origen. Las autoridades públicas tienen que velar por el respeto a la ley natural que pone al huésped bajo la protección de quien lo recibe.
Las autoridades políticas tienen la posibilidad de, en atención al bien común del que son responsables, subordinar el ejercicio del derecho a la inmigración a diversas condiciones jurídicas, a comprender, en lo concerniente a los deberes que contraen los inmigrantes con el país de adopción. El inmigrante tiene la obligación de respetar respetuosamente el patrimonio material y espiritual del país que lo acogió, obedecer sus leyes y ayudar a su bien.
El ciudadano está obligado, en conciencia, a no seguir las prescripciones de las autoridades civiles, cuando tales prescripciones sean contrarias a las exigencias de un orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio. La negativa a obedecer a las autoridades civiles, en el momento en que sus exigencias son contrarias a las de una recta conciencia, se justifica en la distinción entre el servicio de Dios y el servicio de la red social política. Dad al César lo que es del César ya Dios lo que es de Dios (Mt 22,21). Uno debe obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5:29):
Cuando la autoridad pública, excediendo los límites de su propia rivalidad, oprime a los ciudadanos, éstos no deben negar las exigencias objetivas del bien común; pero les es lícito, en los límites definidos por la ley natural y el Evangelio, proteger sus propios derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de esa autoridad.
La resistencia a la opresión del poder político no recurrirá legítimamente a las armas sino en las próximas condiciones:
1 – en caso de ciertas, graves y prolongadas violaciones de los derechos escenciales;
2 – después de haber agotado todos los demás recursos;
3 – si no hace peores trastornos;
4 – si existe promesa fundada de éxito;
5 – y si es imposible predecir razonablemente mejores resoluciones.
La comunidad política y la iglesia:
Toda la institución se inspira, aunque sea implícitamente, en una visión del hombre y de su destino, visión de la que quita sus referencias de juicio, su jerarquía de valores, su línea de actuación. La mayor parte de las sociedades refieren sus instituciones a cierta preeminencia del hombre sobre las cosas. Sólo la religión divinamente revelada ha reconocido precisamente en Dios, Creador y Redentor, el origen y el destino del hombre. La Iglesia invita a los poderes políticos a referir sus juicios y resoluciones a esta inspiración de la verdad sobre Dios y sobre el hombre:
Las sociedades que ignoran esta inspiración o la rechazan en nombre de su independencia de Dios son llevadas a ver en sí mismas o a tomar sus referencias y propósitos de una ideología: y no admitiendo que un método objetivo del bien y del mal, se lo atribuyan, sobre el hombre y su destino, un poder totalitario, declarado u oculto, como lo ha demostrado la historia.
La Iglesia, que, en razón de su función y rivalidad, no debe malinterpretarse de ninguna manera con la red social política, […] es al tiempo signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana. La Iglesia respeta y fomenta la independencia política y la compromiso de los ciudadanos.
Una parte de la misión de la Iglesia producir un juicio moral, aun sobre realidades que atañen al orden político, siempre que lo exijan los derechos escenciales de la persona o la salvación de las almas, empleando todos y sólo aquellos medios conforme al Evangelio y al bien de todos según la variedad de tiempos y situaciones.
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y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
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