¿Debe una mujer ser sumisa a su marido?

¿Debe una mujer ser sumisa a su marido?

Pareja de títeres en el pastel de bodas

Someteos los unos a los otros en el miedo de Cristo. Casadas, estad sujetas a nuestros maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, su cuerpo, de la que es el Salvador. No obstante, tal como la Iglesia está sujeta a Cristo, de este modo también las esposas han de estar sujetas a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola con el agua del bautismo con la palabra, para presentársela a sí mismo en toda gloria, sin mácula ni arruga. , sin ninguna otra mácula semejante, sino más bien santa e intachable.(Efesios 5:21-27)

¿Es sexismo decir que el hombre es el jefe de la mujer? Precaución con las oraciones sueltas. Comprende el contexto.

Mi familia es diferente

Para los católicos y otros cristianos por igual, Dios es el jefe de todo. Un jefe que nos ama y nos crió; por consiguiente, nadie mejor que Él para decirnos cómo debemos proceder. Este Dios, al bendecir la unión del hombre y la mujer en el sacramento del matrimonio, determinó que el hombre sea la cabeza de la mujer. Y esto no es machismo, por el hecho de que en el machismo el hombre es el jefe porque es hombre. Sin embargo, en la familia cristiana, el hombre es la cabeza por el hecho de que ese es el papel que Dios le asignó. En el machismo, el hombre es el que manda para aprovecharse de su mujer. En la familia cristiana, el hombre es cabeza para servir a su esposa y también hijos.

A la luz de la Palabra de Dios, sí, el hombre es el jefe de la mujer. A muchas personas les resulta extraño que la Biblia afirme que el hombre tiene la última palabra en casa, pero eso se debe a que estas personas ignoran muchas otras enseñanzas de la misma Biblia. Por otra parte, considerando una mujer que sostiene activa su historia espiritual y casada con un hombre que asimismo mira fervientemente la ley de Dios, poseemos una pareja que tiene “elementos” que otras parejas no tienen.

Para dar ciertos ejemplos de estos elementos, podemos nombrar que, desde el principio de su sendero, el católico practicante se adhiere a valores, como que uno debe entregarse completamente al prójimo para ser feliz. Es también un valor entrenar la seguridad, el perdón, la obediencia a la Iglesia, el sacrificio de nuestros proyectos personales en vista de los proyectos de Dios. Algo fundamental es visto que creamos que Dios vive con nosotros e interviene concretamente en nuestra historia, en nuestra vida cotidiana.

Realmente, si la pareja desdeña estos valores que acabo de mencionar arriba, no tiene sentido aceptar que el hombre sea el jefe de su esposa. Pero la pareja cristiana está en otro contexto. Contexto en el que la mujer puede entregarse absolutamente a su marido y él puede invertir toda su historia en llevar a su mujer y también hijos al Cielo.

El Padre es Siervo de Todos

Volviendo al pasaje mencionado al comienzo, el primer verso afirma: “Sométanse los unos a los otros”. Verás, cada uno de nosotros debe estar sujeto el uno al otro, esto es, estar predisposición del otro, estar siempre listo para servir al otro. Esto en los dos lados. Tanto la mujer debe ser útil al hombre como el hombre debe servir a la mujer.

No obstante, en el plan de Dios, el hombre debe estar sujeto a la mujer en un rol y la mujer debe estar sosten al hombre en otro papel. El hombre como patrón de la mujer y la mujer sumisa al hombre. Es decir, el hombre dirige la familia con el apoyo de su mujer.

Entonces, tal y como si no quedara muy claro que el hombre se hizo jefe para ser útil a la mujer, el pasaje bíblico que nos encontramos meditando todavía deja al hombre con el mandato de amar a su mujer como a sí mismo, además de una secuencia de prescripciones. De estas prescripciones, la más grave es que el hombre debe amar a su mujer como Jesucristo amó a la Iglesia. Y Nuestro Señor amó a su Iglesia hasta la desaparición de Cruz. Ya que bien, el padre de familia está llamado a ofrecer la vida por la vivienda. Día tras día, dedícate para que tu familia camine en paz y felicidad. El cabeza de familia piensa primero en Dios, entonces en la familia y solo después en sí mismo. Cuando el padre de familia busca algo para sí, es dar mucho más fruto para su casa.

Esta es la imagen cristiana del hombre de familia. Exactamente la misma imagen de Jesús crucificado (Jn 3,16). Jesucristo, cabeza de la Iglesia, que lava los pies a los acólitos (Jn 13,5), deja al marido la misión de ser cabeza de su mujer, a fin de que el marido lave los pies a su mujer.

Abrazar la autoridad del Padre

Es muriendo a sí mismo y lavando los pies de la esposa y los hijos que se asegura la autoridad del padre. Sí, porque la autoridad del padre es instituida por Dios, pero precisa ser reconocida por la mujer y los hijos. Si la vida cotidiana exhibe que el padre rige, no para gozar de privilegios, sino para el bien de todos, se aceptará la autoridad de ese padre y no será deshonor esperar de él la última palabra.

Aquí, merece la pena rememorar que esta es una responsabilidad delicada. Decida si es hora de vivir en otro lugar, si abonar una escuela mucho más cara para el hijo, discernir si es hora de negar o agradar el capricho de una hija. Al final, el cabeza de familia precisa estar atento y en constante oración, pues sus órdenes y omisiones marcan el camino de todos. Una decisión adecuada puede ocasionar un bien eterno. Un concepto erróneo puede abrir una brecha para un mal devastador.

No es sencillo ser cabeza de familia cristiana. Personalmente, ahora tengo mi primer hijo y una mujer maravillosa. Soy la cabeza de la casa, pero acepté este trabajo solo pues creo que es un regalo de Dios y que Él me alumbra todo el tiempo. Creo que aun en el momento en que me confunda, de alguna manera Dios intervendrá, movido por la clemencia.

También pienso que mi mujer, siendo sumisa a mí, me va a dar todo el apoyo y me va a ayudar a conseguir el camino. La última palabra es mía, pero no tomo ninguna decisión sin preguntar a mi mujer, sin orar con ella, pues si Dios le asignó el papel de apoyarme, sería una imprudencia no apoyarla. Cuando no nos encontramos según con algo, nos detenemos, tomamos un descanso y una vez más oramos al respecto. Si aún no tenemos la posibilidad de ponernos en concordancia, me veo obligado a pegar el martillo, pero lo hago con un pie atrás, porque mi mujer es mi profeta, la asistencia de Dios para mí (Gn 2,18). Es inconsistente que el Espíritu Santo hable a mi corazón y no lo confirme en el de ella. Esta divergencia puede pasar una y otra vez olvidada; pero si es recurrente, hay que buscar y arreglar lo que está mal.

Abrazando los planes de Dios

Me hago una pregunta cuántas ocasiones debo haber tomado la posición equivocada y ni siquiera me di cuenta, pero fui salvo porque Dios bendijo la obediencia de mi mujer. Y bendice por el hecho de que ama la obediencia. Las historias de los Beatos están repletas de ejemplos que lo prueban. En la Biblia, Jesús solicitó cosas supuestamente sin sentido como: atestar las tinajas con agua (Jn 2, 7), quitar la piedra del sepulcro (Jn 11, 39), lavarse en la fuente (Jn 9, 7). Estos gestos en el instante no tuvieron sentido; pero, mientras los comprometidos obedecían, ocurrían milagros. Entonces mujer, si Dios afirma que debes estar sumisa al hombre, obedece para que veas milagros. Hombre, si Dios te afirma que tienes que amar a la mujer, obedece a fin de que tu casa sea bendecida.

Obediencia a Dios. Esa es la clave. Los hombres y las mujeres deben obedecer a Dios en todo, de lo contrario acabarán como todos los demás. El mundo afirma que esta historia de que las mujeres deben someterse a los hombres es absurda, pero ¿qué proponen en cambio? Este mundo es poco a poco más infeliz. Los jóvenes se ríen de los que valoran la fidelidad. El amor está desacreditado. Tener hijos ya no es algo natural para ser un acto heroico. Claramente, esta es una cultura insostenible.

Por otra parte, cuando un hombre y una mujer aceptan el plan de Dios y se someten el uno al otro, cada uno con su propio rol, establecen un vínculo muy fuerte, que les da seguridad a los dos ya sus hijos. La pareja según el corazón de Dios continúa unida y no existe nada que los separe, pues se vuelven uno, no hay plan B. Lo mío y lo tuyo ha dado paso a lo nuestro, porque todo lo que uno hará es dependiente de la adhesión del otro.

En lo que se refiere a los proyectos personales, los hombres y las mujeres deberían habérselos entregado a Dios aun antes de casarse. Y si han contraído matrimonio, ambos tienen que vivir por el bien de su hogar. Bajo Dios, la familia siempre es lo primero. Si debo comprar algo como una carrera, una promoción profesional, entrenar algún deporte e incluso el ocio, todo ello debe ir dirigido a conseguir el confort de la familia o, por lo menos, no perjudicarla.

Entonces, que Nuestra Señora nos guarde de los errores de este mundo. Que tengamos humildad y mucho amor, para asumir nuestro papel en nuestra familia.

Por Márcio Martins

Agradecimientos:
  • Luiz Carlos Nunes – Voluntario – Revisión textual
Referencias:
  • Santa Biblia – Editorial Ave María

Esperamos que le gustara nuestro articulo ¿Debe una mujer ser sumisa a su marido?
y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
Cosas interesantes de saber el significado : Santo