Pío XII proclamó ceremoniosamente, el 1 de noviembre de 1950, el dogma de la Asunción de Nuestra Señora al cielo en cuerpo y alma. El secreto de la Asunción proclama el destino sobrenatural y la dignidad de todo cuerpo humano, llamado por el Señor a transformarse en instrumento de santidad ahora participar de su gloria.
El 1 de noviembre de 1950, el Papa Pío XII, a través de la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus (Dios Munificente), proclamó el dogma de la asunción de Nuestra Señora al cielo en cuerpo y alma. De ahí que reflexionamos, de una manera un tanto teológico-catequética, sobre un acontecimiento tan esencial.
Es oportuno, frente todo, aclarar qué es un dogma de fe y de qué manera llegar a su elaboración final. Pues bien: es dogma de fe -genéricamente- todo lo que el Magisterio de la Iglesia, de forma ordinaria y consuetudinaria, proclama como verdad revelada por Dios y que, como católicos, admitimos en la Profesión de Fe o en el Credo. Junto a este magisterio ordinario, existe el magisterio extraordinario, que es ejercido por un Concilio Ecuménico (universal) o por el Papa, doctor supremo de la Iglesia, con una declaración ex cathedra (de la cátedra) al determinar una verdad de fe y proclamar ceremoniosamente. Un ejemplo de este tipo de aviso, que obliga a todos los leales, se da con Pío XII, en 1950, cuando definió ceremoniosamente, a solicitud del Pueblo de Dios, el dogma de la Asunción de María al cielo en cuerpo y alma ( Cfr. Diccionario de Teología: Conceptos Fundamentales de la Teología Actual, tomo I, São Paulo: Loyola, 1970, p.439-440).
proclamar un dogma
Sin embargo, es importante decir –a la inversa de lo que en ocasiones dicen, de forma injustificada– que la Iglesia no crea ni inventa nuevos dogmas, ya que no está por arriba, sino al servicio de la Palabra de Dios (cf. Dei Verbum, 10; Catecismo de la Iglesia Católica n. 85-87).
Por ende, para proclamar solemnemente un dogma, es requisito que 1) permanezca un fundamento bíblico, explícito o implícito, para la creencia en cuestión y 2) esa creencia esté popularizada en un campo general y universal, o sea, que la la enorme mayoría de los católicos de todo el planeta la profesan como una verdad segura de fe.
Textos bíblicos sobre la Gloria de María
Sobre el punto 1, disponemos los contenidos escritos bíblicos que tratan de la gloria de María. Aquí están: Sal 44,10.14-16 que afirma: “Entre tus amados están las hijas del rey; a tu derecha una dama, adornada con oro de Ofir. Con muchas joyas tachonadas de oro. Vestida con brocados, la hija del rey es conducida al rey, con un séquito de vírgenes. Presentan a sus compañeros destinados, y con júbilo y alegría entran en el palacio del rey”. Asimismo Cantares 3:6 que afirma: “¿Qué es lo que sube del desierto como columnas de humo fragantes como el incienso y la mirra, y los perfumes de los mercaderes?” o Apocalipsis 12:1 que relata: “Apareció en el cielo una enorme señal: una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies y sobre su cabeza una corona de 12 estrellas”.
Con respecto a este último texto, la nota b de la Biblia de Jerusalén comenta que esta “Mujer” recuerda la de Gn 3,15-16; sin embargo, todavía nos recuerda a la Iglesia, el pueblo santo de los tiempos mesiánicos en la pelea contra el mal. “Posiblemente Juan piense asimismo en María, la novedosa Eva, la hija de Sion, que dio a luz al Mesías (cf. Jn 19,25)”.
Asimismo hay contenidos escritos que hablan de la asunción de Nuestra Señora al cielo por quedar exenta del pecado original: de esta manera, Gn 3,15, al adivinar la victoria de la Mujer y su descendencia (el Protoevangelio); y –como comentan los estudiosos– aplican también a la Virgen María todos y cada uno de los contenidos escritos de São Paulo que demuestran la resurrección corporal de los seres humanos, teniendo al Señor Jesús como primer modelo (cf. Rm 5-6; 1Tm 1,1 y, más que nada, 1Cor 15,21-26;54-57). La diferencia, sin embargo, entre la Virgen María y nosotros es que nosotros aguardamos esta resurrección en un cuerpo glorioso en el último día (cf. Jn 6,44; 1Cor 15,22s; 1Tes 4,16s), mientras que Nuestra Señora ya se fué , de forma singular, asunta al cielo en cuerpo y alma (cf. Munificentissimus Deus n. 4-6).
fe de la iglesia
En lo que se refiere al punto 2, vale la pena leer atentamente lo que muestra el Papa Pío XII en la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus n. 12-37, en tanto que afirman la fe de toda la Iglesia, desde la antigüedad, en la asunción de Nuestra Señora al cielo, en cuerpo y alma. Esta es la regla del sensus fidei (sentido de la fe) tal como la enseña San Vicente de Lerins († 450) en el momento en que escribe: “Es pues sumamente necesario, en vista de las múltiples y retorcidas tortuosidades del error, que la interpretación de los Profetas y Apóstoles se hagan siguiendo el modelo del sentimiento católico.
En la Iglesia Católica se debe tener mayor precaución en sostener lo que se cree en todas y cada una partes, siempre y en todo momento y por todos. Esto es lo que es verdadera y propiamente católico, según la idea de universalidad que está contenida en la misma etimología de la palabra. Pero esto se logrará si proseguimos la universalidad, la antigüedad y el consenso general. Seguiremos la universalidad si confesamos como verídica y única fe la que profesa toda la Iglesia en el mundo entero; antigüedad, si no nos apartamos en nada de los sentimientos que proclamaron célebremente nuestros santos predecesores y padres; el consenso general, finalmente, si, en esta misma antigüedad, abrazamos las definiciones y doctrinas de todos, o casi todos, Obispos y Profesores” (Commonitorium, 2).
Cita a Don Pedro Carlos Cipollini
Ahora bien, Pío XII prosiguió esta sabia regla en el momento en que consideró las solicitudes de definición dogmática que llegaron a la Santa Sede (cf. Munificentissimus Deus n. 7-10) y en el momento en que consultó al episcopado de todo el planeta mediante la encíclica Deiparae Virginis Mariae, del 1 de mayo de 1946, en el que logró a los obispos la siguiente consulta: “[…] Nosotros, venerables hermanos, en vuestra sublime sabiduría y prudencia, creéis que la asunción corporal de la Santísima Virgen puede ser propuesta y definida como dogma de fe, y si queréis que lo sea, tanto vosotros como vuestro clero y leales” ( ídem números 11 y 41).
De las 1181 respuestas recibidas, 1169 -la abrumadora mayoría, por consiguiente- se presentaron completamente en pos de definir el dogma de la asunción de la Virgen María al cielo en cuerpo y alma (cf. Justo Collantes. La fe de la Iglesia Católica: las ideas y los hombres en los documentos doctrinales del Magisterio, 3ª ed., La capital española: BAC, 1986, p. 302).
Para Don Pedro Carlos Cipollini, mi hermano en el episcopado, obispo de Beato André, SP, esta clase de consulta con los obispos – como también lo había hecho Pío IX antes de proclamar el dogma de la Inmaculada Concepción de María, en 1854 – es “una suerte de Concilio por escrito” (El dogma de la Inmaculada Concepción: Ella apareció llena de felicidad. Brasilia: CNBB, 2017, p. 23).
Se utiliza para medir el sensus fidei sobre el tema en la Iglesia: “La totalidad de los fieles que han recibido la unción del Santo (cf. Jn 2,20.27) no tienen la posibilidad de errar en la fe; y su peculiar propiedad se manifiesta a través del sentimiento sobrehumano de la fe de todo el pueblo, cuando este, “desde los Obispos hasta el último de los fieles laicos” (cf. San Agustín, De Praed. Sanct. 14, 27: PL 44, 980), manifiesta el consenso universal en temas de fe y costumbres” (Lumen Gentium, 12). Este sensus fidei es “una ‘peculiaridad’ de ‘todo’ el pueblo de Dios. En el contexto se mencionan ‘la totalidad de los fieles’, ‘todo el pueblo’, ‘obispos y fieles laicos’. En consecuencia, no es algo sectorial, o una categoría de creyentes” (Dom Pedro Carlos Cipollini. Los fieles también saben: el sentido de la fe (sensus fidei) en la Iglesia. Brasilia: CNBB, 2018, p. 19).
Significado de la Asunción de Nuestra Señora
Una vez bien confirmada la fe de toda la Iglesia, Pío XII proclamó ceremoniosamente el dogma de la Asunción de Nuestra Señora al cielo en cuerpo y alma: paz del Espíritu de la verdad, para gloria de Dios omnipotente, que concedió su especial benevolencia a la virgen María, para honra de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para incremento de la gloria de su augusta madre, y para gozo y júbilo de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles san Pedro y san Pablo y con los nuestros, pronunciamos, declaramos y definimos como dogma divinamente revelado que: la inmaculada Madre de Dios, la siempre y en todo momento virgen María, habiendo cumplido el curso de su historia terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial» (Munificentissimus Deus n. 44).
Notemos que la expresión “fue asunta” es muy precisa en el contexto lógico y teológico, ya que solo Cristo, nuestro Señor, subió al cielo, mientras que la Muy santa Virgen fue asunta o elevada por Dios. De ahí que celebramos la Ascensión (resucitar por uno mismo) del Señor y la Asunción (ser levantado por otro) de Nuestra Señora. Tal elevación es muy congruente, porque si la Madre de Dios y nuestra no estuviese, por particular predilección divina, sosten al pecado, no podría estar bajo el poder de la desaparición, consecuencia del pecado (cf. Rm 5,12).
Se puede ver, por consiguiente, que el dogma de La asunción corporal de Nuestra Señora está estrictamente relacionada a su Inmaculada Concepción, como hemos dicho y bien subrayado por Pío XII en el momento en que escribió que “la Iglesia siempre y en todo momento ha reconocido esta enorme liberalidad y impecable armonía de las gracias, y en el lapso de los siglos ha siempre y en todo momento procuró estudiarlo mejor. . En estos momentos nuestros, ha brillado con luz más clara el privilegio de la asunción corporal de la Madre de Dios. Este privilegio relució con nuevo resplandor en el momento en que nuestro precursor de inmortal memoria, Pío IX, definió solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción.
definicion de dogma
De hecho, estos dos dogmas están íntimamente relacionados entre sí. Cristo con su propia muerte venció la desaparición y el pecado, y todo el que que nace nuevamente sobrenaturalmente por felicidad a través del bautismo asimismo vence el pecado y la muerte. Pero Dios, por ley ordinaria, solo concederá a los justos el pleno efecto de esta victoria sobre la desaparición, cuando llegue el objetivo de los tiempos. Por eso, los cuerpos de los justos se corrompen después de la desaparición, y sólo en el último día se unirán con su propia alma gloriosa.
Pero Dios deseó eximir a la Muy santa Virgen María de esta ley general. Por un privilegio enteramente singular ella venció el pecado con su inmaculada concepción; y de ahí que no estaba sujeto a la ley para permanecer en la corrupción del sepulcro, ni debía esperar la redención del cuerpo hasta el objetivo de los tiempos. Cuando se definió ceremoniosamente que la Virgen María, Madre de Dios, era inmune desde su concepción a toda mácula, los corazones de los leales pronto concibieron una esperanza más refulgente de que pronto el magisterio supremo de la Iglesia definiría asimismo el dogma de la asunción corporal. de la Virgen María al cielo” (Munificentissimus Deus n. 3-6).
Desde un punto de vista pastoral, la definición del dogma de la asunción de Nuestra Señora al cielo en cuerpo y alma tiene bastante que decirnos. Recordemos dos aspectos señalados por el Papa San Juan Pablo II, en la Audiencia General del 7/9/1997: 1) la correcta ensaltación de la mujer: “En la Asunción de la Virgen, podemos ver asimismo la voluntad divina de promover mujer. En analogía con lo que sucedió en el origen del género humano y en la historia de la salvación, en el emprendimiento de Dios el ideal escatológico debía manifestarse no en un individuo, sino en una pareja. Por consiguiente, en la gloria celestial, junto a Cristo resucitado hay una mujer resucitada, María: el nuevo Adán y la nueva Eva, primicias de la resurrección general de los cuerpos de toda la raza humana.
Plenitud de gracia y gloria celestial
Indudablemente, la condición escatológica de Cristo y la de María no deben situarse en exactamente el mismo chato. María, la novedosa Eva, recibió de Cristo, el nuevo Adán, la plenitud de la gracia y la gloria celestial, habiendo resucitado por el poder soberano del Hijo por medio del Espíritu Beato”; 2) se hace un llamado a apreciar la dignidad del cuerpo humano: “la Asunción de María revela la nobleza y dignidad del cuerpo humano.
En frente de las profanaciones y degradaciones a las que la sociedad actualizada somete de manera frecuente al cuerpo femenino particularmente, el misterio de la Asunción proclama el destino sobrenatural y la dignidad de todo cuerpo humano, llamado por el Señor a transformarse en instrumento de santidad y a participar de la Vuestra gloria. María entró en la gloria pues escuchó al Hijo de Dios en su seno virginal y en su corazón. Mirándolo, el católico aprende a descubrir el valor de su cuerpo ahora conservarlo como templo de Dios, en espera de la resurrección”.
¡Que estas enseñanzas, en esta fecha tan especial, penetren intensamente en nuestros corazones!
Creador del artículo: *Por Dom Orani João, Cardenal Tempesta, O. Cist. – Arzobispo Metropolitano de São Sebastião do Rio de Janeiro (RJ)
Credito de imagen: Novedades del Vaticano – Fra Angelico (1395 – 1455) – 15 de agosto Assunzione Maria al Cielo, Madonna Assunta