El mismo día que celebramos el 72º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la fecha del 10 de diciembre asimismo se celebra el Día de la Inclusión Social en Brasil, que fue instituido en 2008 con la meta de promover acciones y sensibilizar sobre la toda la sociedad sobre la relevancia de los derechos humanos y su eficiencia.
Asimismo busca, más que nada, llamar la atención sobre la pelea contra la segregación social y hacer más simple la democratización de diversos espacios y servicios para la población, singularmente para los menos favorecidos de la sociedad.
En tiempos de pandemia, el ingreso a los servicios básicos, la profundización de la crisis económica y la carencia de accesibilidad en muchas situaciones para la gente con discapacidad son grandes retos que se han incrementado en este periodo y necesitan de políticas públicas eficientes para reducir la desigualdad popular.
En este sentido, el Vicaría Episcopal de Caridad Popular de la Diócesis de Beato André se ha convertido en un instrumento permanente para efectuar acciones de caridad y acompañamiento a familias necesitadas y personas en situación de vulnerabilidad social. En un año de existencia, esta herramienta de unidad diocesana fue primordial para acoger a quienes necesitaban de las canastas básicas, con la creación del Drive-Thru Solidario; iniciativas de prevención, como la Campaña “Cosiendo Sonrisas”, con la donación de sobra de 25.000 mascarillas, incluso para personas suecas; calentar corazones recolectando ropa, zapatos y abrigos; además de dar marmitex a los preferidos de Dios, ajuar para los niños y medicina para los ancianos. Todo esto con el acompañamiento del pueblo y de varias parroquias en las diez regiones pastorales de las siete ciudades del Enorme ABC.
La sensibilización sobre personas con discapacidad (física, psíquica, intelectual o sensorial) en las parroquias también son caminos tomados en la pelea por la inclusión para romper las barreras de los prejuicios, dejando claro que todos tienen que tener exactamente los mismos derechos y que las instituciones tienen que ofrecer condiciones básicas de disponibilidad.
“La acción del vicariato es también hacer perceptibles muchas ocasiones de invisibilidad y llevar a estas personas a la plena participación, en la iglesia y en la sociedad”, dice el vicario episcopal para la Caridad Social, p. Ryan Mathew Holke.
La unión de pastorales, movimientos y asociaciones asimismo fue encomiable para contribuir a quienes necesitaban algo inmediato, ya sea una oración, comida o simplemente un oyente, como los servicios de escucha caritativa.
Otra actitud considerable en 2020 se dio a lo largo de la reanudación de las Misas presenciales y la reapertura de las iglesias, con voluntarios que se pusieron a disposición para ayudar en los servicios de acogida, evangelización, como lecturas en las celebraciones, y limpieza de espacios internos, con la objetivo de fomentar la prevención y un ambiente seguro para todos.
Pensando en la inclusión digital, a lo largo de los meses de cuarentena se dio un ademán preciso con el espíritu cristiano de ayudar a el resto en transmisiones en vivo por medio de las comunidades de instantes de oración, meditación y hasta una charla para calmar el anhelo del distanciamiento social.
Estas ideas demuestran que la Iglesia debe estar siempre al tanto de lo que pasa en el planeta y ser un protagonista cada vez más activo en la transformación de la sociedad en un lugar mejor para todos, de acuerdo con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.