BAGDAD, 05 de marzo. 21 / 11:07 am (ACI).- Este viernes 5 de marzo, en el primer día de su histórica visita a Irak, el Papa Francisco tuvo un acercamiento con las autoridades y la sociedad civil, en el que solicitó la protección y el reconocimiento de los derechos de todas las comunidades religiosas y recordó la presencia milenaria de los cristianos en esta tierra.
Ahora, el alegato terminado del Papa Francisco:
Señor Presidente, Miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático, Selectas Autoridades, Representantes de la sociedad civil, ¡Señoras y señores!
Agradezco la posibilidad de realizar este anhelado y deseado Viaje Apostólico a la República de Irak, la posibilidad de venir a esta tierra, cuna de una civilización íntimamente ligada, a través del Patriarca Abraham y de numerosos profetas, a la narración de salvación y las considerables tradiciones religiosas del judaísmo, el cristianismo y el Islam. Expreso mi agradecimiento al presidente Salih por la invitación y las afables expresiones de bienvenida que me dirigió en nombre de las demás Autoridades y de su amado pueblo. Saludo también a los integrantes del Cuerpo Diplomático ya los representantes de la sociedad civil.
Saludo con aprecio a los obispos y sacerdotes, a los religiosos y religiosas ya todos los leales de la Iglesia católica. Vengo como peregrino para animaros en el testimonio de fe, esperanza y caridad que das en la mitad de la sociedad iraquí. Saludo también a los miembros del resto Iglesias cristianas y comunidades eclesiales, a los seguidores del Islam ahora los representantes de otras tradiciones religiosas. Que Dios nos lleve a cabo caminar juntos, como hermanos y hermanas, en “la fuerte convicción de que las verdaderas enseñanzas de las religiones nos invitan a mantenerse anclados en los valores de la paz, (…) del conocimiento mutuo, la fraternidad humana y la convivencia común (FRANCIS y AHMAD AL-TAYYEB, Documento sobre la Fraternidad Humana, Abu Dabi, 4/II/2019).
Mi visita se genera en un instante en que el planeta entero procura salir de la crisis de la pandemia del Covid-19, que no solo afectó la salud de muchas personas, sino que provocó el deterioro de unas condiciones sociales y económicas ya confundidas por la fragilidad y la inestabilidad. . Esta crisis requiere sacrificios concertados por parte de todos para tomar las muchas medidas necesarias, incluyendo una distribución justa de vacunas para todos. ¡Pero no es suficiente! Esta crisis es ante un llamado a “repensar nuestros estilos de vida, (…) el sentido de nuestra vida” (FRANCISCO, Carta encíclica Fratelli tutti, 33). Hablamos de salir de este momento de prueba mejor que antes; construir el futuro más sobre lo que nos une que sobre lo que nos divide.
En las últimas décadas, Irak sufrió las desgracias de las guerras, el flagelo del terrorismo y los enfrentamientos sectarios muchas veces basados en un fundamentalismo incapaz de admitir la coexistencia pacífica de distintos conjuntos étnicos y religiosos, de ideas y etnias diferentes. Todo esto trajo muerte, destrucción, ruinas que aún son perceptibles… ¡Y no solo a nivel material! El daño es aún más profundo cuando uno piensa en las lesiones en los corazones de tantas personas y comunidades que van a tardar años en sanar. Y aquí, entre muchos que padecieron, no puedo dejar de recordar a los yazidíes, víctimas inocentes de una barbarie insensata y también inhumana, perseguidos y asesinados por su filiación religiosa, con su propia identidad y supervivencia en peligro. Pues solo si logramos mirarnos, con las respectivas diferencias, como miembros de una misma familia humana, podremos iniciar un desarrollo efectivo de reconstrucción y dejar a las futuras generaciones un mundo mejor, más justo y mucho más humano. Por cierto, la variedad religiosa, cultural y étnica que ha caracterizado a la sociedad iraquí durante milenios es un recurso bello al que recurrir, no un obstáculo que hay que remover. Hoy Irak está llamado a mostrar a todos, en especial en el Medio Oriente, que las diferencias, en lugar de producir conflicto, tienen que cooperar armónicamente en la vida civil.
La convivencia fraterna necesita un diálogo paciente y sincero, protegido por la justicia y el respeto a la ley. No es una labor fácil: requiere esfuerzo y compromiso de todos para sobrepasar rivalidades y contrastes y hablar desde la identidad más profunda que disponemos: la de hijos del único Dios y Constructor (cf. CONC. ECUM. VAT. II , diciembre .Nostra aetae, 5). Sobre la base de este principio, la Santa Sede no se cansa de apelar a las Autoridades eficientes en Irak, como en otros sitios, a fin de que concedan a todas y cada una de las comunidades religiosas reconocimiento, respeto, derechos y protección. Saludo los esfuerzos ya emprendidos en este sentido y uno mi voz a la de los hombres y mujeres de buena intención para pedir que prosigan en beneficio del país.
En una sociedad que se distingue por la unidad fraterna, sus integrantes viven en solidaridad unos con otros. «La solidaridad nos ayuda a ver al otro (…) como nuestro prójimo, compañero de camino» (FRANCISCO, Mensaje para la LIV Jornada Mundial de la Paz, 1/1/2021, 6). Es una virtud que nos transporta a practicar movimientos concretos de cuidado y servicio, con particular atención a los más vulnerables y necesitados. Pienso en aquellos que perdieron familiares y conocidos cercanos, hogares y recursos primarios, a causa de la crueldad, la persecución y el terrorismo; pero asimismo pienso en todas la gente que luchan todos los días en busca de la seguridad y los medios necesarios para sobrevivir, mientras que incrementa el desempleo y la pobreza. “El sabernos causantes de la fragilidad del resto” (FRANCISCO, Carta Encíclica Fratelli tutti, 115) debe inspirar todos y cada uno de los esfuerzos para crear ocasiones concretas tanto en el campo económico como en el campo de la educación, y asimismo en el precaución de los creación, nuestra casa común. Tras una crisis, no basta con reconstruir; es requisito hacerlo bien, para que todos logren tener una vida digna. De una crisis no sales igual que antes: sales mejor o peor.
Como líderes políticos y diplomáticos, estáis llamados a fomentar este espíritu de solidaridad fraterna. Es requisito contrastar el flagelo de la corrupción, los abusos de poder y la ilegalidad. ¡Pero no es suficiente! Al tiempo, es necesario crear justicia, aumentar la sinceridad, la transparencia y fortalecer las instituciones que la encabezan. De esta forma puede medrar la seguridad y realizarse una política sana, con la capacidad de ofrecer a todos, especialmente a los jóvenes (tan numerosos en este país), la promesa de un futuro mejor.
¡Señor Presidente, selectas Autoridades, queridos amigos! Vengo como penitente pidiendo perdón al Cielo ya mis hermanos por tanta destrucción y crueldad. Vengo como peregrino de la paz, en el nombre de Cristo, Príncipe de la Paz. ¡Cuánto hemos rezado durante estos años por la paz en Irak! San Juan Pablo II no escatimó en ideas, y más que nada ofreció súplicas y sufrimientos por este motivo. Y Dios escucha; escucha siempre! Depende de nosotros escucharlo, caminar en sus caminos. ¡Callad las armas! ¡Limita tu difusión, aquí y en todas partes! Cese los intereses de parte, los intereses externos que no interesan a la población local. Da voz a los constructores, a los arquitectos de la paz; a los humildes, a los pobres, a las personas sencillas que desean vivir, trabajar, orar en paz! ¡No más crueldad, extremismo, facciones, intolerancias! Dar cabida a todos los ciudadanos que quieran crear este país juntos, en diálogo, en confrontación franca y sincera, constructiva. Quienes están comprometidos con la reconciliación y el bien común están prestos a ignorar sus intereses. En estos años, Irak procuró sentar las bases de una sociedad democrática. En este sentido, es indispensable garantizar la participación de todos y cada uno de los conjuntos políticos, sociales y religiosos y garantizar los derechos escenciales de todos y cada uno de los ciudadanos. Que nadie sea considerado un ciudadano de segunda clase. Animo los pasos dados hasta ahora en este sendero y quisiera que fortalezcan la tranquilidad y la armonía.
La propia red social en todo el mundo tiene un papel definitivo que desempeñar en la promoción de la paz en esta tierra y en todo el Oriente Medio. Como hemos visto a lo largo del largo conflicto en la vecina Siria – estos días son diez años desde el principio del enfrentamiento –, los retos retan poco a poco más a toda la familia humana. Llaman a la cooperación a escala global, para llevar a cabo frente a las desigualdades económicas y las tensiones regionales que intimidan la seguridad de estas tierras. Agradezco a los Estados y Organizaciones De todo el mundo que trabajan en la reconstrucción de Irak y ayudando a los refugiados, desplazados internos y aquellos que tienen adversidades para regresar a sus hogares, ofreciendo alimentos, agua, albergue, servicios de salud y saneamiento en el país, tal como como programas destinados a la reconciliación y la consolidación de la paz. En este punto, no puedo dejar de nombrar las varias agencias, entre las que se encuentran múltiples católicas, que desde hace unos años asisten con enorme empeño a la población civil; agradar las pretensiones fundamentales de muchos hermanos y hermanas es un acto de caridad y justicia, y contribuye a una paz perdurable. Espero que las naciones no retiren la mano caritativa y constructiva popularizada al pueblo iraquí, sino que prosigan actuando en un espíritu de responsabilidad común con las autoridades locales, sin imponer intereses de tipo político o ideológicos.
La religión, por su naturaleza, ha de estar al servicio de la paz y la fraternidad. El nombre de Dios no puede ser usado para “justificar actos de asesinato, exilio, terrorismo y opresión” (FRANCIS y AHMAD AL-TAYYEB, Archivo sobre la Fraternidad Humana, Abu Dhabi, 4/II/2019). A la inversa, Dios, que creó a los humanos iguales en dignidad y derechos, nos llama a difundir el amor, la benevolencia, la armonía. Asimismo en Irak, la Iglesia católica desea ser amiga de todos y, a través del diálogo, ayudar constructivamente con otras religiones por la causa de la paz. La antiquísima presencia de los cristianos en esta tierra y su contribución a la vida del país forman un rico legado que quiere proseguir al servicio de todos. Su participación en la vida pública, como ciudadanos que gozan de forma plena de derechos, libertades y responsabilidades, testimoniarán que un sano pluralismo espiritual, étnico y cultural puede ayudar a la prosperidad y armonía del país.
Queridos amigos, quisiera expresarles una vez más mi mucho más sentido agradecimiento por todo cuanto hicieron y prosiguen realizando para crear una sociedad que se distinga por la unidad fraterna, la solidaridad y la armonía. Vuestro servicio al bien común es una obra noble. Pido a Dios Todopoderoso que los mantenga en sus responsabilidades y los guíe por el camino de la sabiduría, la justicia y la realidad. Sobre todos ustedes, sus familias y seres queridos, y sobre todo el pueblo iraquí, invoco la abundancia de las bendiciones divinas. ¡Gracias!
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— ACI Digital (@acidigital) 5 de marzo de 2021